EUROPA, LLAMADA A SER PROTAGONISTA ANTE LA PANDEMIA: MENSAJE DEL PAPA AL 46º FORO EUROPEAN HOUSE – AMBROSETTI (04/09/2020)

“El escenario de hoy y mañana para las estrategias competitivas”, es el título del Foro European House – Ambrosetti que se desarrolla del 4 al 6 de septiembre, en la Villa d’Este a orilla del Lago de Como. En el mensaje enviado por el Papa Francisco recordó a los participantes que “de la experiencia de la pandemia, todos estamos aprendiendo que nadie se salva”, que estamos profundamente interconectados y “que cada elección personal recae en la vida de los demás, de los que están cerca de nosotros, pero también de los que, físicamente, están al otro lado del mundo”. “Hemos tocado la fragilidad que nos marca y nos une” expresó el Pontífice. Reproducimos a continuación, el texto del mensaje del Santo Padre, traducido del italiano:

Gentiles señores y señoras:

Saludo con amistad a todos los que participan en el Foro de la European House – Ambrosetti. Este año el debate sobre temas importantes relativos a la sociedad, la economía y la innovación requiere un compromiso extraordinario, para responder a los desafíos provocados o hechos más agudos por la actual emergencia de salud, económica y social.

De la experiencia de la pandemia todos estamos aprendiendo que ninguno de nosotros se salva solo. Hemos tocado la fragilidad de la condición humana que nos marca y nos une. Hemos comprendido mejor que cada elección personal recae en la vida del prójimo, de quien está al lado, pero también de quien, físicamente, está en otra parte del mundo. Hemos sido obligados por los acontecimientos a mirar a la cara nuestra pertenencia recíproca, nuestro ser hermanos en una casa común. No siendo capaces de volvernos solidarios en el bien y en el compartir los recursos, vivido la solidaridad del sufrimiento.

A nivel cultural general, mucho más nos ha enseñado esta prueba. Nos ha, de hecho, mostrado la grandeza de la ciencia, pero también sus límites; ha puesto en crisis la escala de valores que pone en la cima el dinero y el poder; ha replanteado – al estar en casa juntos en casa, padres e hijos, jóvenes y ancianos – alegrías y dificultades de las relaciones; ha obligado a disminuir lo superfluo e ir a lo esencial. Ha derribado las frágiles motivaciones que sostenían un cierto modelo de desarrollo. Ante un futuro que aparece incierto y lleno de desafíos, sobre todo a nivel social y económico, somos invitados a vivir el presente discerniendo lo que permanece de lo que pasa, lo que es necesario de lo que no lo es.

En esta situación, la economía, en su significado humanista de “ley de la casa del mundo”, es un campo privilegiado por su estrecha relación con las situaciones reales y concretas de cada hombre y cada mujer. Ésta puede convertirse en expresión de “cuidado”, que no excluye sino incluye, no mortifica sino vivifica, no sacrifica la dignidad del hombre a los ídolos de las finanzas, no genera violencia y desigualdad, no usa el dinero para dominar sino para servir (cf. Evangelii Gaudium, 53-60). El auténtico beneficio, de hecho, consiste en una riqueza a la que todos pueden acceder. «Lo que poseo verdaderamente es lo que sé entregar» (cf. Audiencia general, 7 de noviembre de 2018).

En esta tragedia, que aún atenaza a la humanidad entera, no bastan ni la ciencia ni la tecnología. El elemento decisivo ha sido el excedente de generosidad y valentía, llevado a la acción por tantas personas. Esto impulsa a salir del paradigma tecnocrático, entendido como único o predominante enfoque de los problemas. Paradigma basado en la lógica del dominio de las cosas, en la falsa presunción de que «existe una cantidad ilimitada de energía y de medios utilizables, que su regeneración inmediata es posible y que los efectos negativos de las manipulaciones de la naturaleza pueden ser fácilmente absorbidos» (Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 463; cf. Laudato si', 106). Ante la naturaleza o, con mayor razón, con las personas, es necesario un cambio de mentalidad que ensanche la mirada y oriente a la técnica, poniéndola al servicio de otro tipo de modelo de desarrollo, más sano, más humano, más social y más integral.

Es tiempo de un discernimiento, a la luz de los principios de la ética y el bien común, para el reinicio que todos deseamos. San Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús, usa frecuentemente tal término en sus escritos, inspirándose en la gran tradición bíblica sapiencial y, sobre todo, en las palabras de Jesús de Nazaret. Cristo invitaba a sus escuchas, y hoy a todos nosotros, a no detenerse en el aspecto externo de los fenómenos, sino a discernir sabiamente los signos de los tiempos. Para tal fin, dos son los componentes por considerar: la conversión y la creatividad.

