ES URGENTE COMBATIR EL DESAFÍO DEL MEDIO AMBIENTE: PALABRAS DEL PAPA A PROMOTORES DEL FESTIVAL “GREEN AND BLUE” (05/06/2023)

La mañana de este 5 de junio, en la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano, el Papa Francisco recibió a los promotores de la cuarta edición del Festival “Green and Blue” que se celebrara en Milán del 19 al 20 de octubre de 2023. El Santo Padre les recordó la celebración hace 50 años de la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, reiterando el objetivo de esta nueva edición, que es el de promover una gran plataforma de comunicación que sedimente y deje huella para inspirar y dar vida a soluciones concretas sobre medio ambiente de cara a este siglo. Transcribimos a continuación, el texto completo de su discurso, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas:

Han pasado más de cincuenta años desde cuando se inauguró en Estocolmo, el 5 de junio de 1972, la primera gran Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano. Ésta dio inicio a varias citas que han convocado a la comunidad internacional a preguntarse sobre cómo la humanidad está administrando nuestra casa común. Por eso el 5 de junio se ha convertido en el Día Mundial del Medio Ambiente. No olvido, cuando fui a Estrasburgo, que la entonces Presidente Hollande había invitado para recibirme a la Ministra del Medio Ambiente, la Sra. Ségolène Royal, y ahí me dijo que había escuchado que estaba escribiendo algo sobre el medio ambiente. Le dije que sí, que estaba pensando con un grupo de científicos y también con un grupo de teólogos. Y ella me dijo esto: “Por favor, publíquelo antes de la Conferencia de París”. Y así se hizo. Y París fue precisamente un hermoso encuentro, no por este documento mío, sino porque el encuentro era de alto nivel. Después de París, desafortunadamente... Y eso me preocupa.

En esta mitad de siglo han cambiado muchas cosas; basta pensar en la llegada de nuevas tecnologías, en el impacto de fenómenos transversales y mundiales como la pandemia, en la transformación de una «sociedad cada vez más globalizada [que] nos hace cercanos, pero no nos hace hermanos» [1]. Hemos asistido a una «creciente sensibilidad con respecto al medio ambiente y al cuidado de la naturaleza», madurando «una sincera y dolorosa preocupación por lo que está ocurriendo a nuestro planeta» (Enc. Laudato si’, 19) Los expertos ponen en evidencia claramente cómo las decisiones y las acciones realizadas en este diseño tendrán impactos por miles de años [2]. Se ha ampliado nuestro conocimiento sobre el impacto de nuestras acciones en nuestra casa común y en quienes la habitan y la habitarán. Esto ha hecho crecer también nuestro sentido de responsabilidad ante Dios, que nos encomendó el cuidado de la creación, ante el prójimo y ante las generaciones futuras.

«Mientras que la humanidad del período post-industrial será quizás recordada como una de las más irresponsables de la historia, es deseable que la humanidad de los inicios del siglo XXI puedo ser recordada por haber asumido con generosidad sus propias graves responsabilidades» (ibid., 165).

El fenómeno del cambio climático nos recuerda insistentemente en nuestras responsabilidades: éste afecta en particular a los más pobres y más frágiles, aquellos que menos han contribuido a su evolución. Es ante todo una cuestión de Justicia y después de solidaridad. El cambio climático nos llama también a fundamentar nuestra acción en una cooperación responsable por parte de todos: nuestro mundo es ya demasiado interdependiente y no puede permitirse ser subdividido en bloques de países que promueven sus propios intereses de manera aislada o insostenible. «las heridas causadas a la humanidad por la pandemia de COVID-19 y por el fenómeno del cambio climático son comparables a las producidas por un conflicto global» [3], donde el verdadero enemigo es el comportamiento irresponsable que ha recaído sobre todo los componentes de nuestra humanidad de hoy y de mañana. Vinieron a verme hace algunos años los pescadores de San Benedetto del Tronto, que en un año llegaron a sacar del mar doce toneladas de plástico.

