QUE NUESTRA VIDA SEA UN “SÍ” A DIOS: ÁNGELUS DEL 08/12/2019

El Santo Padre, refiriéndose a la Solemnidad de María Inmaculada este 8 de diciembre, que se sitúa en el contexto del Adviento, que es un tiempo de espera, dijo que, Dios cumplirá lo que ha prometido. Pero en la fiesta de hoy nos es anunciado que algo ya se ha cumplido, en la persona y en la vida de la Virgen María. “De este cumplimiento nosotros hoy consideramos el comienzo, que es incluso antes del nacimiento de la Madre del Señor. De hecho, su Inmaculada Concepción nos lleva a ese preciso momento en el que la vida de María comenzó a palpitar en el seno de su madre: ya ahí estaba presente el amor santificante de Dios, preservándolo del contagio del mal que es la herencia común de la familia humana”. Transcribimos a continuación, el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy celebramos la Solemnidad de María Inmaculada, que se coloca en el contexto del Adviento, tiempo de espera: Dios cumplirá lo que ha prometido. Pero en la fiesta de hoy nos es anunciado que algo ya se ha cumplido, en la persona y en la vida de la Virgen María. De este cumplimiento, nosotros hoy consideramos el inicio, que es incluso antes del nacimiento de la Madre del Señor. De hecho, su Inmaculada Concepción nos lleva a ese preciso momento en que la vida de María comenzó a palpitar en el seno de su madre. Ya allí estaba presente el amor santificante de Dios, preservándola del contagio del mal que es la herencia común de la familia humana.

En el Evangelio de hoy resuena el saludo del Ángel a María: “Alégrate, llena de gracia: el Señor está contigo” (Lc 1, 28). Dios la ha pensado y querido desde siempre, en su inescrutable designio, como una criatura llena de gracia, es decir, colmada de su amor. Pero para ser colmado es necesario hacer espacio, vaciarse, hacerse a un lado. Precisamente como hizo María, que supo ponerse a la escucha de la Palabra de Dios y confiarse totalmente a su voluntad, acogiéndola sin reservas en su propia vida. Tanto así que en ella la Palabra se hizo carne. Esto fue posible gracias a su “sí” al ángel que le pide su disponibilidad para convertirse en la madre de Jesús. Y María le responde: “He aquí la sierva del Señor: que se haga en mí según tu palabra” (v. 38).

María no se pierde en muchos razonamientos, no pone obstáculos al Señor, sino que con prontitud se confía y deja espacio a la acción del Espíritu Santo. Pone inmediatamente a disposición de Dios todo su ser y su historia personal, para que sean la Palabra y la voluntad de Dios las que la modelen y llevar a cabo su obra. Así, correspondiendo perfectamente al proyecto de Dios sobre ella, María se convierte en la “toda bella”, la “toda santa”, pero sin la más mínima sombra de auto-complacencia, es humilde. Ella es una obra maestra, pero permaneciendo humilde, pequeña, pobre. En ella se refleja la belleza de Dios que es todo amor, gracia, don de sí.

Me gusta también subrayar la palabra con la que María se define en su entregarse a Dios: se profesa “la sierva del Señor”. El “sí” de María a Dios asume desde el inicio la actitud del servicio, de la atención a las necesidades de los demás. Así lo atestigua concretamente el hecho de la visita a Isabel, que sigue inmediatamente a la Anunciación. La disponibilidad hacia Dios se encuentra en la disponibilidad de hacerse cargo de las necesidades del prójimo. Todo esto sin clamor u ostentación, sin buscar lugares de honor, sin publicidad, porque la caridad y las obras de misericordia no necesitan ser exhibidas como un trofeo. Las obras de misericordia se hacen en silencio, a escondidas, sin vanagloriarse de hacerlas. También en nuestras comunidades, estamos llamados a seguir el ejemplo de María, practicando el estilo de la discreción y de la acción escondida.

Que la fiesta de nuestra Madre nos ayude a hacer de toda nuestra vida un “sí” a Dios, un “sí” hecho de adoración a Él y de gestos cotidianos de amor y de servicio.

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