EL PROBLEMA NO SE RESUELVE BLOQUEANDO BARCOS: PALABRAS DEL PAPA EN SU ENCUENTRO CON REFUGIADOS (19/12/2019)

La mañana de este 19 de diciembre, el Santo Padre se reunió en el Patio del Belvedere del Vaticano, con el grupo de refugiados que llegaron a Roma desde la isla griega de Lesbos a través de los corredores humanitarios el pasado 2 de diciembre y aseguró que el problema de la migración no se resuelve ni bloqueando barcos ni permaneciendo indiferentes. “Es necesario denunciar y enjuiciar a los traficantes que explotan y maltratan a los migrantes, sin temor a revelar contubernio y complicidad con las instituciones” pero también se deben dejar de lado “los intereses económicos” para enfocarse en la persona, dijo el Papa Francisco. Compartimos a continuación el texto de su discurso, traducido del italiano:

Este es el segundo chaleco salvavidas que recibo como regalo. El primero me lo regalaron hace unos años un grupo de socorristas. Pertenecía a una niña que se ahogó en el Mediterráneo. Lo regalé después a dos subsecretarios de la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Les dije: “¡Ahí está su misión!” Con esto quise significar el imprescindible compromiso de la Iglesia en salvar las vidas de los migrantes, para después poderlos acoger, proteger, promover e integrar.

Este segundo chaleco, entregado por otro grupo de socorristas hace sólo unos días, perteneció a un migrante desaparecido en el mar el pasado julio. Nadie sabe quién era ni de dónde venía. Sólo se sabe que su chaleco fue recuperado a la deriva en el Mediterráneo Central, el 3 de julio de 2019, en determinadas coordenadas geográficas. Estamos frente a otra muerte causada por la injusticia. Sí, porque es la injusticia la que obliga a muchos migrantes a dejar sus tierras. Es la injusticia la que los obliga a atravesar desiertos y a sufrir abusos y torturas en los campos de detención. Es la injusticia la que los impulsa y los hace morir en el mar.

El chaleco “viste” a una cruz en resina coloreada, que quiere expresar la experiencia espiritual que he podido tomar de las palabras de los socorristas. En Jesucristo la cruz es fuente de salvación, «necedad para aquellos que se pierden – dice San Pablo –, pero para aquellos que se salvan, o sea para nosotros, es poder de Dios» (1Cor 1, 18). en la tradición cristiana la cruz es símbolo de sufrimiento y sacrificio y, al mismo tiempo, de redención y de salvación.

Esta cruz es transparente: se plantea como desafío para mirar con mayor atención y buscar siempre la verdad. La cruz es luminiscente: quiere centrar nuestra fe en la Resurrección, el triunfo de Cristo sobre la muerte. También el migrante desconocido, muerto con la esperanza de una nueva vida, es partícipe de esta victoria. Los socorristas me contaron cómo están aprendiendo la humanidad de las personas que logran salvar. Me revelaron cómo en cada misión redescubren la belleza de ser una única gran familia humana, unida en la fraternidad universal.

Decidí exponer aquí este chaleco salvavidas, “crucificado” sobre esta cruz para recordarnos que debemos tener abiertos los ojos, tener abierto el corazón, para recordar a todos el compromiso obligatorio de salvar toda vida humana, en deber moral que une a creyentes y no creyentes.

¿Cómo podemos no escuchar el grito desesperado de tantos hermanos y hermanas que prefieren afrontar un mar en tempestad en lugar de morir lentamente en los campos de detención libios, lugares de tortura y esclavitud indigna? ¿Cómo podemos permanecer indiferentes frente a los abusos y la violencia de son víctimas inocentes, dejándolos a merced de traficantes sin escrúpulos? ¿Cómo podemos “pasar de lado” como el sacerdote y el levita de la parábola del Buen Samaritano (cf. Lc 10, 31-32), haciéndonos así responsables de su muerte? ¡Nuestra pereza es pecado!

Agradezco al Señor por todos los que han decidido no permanecer indiferentes y hacen todo lo posible para socorrer a la víctima, sin hacerse demasiadas preguntas sobre el cómo o el por qué el pobre medio muerto ha terminado en su camino. No es bloqueando sus embarcaciones que se resuelve el problema. Se necesita comprometerse seriamente a vaciar los campos de detención en Libia, valorando y poniendo en práctica todas las soluciones posibles. Se necesita denunciar y perseguir a los traficantes que explotan y maltratan a los migrantes, sin temor de revelar contubernios y complicidades con las instituciones. Se necesita hacer a un lado los intereses económicos para que al centro esté la persona, toda persona, cuya vida y dignidad son preciosas a los ojos de Dios. Se necesita socorrer y salvar, porque todos somos responsables de la vida de nuestro prójimo, y el Señor nos pedirá cuentas al momento del juicio. Gracias.

Ahora, mirando este chaleco y mirando la cruz, cada uno en silencio haga oración.

Que el Señor los bendiga a todos ustedes.

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