PABLO VI Y JUAN XXIII, PASTORES SANTOS GRACIAS A SUS RAÍCES: PALABRAS DEL PAPA A PEREGRINOS DE SOTTO IL MONTE Y CONCESIO (03/06/2023)

El Papa Francisco se reunió, este 3 de junio en la Basílica Vaticana, con más de 1,000 peregrinos de Sotto il Monte y Concesio, las dos localidades lombardas que vieron nacer al Papa Roncalli y al Papa Montini, que “supieron guiar a la Iglesia en tiempos de gran entusiasmo” y de “grandes preguntas y desafíos”. Pero “Dios no hace santos en un laboratorio”, dijo el Santo Padre, y ha hecho a sus conciudadanos “cooperadores del don” de su santidad. Compartimos a continuación, las palabras del Papa traducidas del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, bienvenidos:

Es hermoso encontrarlos, a ustedes que representan las comunidades de origen de dos Papas santos, a los que el Pueblo de Dios quiere tanto: Juan XXIII y Pablo VI. Y es significativo que esto ocurra en ocasión de tres celebraciones importantes para toda la Iglesia: el 60º aniversario de la Carta Encíclica Pacem in Terris, del nacimiento al cielo del Papa Juan y de la elección del Papa Montini.

Estamos aquí juntos, entonces, para dar gracias al señor porque de sus comunidades eligió a dos Santos pastores que supieron guiar a la iglesia en tiempos de gran entusiasmo y sin embargo también de grandes preguntas y desafíos. Vivieron como protagonistas la ola de nueva vitalidad que acompañó al Concilio Vaticano II y tuvieron que enfrentar graves peligros como el terrorismo y la “guerra fría”. Y ante todo esto la historia da testimonio de que fueron “pastores según el corazón de Dios” (cf. Jer 3, 15), que supieron buscar a la oveja perdida, encontrar a la extraviada, vendar a la herida, fortalecer a la enferma, cuidar a la gorda y la fuerte, apacentar con justicia y misericordia (cf. Ez 34, 16).

Demos gracias al señor ante todo por habérnoslos regalado. Por haberlos regalado a sus comunidades como hijos y hermanos, que crecieron en sus caminos, donde dejaron las huellas de su camino de santidad, hasta el punto de que aún hoy los lugares de su presencia son meta de peregrinaje para muchos hombres y mujeres que se dirigen ahí desde Italia y el extranjero. Ellos encuentran en ustedes consuelo y apoyo, y al mismo tiempo hacen que su tierra sea más viva y rica en la fe.

Pero damos gracias al Señor también porque los ha hecho a ustedes, sus conciudadanos, cooperadores de este don. Ellos pudieron ser grandes Pastores, de hecho, primero que nada porque en su camino encontraron buenos compañeros de camino, testigos del Evangelio que les ayudaron a crecer en la fe, hasta encender en ellos la luz de la llamada. Ante todo sus familias, distintas en su extracción y contexto, pero Unidas por la misma sólida piedad cristiana, vivida por una parte en el duro trabajo del campo y por la otra en el serio compromiso cultural y social.

Hermanos y hermanas, les digo algo: Dios no hace a los santos en un laboratorio, no, los edifica en grandes construcciones, en el que el trabajo de todos, bajo la guía del Espíritu Santo, contribuye a excavar profundo, a plantar sólidos cimientos y a llevar a cabo la construcción, poniendo todo cuidado para que crezca ordenada y perfecta, con Cristo como piedra angular (cf. Ef 2, 21-22). Este es el aire que respiraron desde pequeños Angelo y Giovanni Battista en Sotto il Monte y en Concesio, con todo el bien que vino de él: ¡el que dieron y recibieron!

Demos gracias al Señor porque les dio, en sus pueblos, una tierra fértil y rica en santidad en la cual plantar las raíces y crecer, y porque hace también de ustedes, como antes de sus padres, de sus abuelos y de tantos que vivieron, amaron, trabajaron, sembraron y cultivaron, se alegraron y lloraron en sus aldeas y sus campos, un suelo bueno y generoso, en el que pequeñas semillas de bien pueden germinar y crecer para el futuro. Vienen a la mente las palabras que San Pablo dirige a su discípulo y compañero de apostolado Timoteo: «Me acuerdo [...] de tu fe sincera, que tuvieron también tu abuela Loida y tu madre Eunice, y que ahora, estoy cierto de ello, también está en ti» (2 Tim 1, 5). También San Timoteo fue un gran Pastor, y también el aprendió en la escuela de vida de su abuela y su mamá, en una familia y en una comunidad.

Atesoren siempre sus raíces. Quiero repetirlo: atesoren siempre sus raíces, no tanto para transformarlas en un blasón o en un baluarte que hay que defender, sino más bien como una riqueza que hay que compartir. La tierra se trabaja juntos, se trabaja para todos y se trabaja en paz; con la guerra, el egoísmo en la división logra solamente devastarla, como desgraciadamente estamos viendo en muchas partes del mundo y de maneras distintas. ¡Que amar sus raíces sea entonces para ustedes amar el Evangelio de Jesús y amar como Jesús amó en el Evangelio! Esto les enseña su historia de tierra y de Iglesia. Y de sus raíces viene la savia para seguir adelante, para crecer y también para dar una historia y un sentido de vida a sus hijos y sus nietos. Amen sus raíces, no separen al árbol de las raíces: no dará fruto. Busquen avanzar siempre en armonía con sus raíces, en sintonía con sus raíces.

En la peregrinación que están realizando quieren recordar también el aniversario de la Encíclica Pacem in terris. Me parece oportuno recordar en este contexto lo que San Juan XXIII afirma en ella acerca del valor de una paz fundada en la justicia, en el amor, en la verdad, en la libertad, fundada en el respeto a la dignidad de las personas y de los pueblos (cf. nn. 19-19). También estos son valores que ciertamente aprendió y conoció ante todo en los campos de Bergamo; y lo mismo es válido para San Pablo VI en las tierras de Brescia.

Sus dos capitales, Bergamo y Brescia, juntas, han sido elegidas para ser “Capital italiana de la Cultura” para 2023. Es un signo más que nos lleva en la misma dirección. La verdadera cultura se realiza, de hecho, unidos, en el diálogo y la búsqueda común y – como nos enseñó San Pablo VI – está orientada a conducir «a través de la ayuda mutua, la profundización del saber, el ensanchamiento del corazón, a una vida más fraterna en una comunidad humana verdaderamente universal» (Enc. Populorum progressio, 85). La cultura es amante de la verdad y del bien, para el hombre, para la sociedad y para la creación. Que puedan seguir cultivándola, ante todo en sus casas y sus parroquias, para llevar adelante la misión que les han encomendado los dos santos Papas a quienes dieron nacimiento.

¡Gracias, muchas gracias por haber venido! ¡Que la Virgen los acompañe y los cuide en la fe, en la esperanza y la caridad! Los bendigo a todos de corazón. ¡No olviden las raíces! Y, les pido, no se olviden tampoco de orar por mí. Gracias.

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