GARANTIZAR A TODOS GANARSE LA VIDA DIGNAMENTE: PALABRAS DEL PAPA A JÓVENES EMPRENDEDORES (02/12/2019)

La mañana de este 2 de diciembre, el Papa Francisco sostuvo un encuentro en la Sala Clementina con una delegación de jóvenes emprendedores procedentes de Francia, y a quienes ha hecho un llamado “para garantizar a todos la posibilidad de ganarse la vida dignamente”. El Papa Francisco comenzó su alocución subrayando el papel que como jóvenes emprendedores realizan en sus empresas y en la sociedad. También el Papa hizo evidentes las dificultades que cualquier compromiso con la justicia social enfrenta en la actualidad: “Soy consciente de que no es fácil en la vida cotidiana conciliar las exigencias de la fe y de la doctrina social de la Iglesia con las necesidades y los límites impuestos por las leyes del mercado y de la globalización” y consideró que estas dificultades son un momento “para un auténtico e insustituible testimonio cristiano”. Transcribimos a continuación, el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Señoras y señores:

Tengo el placer de darles la bienvenida a ustedes, directores de empresa y emprendedores, venidos de Francia en peregrinación para arraigarse más profundamente en la fe, a fin de atestiguarla en su vida personal y en su actividad profesional. Es para mí una alegría ver el deseo que hay en ustedes de las enseñanzas del Evangelio; en ustedes, que ocupan puestos de responsabilidad en el sector económico y social, conscientes de tener un papel que desempeñar en el futuro de nuestras sociedades y del mundo, e intencionados a comprometeros en este sentido.

Me doy cuenta de que no es fácil, en la vida cotidiana, conciliar las exigencias de la fe y de la doctrina social de la Iglesia con las necesidades y los límites impuestos por las leyes del mercado y de la globalización. Pero creo que los valores evangélicos que quieren poner en práctica en la gestión de sus empresas, así como en las múltiples relaciones que mantienen en el marco de sus actividades, brindan la oportunidad para un auténtico e insustituible testimonio cristiano. En efecto, para ustedes se trata de participar, según su condición de fieles laicos, al servicio real de Cristo, como explica el Concilio Vaticano II cuando exhorta: «Con su competencia en los asuntos profanos y con su actividad, elevada desde dentro por la gracia de Cristo,[los laicos] contribuyan eficazmente a que los bienes creados [...] sean promovidos [...] para utilidad de todos los hombres sin excepción, y sean más convenientemente distribuidos entre ellos y, a su manera, conduzcan al progreso universal en la libertad humana y cristiana» (Const. Dogm. Lumen gentium, 36).

Que esta peregrinación los ilumine en el discernimiento de las decisiones que tienen que tomar: nunca ha sido fácil ser cristiano y tener responsabilidades serias. El hecho de tomar distancia del mundo ― en lo que es contrario a Dios y a su voluntad ―; el hecho de querer transformar este mundo y salvarlo con Cristo, puede llevar a veces al martirio, como atestiguan San Pedro y San Pablo. Sin embargo, estos gloriosos testigos nos demuestran que el mensaje evangélico del que eran portadores, un mensaje aparentemente débil comparado con los poderes mundanos del poder y del dinero, no es una utopía, sino que, con la fuerza del Espíritu Santo y el apoyo de la fe de valientes discípulos misioneros, puede hacerse realidad, una realidad siempre inacabada, ciertamente, y que debe ser renovada.

Los conflictos de conciencia en las decisiones cotidianas que tienen que tomar son ― me imagino ― numerosos: por un lado, la necesidad que se les impone ― a menudo para la supervivencia de las empresas, de las personas que trabajan y de sus familias ― de conquistar mercados, aumentar la productividad, reducir los retrasos, recurrir a los artificios de la publicidad, aumentar el consumo…; y por otro, las exigencias cada vez más urgentes de la justicia social, para garantizar a todos la posibilidad de ganarse la vida dignamente. Pienso en las condiciones de trabajo, en los salarios, en las ofertas de trabajo y su estabilidad, así como en la protección del medio ambiente. ¿Cómo vivir estos conflictos con serenidad y esperanza, mientras el empresario cristiano a veces se ve llevado a acallar sus convicciones e ideales?

Un criterio de discernimiento se encuentra en la Constitución Gaudium et spes del Concilio Vaticano II, donde, con respecto a los laicos comprometidos en las realidades temporales, se dice: «A la conciencia bien formada del seglar toca lograr que la ley divina quede grabada en la ciudad terrena. De los sacerdotes, los laicos pueden esperar orientación e impulso espiritual, Pero no piensen que sus pastores están siempre en condiciones de poderles dar inmediatamente solución concreta en todas las cuestiones, aun graves, que surjan. No es ésta su misión. Cumplen más bien los laicos su propia función con la luz de la sabiduría cristiana y con la observancia atenta de la doctrina del Magisterio» (n. 43).

En la Encíclica Laudato si', a la que los remito para alimentar su oración y su reflexión, se hace una cierta valoración de la situación del mundo, de ciertos sistemas que regulan sus actividades económicas, con sus consecuencias para las personas y el medio ambiente. Es una evaluación que puede parecer a veces severa, pero que lleva ― creo yo ― a un grito de alarma por el deterioro de nuestra casa común, así como por la multiplicación de la pobreza y la esclavitud que innumerables seres humanos conocen hoy en día. Todo está conectado.

Frente a esta realidad, y siendo actores, por lo que les respecta, en los sistemas en cuestión, no tienen, ciertamente, una respuesta inmediatamente eficaz para los desafíos del mundo de hoy. En este caso, a veces pueden sentirse impotentes. Y sin embargo, tienen un papel esencial que desempeñar. Porque, incluso de forma modesta, en algunos cambios concretos de hábitos y estilo, ya sea en las relaciones con sus colaboradores directos, o mejor todavía en la difusión de nuevas culturas empresariales, es posible actuar para cambiar las cosas de forma concreta y, poco a poco, educar el mundo del trabajo a un nuevo estilo.

También tienen la oportunidad de reunirse, de trabajar juntos, de hacer propuestas a todos los niveles, de participar en las decisiones políticas. Como subrayaba el reciente Sínodo sobre la Amazonía, se trata de obrar una “conversión”. La conversión es un proceso que actúa en profundidad: quizás, aparentemente, un proceso lento sobre todo cuando se trata de convertir mentalidades, pero es el único que permite un progreso real, si se implementa con convicción y determinación a través de acciones concretas.

Finalmente, esta “conversión ecológica” no puede separarse de la conversión espiritual, que es su condición indispensable. Y cada uno es devuelto a su propia conciencia y responsabilidad. «La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo» (Enc. Laudato si', 222). Los invito, ya en su vida personal, a comprometerse en este camino de simplicidad y sobriedad (cf. ibíd.); las decisiones que tengan que tomar en su trabajo resultarán más libres y serenas, y ustedes mismos tendrán más paz y alegría. Porque «la simplicidad nos permite detenernos a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que ofrece la vida nos sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos» (ibíd.).

Gracias de nuevo por su visita. Les aseguro que hago oración por ustedes, por sus familias, por sus empresas y personal, y los encomiendo a todos ustedes al cuidado de la Virgen María. Y les pido por favor que oren por mí ¡Gracias!

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