LA FRAGILIDAD NOS DEPURA Y SANTIFICA: MENSAJE DEL PAPA A SACERDOTES ANCIANOS Y ENFERMOS (17/09/2020)

En una carta firmada el pasado 13 de agosto, el Papa Francisco comparte su alegría por la realización de la Jornada de sacerdotes ancianos y enfermos de la Lombardía “a pesar de las limitaciones necesarias para afrontar la pandemia”. En su mensaje, el Santo Padre agradece a la Conferencia Episcopal Lombarda, que desde hace 6 años organiza esta jornada de oración y fraternidad, como también a la Unión Nacional Italiana de transporte de enfermos a Lourdes y santuarios internacionales (UNITALSI) y a todos los que trabajaron por el éxito del encuentro. Concluye su mensaje señalando que esta crisis mundial a causa del coronavirus, “puede ser una experiencia de purificación” para muchos y “para nuestra vida sacerdotal”. Reproducimos a continuación el texto completo de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos hermanos sacerdotes:

Me alegro de que también este año, a pesar de las limitaciones necesarias para luchar contra la pandemia, se hayan encontrado junto a sus Obispos en el Santuario de Nuestra Señora de Caravaggio.

Agradezco a la Conferencia Episcopal Lombarda que desde hace seis años organiza esta jornada de oración y fraternidad con el clero anciano y enfermo. Es hermosa esta atención de los pastores por la parte físicamente más frágil de su presbiterio. En realidad, son sacerdotes que, en la oración, en la escucha, en el ofrecimiento de los sufrimientos, cumplen un ministerio no secundario en sus Iglesias.

Agradezco a UNITALSI y a cuantos trabajan por el éxito de este encuentro. Con su compromiso concreto y con el espíritu que los anima, los voluntarios expresan la gratitud de todo el pueblo de Dios a sus ministros.

Y es sobre todo a ustedes, queridos hermanos que viven el tiempo de la vejez o la hora amarga de la enfermedad, a quienes siento la necesidad de decir gracias. Gracias por el testimonio de amor fiel a Dios y a la Iglesia. Gracias por el anuncio silencioso del Evangelio de la vida. Gracias porque son memoria viva a la cual recurrir para construir el mañana de la Iglesia.

En los últimos meses, todos hemos experimentado restricciones. Los días, transcurridos en un espacio limitado, parecían interminables y siempre iguales. Hemos sentido la falta de nuestros afectos más queridos y de los amigos; el miedo al contagio nos ha recordado nuestra precariedad. En el fondo, hemos conocido lo que algunos de ustedes, como también muchos otros ancianos, viven cotidianamente. Espero mucho que este período nos ayude a comprender que, mucho más que ocupar espacios, es necesario no perder el tiempo que se nos da; que nos ayude a disfrutar de la belleza del encuentro con el otro, a curarnos del virus de la autosuficiencia. ¡No olvidemos esta lección!

Durante el período más duro, lleno «de un silencio ensordecedor y un vacío desolador» (Momento de Oración, 27 de marzo de 2020), muchos, casi espontáneamente, elevaron su mirada al Cielo. Con la gracia de Dios, puede ser una experiencia de purificación. También para nuestra vida sacerdotal la fragilidad puede ser «como fuego del fundidor y como lejía del lavandero» (Mal 3,2) que, elevándonos a Dios, nos refina y santifica. No tengamos miedo al sufrimiento: ¡el Señor lleva la cruz con nosotros!

Queridos hermanos, encomiendo cada uno de ustedes a la Virgen María. A ella, Madre de los sacerdotes, le recuerdo en la oración a los muchos sacerdotes fallecidos a causa de este virus y a los que están enfrentando el camino de la rehabilitación.

Les mando de corazón mi bendición. Y ustedes, por favor, no se olviden de orar por mí.

Roma, San Juan de Letrán, 13 de agosto de 2020

Francisco

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