TIENEN EL DON DEL TIEMPO, ÚSENLO PARA SOÑAR Y CONSTRUIR LA PAZ: PALABRAS DE LEÓN XIV EN SU ENCUENTRO CON LOS JÓVENES EN EL LÍBANO (01/12/2025)

En su Encuentro de este 1º de diciembre con jóvenes libaneses reunidos en la Plaza frente al Patriarcado Maronita de Antioquía, el Papa León XIV los invitó a buscar relaciones con raíces sólidas, como los cedros que simbolizan al país, en un mundo que parece poner plazos incluso al amor. Después de escuchar sus testimonios y responder a sus preguntas, les hizo una “promesa” de un futuro sin conflictos, un “amanecer brillante” capaz de iluminar la “noche oscura” del mundo. Compartimos a continuación el texto de su discurso, traducido del inglés:

Assalamu lakum!

Queridos jóvenes del Líbano, la paz esté con ustedes. Assalamu lakum!

Este es el saludo de Jesús Resucitado (cf. Jn 20, 19), y le da soporte a nuestro encuentro. El entusiasmo que sentimos en nuestros corazones expresa la cercanía amorosa de Dios, que nos acerca como hermanos y hermanas para compartir nuestra fe en Él y nuestra comunión mutua.

Les agradezco por su cálida recepción, así como a Su Beatitud por sus cordiales palabras de bienvenida. Extiendo un saludo especial a los jóvenes de Siria e Irak y a los libaneses que han vuelto a casa desde el extranjero. Estamos reunidos aquí para escucharnos mutuamente y para pedir al Señor que inspire nuestras decisiones futuras. Al respecto, los testimonios que Anthony, María, Elie y Joelle han compartido con nosotros realmente abren nuestros corazones y nuestras mentes.

Sus historias hablan de valentía en medio del sufrimiento. Hablan de esperanza ante la desilusión y de paz interior durante los tiempos de guerra. Son como estrellas brillantes en el cielo nocturno, ofreciéndonos un vistazo a los primeros rayos del amanecer. En todos estos conflictos, muchos de nosotros podemos reconocer nuestras experiencias, tanto buenas como malas. La historia del Líbano está entretejida con momentos gloriosos, pero también está marcada por heridas profundas que sanan lentamente. Estas heridas tienen causas que trascienden las fronteras nacionales y están entrelazadas con dinámicas sociales y políticas muy complejas. Queridos jóvenes, quizá se arrepienten de heredar un mundo roto por las guerras y desfigurado por la injusticia social. Sin embargo, hay esperanza, ¡y hay esperanza dentro de ustedes! Ustedes tienen un don que muchas veces nosotros los adultos parecemos a ver perdido. ¡Tienen esperanza! ¡Tienen tiempo! Tienen más tiempo para soñar, para planear y hacer el bien. ¡Ustedes son el presente, y el futuro ya está tomando forma en sus manos! Tienen el entusiasmo para cambiar el curso de la historia. La verdadera oposición al mal no es el mal, sino el amor – un amor capaz de curar las propias heridas al mismo tiempo que cura las heridas de los demás.

La dedicación de Anthony y María con los necesitados, la perseverancia de Elie y la generosidad de Joelle son profecías de un nuevo futuro que dará comienzo a través de la reconciliación y la ayuda mutua. Así se cumplen las palabras de Jesús: «Bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra»; «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 5-9). Queridos jóvenes, vivan a la luz del Evangelio y serán bienaventurados a los ojos del Señor.

