UNA «PAZ DESARMADA Y QUE DESARME» EN LA DIPLOMACIA MUNDIAL: PALABRAS DE LEÓN XIV A LOS NUEVOS EMBAJADORES ANTE LA SANTA SEDE (06/12/2025)
Al darles la bienvenida durante el Año Jubilar de la Esperanza, les recordó su tema y destacó su llamado a recuperar «la confianza que necesitamos, en la Iglesia y en la sociedad, en nuestras relaciones interpersonales, en las relaciones internacionales y en nuestra tarea de la promoción de la dignidad de todas las personas y el respeto al don de Dios de la creación». Transcribimos a continuación el texto de su discurso, traducido del inglés:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
La paz esté con ustedes.
Sus Excelencias, damas y caballeros:
Extiendo una cordial bienvenida a cada uno de ustedes en ocasión de la presentación de las Cartas que les acreditan como Embajadores Extraordinarios y Plenipotenciarios ante la Santa Sede por parte de sus respectivos países: Uzbekistán, Moldavia, Bahrein, Sri Lanka, Pakistán, Liberia, Tailandia, Lesotho, Sudáfrica, Fiji, Micronesia, Letonia y Finlandia. Les pido que por favor transmitan mis saludos respetuosos a sus jefes de Estado, así como la seguridad de mis oraciones por ellos y sus conciudadanos.
Me alegro especialmente encontrarlos al inicio de mi pontificado y durante este Año Jubilar de la Esperanza, una celebración que llama a todos a «recuperar la confianza que requerimos, en la Iglesia y la sociedad, en nuestras relaciones interpersonales, en las relaciones internacionales, y en nuestra tarea de la promoción de la dignidad de todas las personas y el respeto al don de Dios de la creación» (Francisco, Spes non confundit, 25). Desde mis primeras palabras como Obispo de Roma, quise recordar el saludo del Señor Jesús Resucitado – «La paz esté con ustedes» (Jn 20, 19) – e invitar a todos los pueblos a perseguir lo que yo he llamado una «paz desarmada y que desarma» (cf. Urbi et Orbi, 8 de mayo 2025). La paz no es meramente la ausencia de conflicto, sino «un don activo y demandante», que se «construye en el corazón y desde el corazón»; llama a cada uno de nosotros a renunciar al orgullo y la venganza y a resistir la tentación de utilizar las palabras como armas (cf. Audiencia a los miembros del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, 16 de mayo 2025). La visión de la paz se ha vuelto cada vez más urgente, mientras que la tensión geopolítica y la fragmentación siguen profundizándose de maneras que pesan sobre las naciones y ponen en tensión los vínculos de la familia humana.
Más aún, no debemos olvidar que los pobres y marginados son quienes más sufren a partir de estas problemáticas. De hecho, «la medida de la grandeza de una sociedad se encuentra en la manera en que trata a los más necesitados» (cf. Francisco, Visita a la comunidad de Varginha, 25 de julio 2013). En mi Exhortación Apostólica Dilexi te, hice eco de la misma convicción: que nuestro mundo no puede permitirse voltear la mirada de aquellos que fácilmente son vueltos invisibles por los rápidos cambios económicos y tecnológicos.
Al respecto, quiero reafirmar que la Santa Sede no será un observador silencioso ante las graves disparidades, injusticias y violaciones a los derechos humanos fundamentales en nuestra comunidad humana y global, que está cada vez más fracturada e inclinada al conflicto. De hecho, la diplomacia de la Santa Sede, moldeada por los valores del Evangelio, está consistentemente dirigida hacia el servicio del bien de la humanidad, especialmente llamando a las conciencias y permaneciendo atenta a las voces de los pobres, los que están en situaciones vulnerables o son expulsados a los márgenes de la sociedad.
Su misión diplomática y las relaciones constructivas entre la Santa Sede y sus naciones, puede ofrecer una ayuda verdadera para enfrentar estos graves problemas. Es mi esperanza particular que nuestra cooperación también contribuya a un espíritu renovado de un compromiso multilateral en el momento en el que más se necesita, revitalizando esos cuerpos internacionales establecidos para resolver disputas entre naciones. Confío que juntos podamos subrayar las situaciones de los más necesitados, de los que muy a menudo son olvidados, y que nuestro compromiso compartido inspire a la comunidad internacional a poner los cimientos para un mundo más justo, fraterno y pacífico.
Al iniciar su misión ante la Santa Sede, les aseguro el apoyo de la Secretaría de Estado. Que su servicio ayude a abrir nuevas puertas de diálogo, fomente la unidad y haga avanzar esa paz que tan ardientemente espera la familia humana. Sobre ustedes, sus familias y los pueblos a los que representan, con gusto invoco abundantes bendiciones divinas.
Gracias.

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