IDENTIFICAR NUEVAS FORMAS DE POBREZA: PALABRAS DEL PAPA A LOS MIEMBROS DEL “CÍRCULO DE SAN PIETRO” (25/09/2020)

El Santo Padre recibió al mediodía de este 25 de septiembre en la Sala Clementina, a las personas que entregan esta institución caritativa ligada a la figura del Papa. El Círculo de San Pedro, fundado en Roma en 1869, por iniciativa de un grupo de jóvenes dirigidos por el Cardenal Iacobini. Fidelidad incondicional a la Iglesia y al Romano Pontífice son el signo distintivo de esta Asociación que resume su carisma en el lema “Oración – Acción – Sacrificio”. Su actividad, organizada en varias Comisiones, se dirige a todos los sectores de la pobreza humana, intentando responder al reclamo de los necesitados. “Identificar con urgencia las nuevas formas de pobreza” y “vivir la misericordia con “imaginación” son los mandatos que el Papa Francisco encomendó este día a los miembros del Círculo de San Pedro, en el mensaje que transcribimos a continuación, traducido del italiano:

Queridos socios del Círculo de San Pietro, ¡bienvenidos!

Agradezco al nuevo presidente de la Asociación, el Marqués Niccolò Sacchetti, por las gentiles palabras que me ha dirigido, y le deseo todo lo mejor para este nuevo encargo.

Su lema es: “Oración – Acción – Sacrificio”. Estas palabras representan los tres principios cardinales en los que se basa la vida de la Asociación. En nuestro encuentro del año pasado centré mi reflexión en el primero: la oración (cf. Discurso a los miembros del Círculo de San Pietro, 19 de febrero de 2019). Este año, en cambio, me gustaría detenerme en la acción.

La pandemia, con la exigencia del distanciamiento interpersonal, los ha llamado a repensar las modalidades concretas de las obras caritativas que ordinariamente realizan en favor de los pobres de Roma. A las necesidades de las personas a las que sirven habitualmente se ha añadido la necesidad de responder a las necesidades urgentes de muchas familias, que se han encontrado de la noche a la mañana en apuros económicos. Y no hay que asustarse: habrá más y más y más, porque los efectos de la pandemia serán terribles.

A una situación excepcional no se puede dar una respuesta habitual, sino que se requiere una reacción nueva, diferente. Para ello es necesario tener un corazón que sepa “ver” las heridas de la sociedad y manos creativas en la caridad activa. Corazón que vea y manos que hagan. Estos dos elementos son importantes para que una acción caritativa pueda ser siempre fecunda.

En primer lugar es urgente identificar, en la ciudad que se está transformando rápidamente, las nuevas formas de pobreza. La pobreza, habitualmente, tiene pudor: hace falta ir a descubrir donde está…Las nuevas formas de pobreza: ustedes lo saben bien, hay muchas: pobrezas materiales, pobrezas humanas, pobrezas sociales. Está en nosotros la tarea de verlas con los ojos del corazón. Hay que saber mirar las heridas humanas con el corazón para “preocuparse de corazón” por la vida del otro. Así este ya no es sólo un extraño necesitado de ayuda, sino, antes que nada, un hermano, un hermano mendicante de amor. Y sólo cuando nos preocupamos de corazón por alguien, podemos responder a esta expectativa. Es la experiencia de la misericordia: miseri-cor-dare, dar el corazón a los míseros.

Nuestro mundo, como observaba hace cuarenta años San Juan Pablo II, «parece no dejar espacio a la misericordia» (Enc. Dives in Misericordia, 2). Cada uno de nosotros está llamado a cambiar el curso. Y esto es posible si nos dejamos tocar en primera persona por el poder de la misericordia de Dios. Lugar privilegiado para tener esta experiencia es el Sacramento de la Reconciliación. Cuando presentamos nuestras miserias al Señor, nos envuelve la misericordia del Padre. Y es esta misericordia la que estamos llamados a vivir y a dar. Siempre viene de Dios, para nosotros y los demás.

Después de haber visto las heridas de la ciudad en la que vivimos, la misericordia nos invita a tener “fantasía” en las manos. Y cuanto han hecho en este tiempo de pandemia, ¡es mucho! Aceptado el desafío de responder a una situación concreta, han sabido adaptar su servicio a las nuevas necesidades impuestas por el virus. También me gusta recordar un pequeño gran gesto que el grupo de jóvenes del Círculo tuvo con los socios más ancianos: una ronda de llamadas telefónicas para ver si todo iba bien y para hacerles un poco de compañía. Esta es la fantasía de la misericordia.

Los animo a continuar con compromiso y alegría con sus obras de caridad, siempre atentos y dispuestos a responder con audacia a las necesidades de los pobres. No se cansen de pedir esta gracia al Espíritu Santo en la oración personal y comunitaria.

Les agradezco porque son una expresión concreta de la caridad del Papa que se preocupa por las pobrezas de Roma. Por los pobres y las pobrezas. Y les agradezco por el Óbolo de San Pedro que recogen todos los años en las iglesias de la ciudad y que hoy me ofrecen.

Los encomiendo a ustedes, a sus familiares y a todas las personas que asisten diariamente, a María, Salus Populi Romani, y a la intercesión de los santos patrones de Roma, Pedro y Pablo. Y les pido que sigan orando por mí. Gracias.

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