¿QUIERES SOBRESALIR? SIRVE: ÁNGELUS DEL 19/09/2021

Puntualmente al mediodía de este 19 de septiembre, el Papa Francisco se asomó a la ventana de su estudio frente a la Plaza de San Pedro para la acostumbrada cita del Ángelus dominical. Al comentar el Evangelio del día en que San Marcos relata que, de camino a Jerusalén, los discípulos de Jesús discutían sobre quién “era el más grande entre ellos”, el Papa explicó que él les habló de forma contundente. Algo que – dijo – también vale para nosotros hoy: “Si uno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. El Santo Padre afirmó que “con esta frase lapidaria, el Señor inaugura una inversión: da un vuelco a los criterios que marcan lo que cuenta de verdad”. Compartimos a continuación, el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la liturgia de hoy (Mc 9, 30-37) narra que, en el camino a Jerusalén, los discípulos de Jesús discutían sobre quién «entre ellos era el más grande» (v. 34). Entonces Jesús les dirige una frase fuerte, que vale también para nosotros hoy: «Si uno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (v. 35). Si quieres ser el primero, tienes que ir al final de la fila, ser el último y servir a todos. Mediante esta frase lapidaria, el Señor inaugura una inversión: da un vuelco a los criterios que marcan lo que cuenta de verdad. El valor de una persona ya no depende del papel que desempeña, del éxito que tiene, del trabajo que desempeña, del dinero en el banco; no, no, no depende de eso; la grandeza y el éxito, a los ojos de Dios, tienen una medida distinta: se miden por el servicio. No por lo que se tiene, sino por lo que se da. ¿Quieres sobresalir? Sirve. Este es el camino.

Hoy la palabra “servicio” parece un poco desteñida, desgastada por el uso. Pero en el Evangelio tiene un significado preciso y concreto. Servir no es una expresión de cortesía: es hacer como Jesús, el cual, resumiendo en pocas palabras su vida, dijo que había venido «no para ser servido, sino para servir» (Mc 10, 45). Así dijo el Señor. Por tanto, si queremos seguir a Jesús, debemos recorrer el camino que Él mismo ha trazado, el camino del servicio. Nuestra fidelidad al Señor depende de nuestra disponibilidad a servir. Y esto, lo sabemos, cuesta, porque “sabe a cruz”. Pero, mientras crecen el cuidado y la disponibilidad hacia los demás, nos volvemos más libres por dentro, más semejantes a Jesús. Cuanto más servimos, más advertimos la presencia de Dios. Sobre todo cuando servimos a quien no tiene nada que devolvernos, los pobres, abrazando sus dificultades y necesidades con la tierna compasión: y ahí descubrimos que somos amados a su vez y abrazados por Dios.

Jesús, precisamente para ilustrar esto, después de haber hablado de la primacía del servicio, hace un gesto. Hemos visto que los gestos de Jesús son más fuertes que las palabras que usa. Y ¿cuál es el gesto? Toma un niño y lo pone en medio de los discípulos, en el centro, en el lugar más importante (cf. v.36). El niño, en el Evangelio, no simboliza tanto la inocencia, sino la pequeñez. Porque los pequeños, como los niños, dependen de los demás, de los adultos, de los grandes, necesitan recibir. Jesús abraza a ese niño y dice que quien acoge a un pequeño, a un niño, lo recibe a Él (cf. v.37). He ahí, ante todo, a quién servir: a cuantos necesitan recibir y no tienen nada que devolver. Servir a los que necesitan recibir y no tienen para devolver. Acogiendo a los que están en los márgenes, olvidados, acogemos a Jesús, porque Él está ahí. Y en un pequeño, en un pobre al que servimos, recibimos también nosotros el abrazo tierno de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, interpelados por el Evangelio, hagámonos algunas preguntas: yo, que sigo a Jesús, ¿me intereso por quien está más olvidado? ¿O, como los discípulos aquel día, busco la gratificación personal? ¿Entiendo la vida como una competición para hacerme espacio a costa de los demás, o creo que sobresalir es servir? Y, concretamente: ¿dedico tiempo a algún “pequeño”, a una persona que no tiene los medios para corresponder? ¿Me ocupo de alguien que no puede restituirme, o sólo de mis parientes y amigos? Son preguntas que podemos hacernos.

Que la Virgen María, humilde sierva del Señor, nos ayude a comprender que servir no nos disminuye, sino que nos hace crecer. Y que hay más alegría en dar que en recibir (cf. Hch 20, 35).

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