PREPARAR EL CORAZÓN PARA LA LLEGADA DEL REINO DE DIOS: ÁNGELUS DEL 07/12/2025
Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
El Evangelio de este segundo domingo de Adviento nos anuncia la llegada del Reino de Dios (cf. Mt 3, 1-12). Antes de Jesús, aparece en escena su precursor, Juan el Bautista. Él predicaba en el desierto de Judea diciendo: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 3, 1).
En la oración del “Padre Nuestro”, pedimos cada día: «Venga tu reino». Jesús mismo nos lo enseñó. Y con esta invocación nos orientamos hacia lo Nuevo que Dios tiene reservado para nosotros, reconocemos que el curso de la historia no está ya escrito por los poderosos de este mundo. Ponemos pensamientos y energías al servicio de un Dios que viene a reinar no para dominarnos, sino para liberarnos. Es un “evangelio”, una verdadera buena noticia, que nos motiva y nos involucra.
Es verdad, el tono del Bautista es severo, pero el pueblo lo escucha porque en sus palabras resuena la llamada de Dios a no bromear con la vida, a aprovechar el momento presente para prepararse al encuentro con Aquel que juzga con base en las obras y las intenciones del corazón, y no según las apariencias.
El mismo Juan será sorprendido por la forma en que el Reino de Dios se manifestará en Jesucristo, en la mansedumbre y la misericordia. El profeta Isaías lo compara con un renuevo: una imagen no de poder o destrucción, sino de nacimiento y novedad. Sobre ese renuevo, que surge de un tronco aparentemente muerto, comienza a soplar el Espíritu Santo con sus dones (cf. Is 11, 1-10). Cada uno de nosotros puede pensar en una sorpresa semejante que le ha ocurrido en la vida.
Es la experiencia que la Iglesia vivió con el Concilio Vaticano II, que concluía precisamente hace sesenta años: una experiencia que se renueva cuando caminamos juntos hacia el Reino de Dios, todos dispuestos a acogerlo y servirlo. Entonces no sólo germinan realidades que parecían débiles o marginales, sino que se realiza lo que humanamente se consideraría imposible. Con las imágenes del profeta: «El lobo habitará junto al cordero; el leopardo se recostará junto al cabrito; el ternero y el cachorro de león pacerán juntos y un niño pequeño los conducirá» (Is 11, 6).
Hermanas y hermanos, ¡cuánto necesita el mundo esta esperanza! Nada es imposible para Dios. Preparémonos para su Reino, hagámosle espacio. El “más pequeño”, Jesús de Nazaret, nos guiará. Él, que se puso en nuestras manos, desde la noche de su nacimiento hasta la hora oscura de su muerte en la cruz, resplandece en nuestra historia como Sol que surge. Ha comenzado un nuevo día: ¡despertemos y caminemos en su luz!
He aquí la espiritualidad del Adviento, tan luminosa y concreta. Que las luces a lo largo de las calles nos recuerden que cada uno de nosotros puede ser una pequeña luz, si acoge a Jesús, renuevo de un mundo nuevo. Aprendamos a hacerlo de María, nuestra Madre, mujer de la espera confiada y de la esperanza.

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