Su patria, el Líbano, florecerá nuevamente, hermosa y vigorosa como el cedro, un símbolo de la unidad y capacidad de dar fruto del pueblo. Saben bien que la fuerza del cedro radica en sus raíces, que son generalmente del mismo tamaño que sus ramas. El número y la fuerza de las ramas corresponde al número y la fuerza de sus raíces. De la misma manera, las muchas buenas cosas que vemos en la sociedad libanesa hoy son el resultado del trabajo humilde, oculto y honesto de muchas personas de buena voluntad, de las muchas buenas raíces, que no quieren solamente hacer crecer una rama del cedro libanés, sino a todo el árbol, con toda su belleza. Tomen de las buenas raíces de aquellos dedicados a servir a la sociedad sin usarla para sus propios intereses. Con un compromiso generoso con la justicia, planeen juntos un futuro de paz y desarrollo. ¡Sean la fuente de esperanza que el país está esperando!

Al respecto, sus preguntas nos permiten trazar un camino de acción que ciertamente es desafiante, pero también emocionante.

Me preguntaron dónde encontrar un cimiento fuerte para perseverar en el compromiso con la paz. Queridos amigos, este cimiento fuerte no puede ser sólo una idea, un contrato o un principio moral. El verdadero principio de una nueva vida es la esperanza que viene de arriba: ¡es Cristo mismo! Jesús murió y resucitó para la salvación de todos. Él, el Viviente, es el fundamento de nuestra confianza, él es el testigo de la misericordia que redime al mundo de todo mal. Como San Agustín recordaba, evocando al Apóstol Pablo, «en Él se encuentra nuestra paz; de Él tomamos nuestra paz (Comentario al Evangelio de Juan, LXXVII, 3). La paz no es auténtica si es producto de intereses partidarios. Sólo es genuinamente sincera cuando hago los demás lo que quisiera que ellos hicieran conmigo (cf. Mt 7, 12). Realmente inspirado, San Juan Pablo II dijo una vez que «no hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón» (Mensaje para la 35ª Jornada Mundial de la Paz, 1º de enero 2022). Esto es realmente es cierto: el perdón lleva a la justicia, que es el fundamento de la paz.

Su segunda pregunta puede responderse justamente de la misma manera. Es verdad que vivimos en una era en que las relaciones personales son frágiles y se consumen como si fueran objetos. Incluso entre los jóvenes, los intereses personales pueden a veces tomar precedencia sobre la confianza en los demás, y cuidar a los demás es reemplazado por la propia ganancia. Actitudes como esas convierten incluso a hermosas realidades como la amistad y el amor en algo superficial, confundiéndolas con un sentido de satisfacción egoísta. Si nuestro ego está en el centro de una relación de amistad o de amor, no puede dar fruto. De manera semejante, no es amor verdadero si solo amamos temporalmente, mientras dura el sentimiento. Si el amor tiene un límite de tiempo, no es amor verdadero. De igual forma, la amistad es genuina cuando coloca el “tú” antes que el “yo”. Esta forma respetuosa y acogedora de mirar a los demás hace posible que podamos construir un “nosotros” más grande, abierto a la sociedad en su conjunto y a toda la humanidad. El amor es auténtico y puede durar para siempre sólo cuando refleja el esplendor eterno de Dios – Dios que es amor (cf. 1 Jn 4, 8). Las relaciones sólidas y fructíferas se construyen juntos en la confianza mutua, en este “para siempre” que es el corazón latiente de toda vocación a la vida familiar y a la consagración religiosa.

Queridos jóvenes, ¿qué expresa la presencia en el mundo más que cualquier otra cosa? ¡El amor, la caridad! La caridad habla un lenguaje universal, porque le habla a todos los corazones humanos. No es sólo un concepto, sino una historia revelada en las vidas de Jesús y de los santos, que nos acompañan en las pruebas de la vida. Piensen en los muchos jóvenes que, como ustedes, no se han permitido desanimarse por las injusticias y los ejemplos negativos, incluso aquellos que se encuentran dentro de la Iglesia. En cambio, han tratado de forjar nuevos caminos en búsqueda del Reino de Dios y de su justicia. ¡Construyendo sobre la fuerza que reciben de Cristo, edifiquen un mundo mejor que el que han heredado! Como jóvenes, ustedes forman relaciones con otros más fácilmente, incluso con aquellos con antecedentes culturales y religiosos distintos. La verdadera renovación que un corazón joven desea inicia con los gestos de cada día: acoger a los que están cerca y lejos, ofrecer una mano a los amigos y a los refugiados, y perdonar a los enemigos – una tarea difícil, pero necesaria.