Por un lado, se trata de vivir una conversión ecológica, para poder frenar un ritmo inhumano de consumo y producción, para aprender a entender y contemplar la naturaleza, a reconectarnos con nuestro medio ambiente real. Apuntar a una reconversión ecológica de nuestra economía, sin ceder a las presiones del tiempo, de los procesos humanos y tecnológicos, sino volviendo a relaciones vividas y no consumidas.

Por otro lado, estamos llamados a ser creativos, como los artesanos, forjando caminos nuevos y originales para el bien común. Y se puede ser creativos sólo si somos capaces de acoger el soplo del Espíritu, que impulsa a atreverse a decisiones maduras y nuevas, incluso audaces, haciéndose hombres y mujeres intérpretes de un desarrollo humano integral al que todos aspiramos. Es la creatividad del amor la que puede dar de nuevo sentido al presente para abrirlo a un futuro mejor.

Para esta conversión y esta creatividad es indispensable formar y apoyar a las nuevas generaciones de economistas y empresarios. Por esto les he invitado, del 19 al 21 de noviembre próximo, en la Asís del joven Francisco que, se despojó de todo «para elegir a Dios como estrella polar de su vida, se hizo pobre con los pobres y hermano universal. De su opción de pobreza surgió también a una visión de la economía que sigue siendo muy actual» (Carta para el evento “La economía de Francisco”, dirigida a los jóvenes economistas, empresarios y empresarias de todo el mundo, 1 de mayo de 2019). Es importante invertir en las nuevas generaciones protagonistas de la economía del mañana, formar personas disponibles a ponerse al servicio de la comunidad, de la cultura del encuentro. La economía de hoy, los jóvenes, los pobres, tienen necesidad antes que nada de su humanidad, de su fraternidad respetuosa y humilde, y sólo después de su dinero (cf. Laudato si', 129; Discurso a los participantes en el Encuentro “Economía de Comunión”, 4 de febrero de 2017).

En su Foro se ha previsto también la organización de una agenda para Europa. Han pasado 70 años desde la Declaración Schuman, del 9 de mayo de 1950, que instituía la forma embrionaria de la Unión Europea. Ahora más que nunca Europa está llamada a ser protagonista en este esfuerzo creativo para salir del embudo del paradigma tecnocrático, extendido a la política y la economía. Este esfuerzo creativo es el de la solidaridad, el único antídoto contra el virus del egoísmo, mucho más potente que el COVID-19. Si entonces se esperaba una solidaridad en la producción, hoy esta solidaridad debe extenderse al bien más precioso: la persona humana. Ésta debe ponerse en el lugar que le corresponde, es decir al centro de la educación, de la salud, de las políticas sociales y económicas. Ésta debe ser acogida, protegida, acompañada e integrada cuando, buscando un futuro de esperanza, llama a nuestras puertas.

La ciudad del futuro estará también al centro de sus reflexiones. No es casualidad que, en la Biblia, el destino de la humanidad encuentra su cumplimiento en una ciudad, la Jerusalén celestial descrita por el Libro del Apocalipsis (Cap 21-22). Una ciudad de paz, como indica su nombre, cuyas puertas están siempre abiertas a todos los pueblos; ciudad a escala humana, bella y resplandeciente; ciudad de múltiples fuentes y árboles; ciudad acogedora, donde la enfermedad y la muerte han sido vencidas. Esta meta altísima puede movilizar las mejores energías de la humanidad para la construcción de un mundo mejor. Los invito, entonces, a alzar la mirada y a tener altos ideales y grandes aspiraciones.

Deseo que estos sus días de discusión sean fecundos: que ayuden a caminar juntos, orientándose en la confusión de las voces y mensajes y poniendo atención en que nadie se pierda. Los animo a dar un mayor impulso a nuevas formas de entender la economía y el progreso, combatiendo toda marginación, proponiendo nuevos estilos de vida, dando voz a los que no la tienen.

Concluyo con un deseo que expreso a través de las palabras de un Salmo bíblico: «¡La dulzura del Señor esté con nosotros! ¡Confirma tú la acción de nuestras manos!» (Salmo 90,17)

Roma, San Juan de Letrán, 27 de agosto de 2020

Francisco

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