QUE CRISTO SEA LUZ EN MEDIO DE LAS INJUSTICIAS: MENSAJE NAVIDEÑO DEL PAPA, PREVIO A LA BENDICIÓN “URBI ET ORBI” (25/12/2019)

Al mediodía de este 25 de diciembre, el Papa Francisco pronunció desde la logia central de la Basílica Vaticana su tradicional Mensaje navideño e impartió la Bendición “Urbi et Orbi” (a la ciudad y al mundo). “Del seno de la madre Iglesia, esta noche ha nacido nuevamente el Hijo de Dios hecho hombre. Su nombre es Jesús, que significa Dios salva. El Padre, Amor eterno e infinito, lo envió al mundo no para condenarlo, sino para salvarlo”. Con estas palabras, el Santo Padre comenzó su Mensaje de Navidad ante los fieles de Roma, los peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro y todas las personas que desde todas partes del mundo siguieron el mensaje a través de los medios de comunicación. Reproducimos a continuación, el texto completo de su mensaje, traducido del italiano:

«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz» (Is 9, 1)

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Navidad!

Del seno de la madre Iglesia, esta noche ha nacido nuevamente el Hijo de Dios hecho hombre. Su nombre es Jesús, que significa Dios salva. El Padre, Amor eterno e infinito, lo envió al mundo no para condenarlo, sino para salvarlo (cf. Jn 3, 17). El Padre lo dio, con inmensa misericordia. Lo dio para todos. Lo dio para siempre. Y Él nació, como pequeña llama encendida en la oscuridad y en el frío de la noche.

Aquel Niño, nacido de la Virgen María, es la Palabra de Dios hecha carne. La Palabra que orientó el corazón y los pasos de Abraham hacia la tierra prometida, y sigue atrayendo a quienes confían en las promesas de Dios. La Palabra que guio a los hebreos en el camino de la esclavitud a la libertad, y continúa llamando a los esclavos de todos los tiempos, también de hoy, a salir de sus prisiones. Es Palabra más luminosa que el sol, encarnada en un pequeño hijo de hombre, Jesús, luz del mundo.
Por esto el profeta exclama: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz» (Is 9, 1). Sí, hay tinieblas en los corazones humanos, pero más grande es la luz de Cristo. Hay tinieblas en las relaciones personales, familiares, sociales, pero más grande es la luz de Cristo. Hay tinieblas en los conflictos económicos, geopolíticos y ecológicos, pero más grande es la luz de Cristo.

Que Cristo sea luz para los tantos niños que padecen la guerra y los conflictos en Medio Oriente y en diversos países del mundo. Que sea consuelo para el amado pueblo sirio que todavía no ve el final de las hostilidades que han lacerado al país en este decenio. Que remueva las conciencias de los hombres de buena voluntad. Que inspire hoy a los gobernantes y a la comunidad internacional para encontrar soluciones que garanticen la seguridad y la convivencia pacífica de los pueblos de la región y ponga fin a sus indecibles sufrimientos. Que sea sostén para el pueblo libanés, para que pueda salir de la actual crisis y redescubra su vocación de ser un mensaje de libertad y de armoniosa coexistencia para todos.

Que el Señor Jesús sea luz para la Tierra Santa donde Él nació, Salvador del mundo, y donde continúa la espera de tantos que, a pesar de la fatiga pero sin desconfiar, esperan días de paz, de seguridad y de prosperidad. Que sea consolación para Irak, atravesado por tensiones sociales, y para Yemen, probado por una grave crisis humanitaria.

Que sea esperanza el pequeño Niño de Belén para todo el continente americano, en el que diversas naciones están atravesando un período de agitaciones sociales y políticas. Que reanime al querido pueblo venezolano, largamente probado por tensiones políticas y sociales y no le haga falta la ayuda que necesita. Que bendiga los esfuerzos de cuantos están haciendo lo posible para favorecer la justicia y la reconciliación y se esfuerzan para superar las diversas crisis y las muchas formas de pobreza que ofenden la dignidad de cada persona.

Que sea luz, el Redentor del mundo, para la querida Ucrania, que aspira a soluciones concretas para una paz duradera.

Que el Señor que ha nacido sea luz para los pueblos de África, donde perduran situaciones sociales y políticas que a menudo obligan a las personas a emigrar, privándolas de una casa y de una familia. Que haya paz para la población que vive en las regiones orientales de la República Democrática del Congo, martirizada por persistentes conflictos. Que sea consuelo para cuantos padecen a causa de la violencia, de las calamidades naturales o de las emergencias sanitarias. Que sea consuelo para cuantos son perseguidos a causa de su fe religiosa, especialmente los misioneros y los fieles secuestrados, y para cuantos caen víctimas de ataques por parte de grupos extremistas, sobre todo en Burkina Faso, Malí, Níger y Nigeria.

Que el Hijo de Dios, que bajó del Cielo a la tierra, sea defensa y sostén para cuantos, a causa de estas y otras injusticias, deben emigrar con la esperanza de una vida segura. Es la injusticia la que los obliga a atravesar desiertos y mares, transformados en cementerios. Es la injusticia la que los obliga a sufrir abusos indecibles, esclavitudes de todo tipo y torturas en campos de detención inhumanos. Es la injusticia la que los rechaza de lugares donde podrían tener la esperanza de una vida digna y les hace encontrar muros de indiferencia.

Que el Emmanuel sea luz para toda la humanidad herida. Que ablande nuestro corazón a menudo endurecido y egoísta y nos haga instrumentos de su amor. Que a través de nuestros pobres rostros, regale su sonrisa a los niños de todo el mundo: a aquellos abandonados y a los que han sufrido violencia. Que a través de nuestros débiles brazos, vista a los pobres que no tienen con qué cubrirse, dé el pan a los hambrientos, cure a los enfermos. Que por nuestra frágil compañía, esté cerca de las personas ancianas y solas, de los migrantes y de los marginados. Que en este día de fiesta, conceda su ternura a todos e ilumine las tinieblas de este mundo.

Queridos hermanos y hermanas:

Renuevo mi deseo de una feliz Navidad a todos ustedes, reunidos de todas partes del mundo en esta plaza, y a cuantos desde diferentes países están unidos mediante la radio, la televisión y otros medios de comunicación. Les agradezco por su presencia en este día de alegría.

Todos estamos llamados a dar esperanza al mundo, anunciando con las palabras y sobre todo con el testimonio de nuestra vida que Jesús, nuestra paz, ha nacido.

No se olviden, por favor, de orar por mí. ¡Buen almuerzo de Navidad y hasta pronto!

Comentarios