Miremos a los muchos maravillosos ejemplos presentados por los santos. Piensen en Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, dos jóvenes que fueron canonizados en este Año Jubilar. Piensen en los muchos santos libaneses. ¡Qué singular belleza vemos en la vida de Santa Rafqa, mientras soportó años de sufrimiento por la enfermedad con fuerza y gentileza! ¡Cuántos actos de compasión realizados por el Beato Yakub El-Haddad mientras ayudaba a los abandonados y olvidados por todos!

Qué luz poderosa viene de la oscuridad en la que San Chárbel eligió retirarse, él que se ha convertido en uno de los símbolos del Líbano en el mundo. Sus ojos siempre se representan cerrados, como si velaran un misterio infinitamente más grande. A través de los ojos de San Chárbel, que se cerraron para poder ver a Dios más claramente, seguimos percibiendo la luz de Dios con mayor claridad. El canto dedicado a él es hermoso: “Oh, tú que duermes, y cuyos ojos son luz para los nuestros, en nuestros párpados un grano de incienso ha florecido”. Queridos jóvenes, que la luz divina también brille en sus ojos y que el incienso de la oración florezca. En un mundo de distracciones y vanidad, tomen tiempo cada día para cerrar sus ojos y mirar sólo a Dios. A veces Dios parece silencioso o ausente, pero se revela a quienes lo buscan en el silencio. Mientras luchan por hacer el bien, les pido que sean contemplativos como San Chárbel a través de la oración, leyendo la Sagrada Escritura, participando en la Santa Misa y pasando tiempo en adoración. El Papa Benedicto XVI dijo a los cristianos de Oriente: «Los animo a cultivar una verdadera y duradera amistad con Jesús a través del poder de la oración» (Exhortación Apostólica Post-Sinodal Ecclesia in Medio Oriente, 63).

Mis queridos amigos, María, la Madre de Dios y Madre nuestra, brilla entre todos los santos como la Más Santa. Muchos jóvenes llevan un Rosario con ellos todo el tiempo, ya sea en sus bolsillos, en su muñeca o alrededor de su cuello. ¡Qué hermoso es mirar a Jesús a través de los ojos del corazón de María! Incluso desde aquí, donde nos encontramos ahora mismo, ¡qué dulce es levantar nuestra mirada a Nuestra Señora del Líbano con esperanza y confianza!

Queridos jóvenes, quisiera dejarlos con una simple y hermosa oración atribuida a San Francisco de Asís: “Señor, hazme un instrumento de tu paz: donde hay odio, déjame sembrar amor; donde hay injuria, perdón; donde hay discordia, unidad; donde hay duda, fe; donde hay error, verdad; donde hay desesperación, esperanza; donde hay tristeza, alegría; donde hay oscuridad, luz”. Que está oración mantenga la alegría del Evangelio y el entusiasmo cristiano vivo en sus corazones. “Entusiasmo” quiere decir “tener a Dios en tu alma”. Cuando el Señor habita en nosotros, la esperanza que nos da produce fruto en el mundo. De hecho, la esperanza es una virtud “pobre”, porque se presenta con las manos vacías; sus manos siempre están libres para abrir puertas que parecen estar cerradas por la fatiga, el dolor o el desánimo.

El Señor siempre estará con ustedes y pueden estar seguros del apoyo de toda la Iglesia en los desafíos decisivos de sus vidas y en la historia de su amado país. Los encomiendo a la protección de la Madre de Dios, Nuestra Señora, que desde la cima de esta montaña mira este nuevo florecimiento. ¡Jóvenes del Líbano, crezcan fuertes como los cedros y hagan al mundo florecer con esperanza!

[Bendición]

¡Gracias a todos! ¡Shukran!

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