PROMUEVAN LA CULTURA DEL ROSTRO Y DEL ENCUENTRO: PALABRAS DEL PAPA A LOS MIEMBROS DE LA FUNDACIÓN “LÍDERES POR LA PAZ” (04/09/2021)

La mañana de este 4 de septiembre, el Santo Padre se reunió con la delegación de la Fundación “Leaders pour la Paix” (Líderes por la Paz) para recordarles que ante las múltiples crisis políticas y medioambientales que convergen en la actualidad (el hambre, el clima, las armas nucleares), el compromiso con la paz de los miembros de esta fundación “nunca ha sido más necesario ni urgente”. De hecho – les dijo – frente a la pandemia que aún no ha sido superada y sus consecuencias económicas y sociales son graves, el reto es ayudar a los gobernantes y a los ciudadanos a abordar los problemas críticos como oportunidades. Compartimos a continuación, el texto completo de su mensaje, traducido del italiano:

Ilustres señoras y señores:

Me alegra dirigirme a ustedes, honorables líderes dedicados a la paz procedentes de diversas partes del mundo. Agradezco al Sr. Jean-Pierre Raffarin sus corteses palabras.

Nuestro encuentro ocurre en un momento histórico particularmente crítico, lo sabemos. La pandemia, por desgracia, aún no ha sido superada y sus consecuencias económicas y sociales, especialmente para la vida de los más pobres, son muy graves. No sólo ha empobrecido a la familia humana de tantas vidas, cada una de ellas preciosa e irrepetible; también ha sembrado mucha desolación y aumentado las tensiones. Ante el recrudecimiento de múltiples crisis convergentes, políticas y ambientales — hambre, clima, armamento nuclear, por citar algunas —, su compromiso con la paz nunca ha sido tan necesario ni tan urgente.

El desafío es el de ayudar a los gobernantes y a los ciudadanos a enfrentar la crisis como oportunidad. Por ejemplo: ciertas situaciones de crisis ambiental, desgraciadamente agravadas por la pandemia, pueden y deberían provocar una más decidida asunción de responsabilidades, ante todo por parte de los máximos dirigentes, y luego, en cascada, también en niveles intermedios y en toda la ciudadanía. En realidad, vemos que no es raro que “de abajo” provengan solicitudes y propuestas. Esto es muy bueno, aunque a veces tales iniciativas sean instrumentalizadas para otros intereses de grupos ideologizados. Siempre existe el peligro de la “ideologización”. También en esta dinámica sociopolítica ustedes pueden jugar un papel constructivo, principalmente favoreciendo un buen conocimiento de los problemas y sus causas fundamentales. Esto forma parte de esa educación para la paz con justicia, les importa mucho.

La pandemia, con su larga secuela de aislamiento e “hipertensión” social, ha puesto inevitablemente en crisis incluso a la acción política en sí misma, a la política como tal. Pero incluso este hecho puede convertirse en una oportunidad, para promover una «mejor política», sin la cual no es posible «el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos y naciones que vivan la amistad social» (Enc. Fratelli tutti, 154). Una política — me pongo en su perspectiva — que se realiza como “arquitectura y artesanía de la paz” (cf. ibíd., 228-235). Para construir la paz son necesarias ambas cosas: la “arquitectura”, «en que intervienen las diversas instituciones de la sociedad» (ibíd., 231), y la “artesanía”, que debe involucrar a todos, incluso a los sectores que a menudo han sido excluidos o hechos invisibles (cf. ibíd.).

Se trata entonces, de trabajar simultáneamente a dos niveles: cultural e institucional. En el primer nivel, es importante promover una cultura de los rostros, que se ponga en el centro la dignidad de la persona, el respeto por su historia, especialmente si está herida y marginada. Y también una cultura del encuentro, en la que escuchamos y acogemos a nuestros hermanos y hermanas, con «confianza en las reservas de bien que hay en el corazón de la gente» (ibíd., 196). En el segundo nivel — el de las instituciones — es urgente favorecer el diálogo y la colaboración multilateral, porque los acuerdos multilaterales garantizan mejor que los bilaterales «el cuidado de un bien común realmente universal y la protección de los Estados más débiles» (ibíd., 174). En cualquier caso, «no nos quedemos en discusiones teóricas, tomemos contacto con las heridas, toquemos la carne de quienes sufren los daños» (ibíd., 261).

Señoras y señores, les agradezco por su visita y animo su compromiso por la paz y por una sociedad más justa y fraternal. Que Dios les conceda experimentar en su vida esa alegría que Él prometió a los constructores de paz. Gracias.

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