Como «después de la Segunda Guerra Mundial, es necesario que hoy toda la comunidad internacional ponga como prioridad la realización de acciones colegiales, solidarias y a largo plazo» [4], reconociendo «la grandeza, la urgencia y la belleza del desafío que se nos presenta» (Laudato si’, 15). Un desafío grande, urgente y hermoso, que requiere una dinámica cohesionada y propositiva.

Se trata de un desafío “grande” y exigente, porque requiere un cambio de ruta, un decidido cambio en el actual modelo de consumo y producción, muy a menudo impregnado por la cultura de la indiferencia y el descarte, descarte del medio ambiente y descarte de las personas. Hoy vinieron los grupos de McDonalds, el restaurante, y me dijeron que han abolido el plástico y todo se hace con papel reciclable, todo... En el Vaticano está prohibido el plástico. Y hemos llegado al 93%, me han dicho, sin plástico. Son pasos, verdaderos pasos que debemos continuar. Verdaderos pasos.

Además, como ha sido señalado por muchos en el mundo científico, el cambio de este modelo es “urgente” y no puede ser pospuesto. Decía recientemente un gran científico – algunos de ustedes seguramente estaban presentes –: “Ayer nació mi nieta; no quisiera que mi nietecita dentro de treinta años se encuentra en un mundo inhabitable”. Debemos hacer algo. Es urgente, no puede posponerse. Debemos consolidar «el diálogo sobre la manera en que estamos construyendo el futuro del planeta» (ibid., 14), bien conscientes de que vivir «la vocación de ser custodios de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no constituye algo opcional y mucho menos un aspecto secundario» (ibid., 217) de nuestra experiencia de vida.

Y, además, un desafío “hermoso”, estimulante y realizable: pasar de la cultura del descarte a estilos de vida marcados por la cultura del respeto y el cuidado, cuidado de la creación y cuidado del prójimo, cercano o lejano en el espacio y el tiempo. Nos encontramos ante un camino educativo para una transformación de nuestra sociedad, una conversión tanto individual como comunitaria (cf. ibid., 219).

No faltan oportunidades e iniciativas que buscan enfrentar seriamente este desafío. Saludo aquí a los representantes de algunas ciudades de distintos continentes, que me hacen pensar en cómo este desafío debe enfrentarse, de manera subsidiaria, a todos los niveles: desde las pequeñas decisiones cotidianas hasta las políticas locales, y a las internacionales. De nuevo, debe recordarse la importancia de una cooperación responsable a todos los niveles. Necesitamos la contribución de todos. Y eso cuesta. Recuerdo que esos pescadores de San Benedetto del Tronto me decían: “Para nosotros al principio la decisión era un poco difícil, porque llevar plástico en lugar de peces no nos hacía ganar”. Pero había algo: que el amor por la creación era más grande. Entonces el plástico y los peces... Y así siguieron. ¡Pero cuesta!

Es necesario acelerar este cambio de ruta en favor de una cultura del cuidado – como se cuida a los niños –, que ponga en el centro la dignidad humana y el bien común. Y que sea alimentada por «esa alianza entre ser humano y medio ambiente que debe ser espejo del amor creador de Dios, del cual provenimos y hacia el cual estamos en camino» [5].

«No robemos a las nuevas generaciones la esperanza en un futuro mejor» [6]. Gracias por todo lo que hacen.


[1] Benedicto XVI, Carta Enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 19.

[2] cf. IPCC, Climate Change 2023 Synthesis Report, Summary for Policymakers, C. 1., p. 24.

[3] Mensaje al Presidente de la COP26, 29 octubre 2021.

[4] ibid.

[5] Benedicto XVI, Caritas in veritate, 50.

[6] Video mensaje a la Climate Ambition Summit, 12 diciembre 2020.

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