CATEQUESIS JUBILAR DE LEÓN XIV: JESÚS NOS REVELA UN DIOS QUE NOS INVOLUCRA EN LO COTIDIANO (06/12/2025)

En su catequesis de este 6 de diciembre, en el marco del Jubileo de la Esperanza, el Papa León XIV destacó que el tiempo de Adviento no es un período de espera pasiva, sino una invitación a participar activamente en la historia de Dios. Recordando la primera venida de Jesús y preparándonos para su regreso, el Pontífice subrayó que la Navidad nos revela un Dios que nos involucra. “Esperar es participar”, afirmó el Santo Padre, en el texto que compartimos a continuación, traducido del italiano:

Esperar es participar – Alberto Marvelli

Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos.

Hace poco entramos al periodo litúrgico del Adviento, que nos educa para poner atención a los signos de los tiempos. De hecho, nosotros recordamos la primera venida de Jesús, el Dios con nosotros, para aprender a reconocerlo cada vez que viene y para prepararnos para cuando vuelva. Entonces estaremos juntos para siempre. Juntos con Él, con todos nuestros hermanos y hermanas, con todas las demás criaturas, en este mundo finalmente redimido: la nueva creación.

Esta espera no es pasiva. De hecho, la Natividad de Jesús nos revela a un Dios que involucra: a María, a José, a los pastores, a Simeón, a Ana y más adelante Juan Bautista, los discípulos y todos los que encuentran al Señor son involucrados, son llamados a participar. Es un gran honor y una sensación vertiginosa. Dios nos involucra en su historia, en sus sueños. Esperar, entonces, es participar. El lema del Jubileo, “peregrinos de esperanza”, no es un slogan que pasará dentro de un mes. Es un programa de vida: “peregrinos de esperanza” quiere decir gente que camina y espera, pero no con una mano sobre la otra, sino participando.

El Concilio Vaticano II nos enseñó a leer los signos de los tiempos: nos dice que nadie puede lograrlo solo, sino juntos, en la Iglesia y con muchos hermanos y hermanas, se leen los signos de los tiempos. Son signos de Dios, de Dios que viene con su Reino, a través de las circunstancias históricas. Dios no está fuera del mundo, fuera de esta vida: aprendimos en la primera venida de Jesús, Dios-con-nosotros, a buscarlo entre las realidades de la vida. Buscarlo con inteligencia, corazón y con las mangas arremangadas. Y el Concilio dijo que esta misión es, de manera particular, de los fieles laicos, hombres y mujeres, porque el Dios que se encarnó viene a nuestro encuentro en las situaciones de cada día. En los problemas y bellezas del mundo, Jesús nos espera y nos involucra, nos pide que trabajemos con Él. ¡Es por ello por lo que esperar es participar!

Hoy quisiera recordar un nombre: el de Alberto Marvelli, joven italiano que vivió en la primera mitad del siglo pasado. Educado en la familia según el Evangelio, se formó en la Acción Católica, se titula en Ingeniería y se enfrenta con la vida social en el tiempo de la Segunda Guerra Mundial, que él condena firmemente. En Rímini y sus alrededores se compromete con todas sus fuerzas para socorrer a los heridos, los enfermos, los desplazados. Muchos lo admiran por esta decisión desinteresada y, después de la guerra, es elegido asesor y encargado de la comisión para el alojamiento y la reconstrucción. Así entra en la vida política activa, pero precisamente mientras se dirige en bicicleta a un mitin es atropellado por un camión militar. Tenía 28 años. Alberto nos muestra que esperar es participar, que servir al Reino de Dios da alegría incluso en medio de grandes riesgos. El mundo se vuelve mejor, si perdemos un poco de seguridad y tranquilidad para elegir el bien. Esto es participar.

Preguntémonos: ¿estoy participando en alguna buena iniciativa, que compromete mis talentos? ¿Tengo el horizonte y el anhelo del Reino de Dios, cuando realizó algún servicio? ¿O lo realizó refunfuñando, lamentándome de que todo está mal? La sonrisa en los labios es el signo de la gracia en nosotros.

Esperar es participar: este es un don que Dios nos da. Nadie salva al mundo solo. Y tampoco Dios quiere salvarlo solo: Él podría, pero no quiere, porque juntos es mejor. Participar nos hace expresar y hace más nuestro lo que al final contemplaremos para siempre, cuando Jesús vuelva definitivamente.

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