ACOMPAÑAR LA VIDA ESPIRITUAL DE LOS SACERDOTES: PALABRAS DEL PAPA A LOS SIERVOS DEL PARÁCLITO (24/06/2023)

Este 24 de junio por la mañana el Papa Francisco recibió, en audiencia en la Sala del Consistorio, a los miembros del Capítulo General de los Siervos del Paráclito. El Santo Padre recordó que ponerse “al servicio de Cristo en sus sacerdotes” significa también “compartir el particular camino de purificación que la Iglesia está viviendo a causa de los dramas de los abusos”. Reproducimos a continuación el texto pronunciado por el Papa, traducido del italiano:

Queridos hermanos, buenos días y bienvenidos:

Les encuentro en este momento significativo para su Congregación que es el Capítulo General, tiempo fuerte de diálogo entre ustedes y con el Espíritu Santo, del cual salir renovados, ante todo en el corazón, en la visión y los propósitos y, por tanto, en las iniciativas y las estructuras. Tiempo de discernimiento colegial de los signos que les llegan desde su camino y su historia.

Animados entonces por la gracia propia del Capítulo, se proponen encontrar caminos nuevos de misericordia y proximidad para realizar con fidelidad dinámica su carisma. Éste les pone junto a los sacerdotes en dificultad, para «hacer – como dicen sus Constituciones – todo posible y prudente servicio a aquellos que han recibido el sacramento del orden» (Const. 4, 2). El lema de su Instituto Pro Christo sacerdote (cf. ibid., 4, 4), resume bien su peculiar vocación: son puestos al servicio de Cristo en sus sacerdotes.

En el momento actual, esto significa también compartir el particular camino de purificación que la iglesia está viviendo debido a los dramas de los abusos. «El pecado nos deforma, y vivimos con dolor la humillante experiencia cuando nosotros mismos o uno de nuestros hermanos sacerdotes u obispos cae en el abismo sin fondo del vicio, de la corrupción o, peor aún, del crimen que destruye la vida de los demás» (Meditación al clero de Roma, 7 de marzo 2019). En una situación como esta, ser “siervos del Paráclito” les pide dedicar su vida a acompañar a algunos hermanos sacerdotes y consagrados ofreciendo a cada un camino de ascesis, de conversión y renovación espiritual y vocacional.

Con el espíritu y el estilo del buen samaritano se ponen junto a estos hermanos, compartiendo con ellos la vida y la oración cotidiana. Los insertan, sobre todo, en una comunidad, una comunidad orante, que ayude a reencontrar la armonía de vida que una crisis vocacional siempre implica.

Mientras se enfrentan las múltiples facetas de este problema, los invito a profundizar en la espiritualidad de la reparación (cf. Discurso a la Pontificia Comisión para el cuidado de los menores, 5 de mayo 2023), partiendo desde la exigencia de purificación, al servicio de la santidad de los pastores del Pueblo de Dios.

Su carisma valora en particular el esfuerzo ascético y la oración, con una índole contemplativa, que justamente sienten el deber de asumir nuevamente en plenitud. Junto con los sacerdotes que acompañan, están llamados a redescubrir la primacía de la vida espiritual, conscientes de que la madurez sacerdotal se realiza cuando el Espíritu Santo se vuelve el protagonista de la vida de los ministros ordenados (cf. Homilía en la Misa Crismal, 6 de abril de 2023). De hecho, la vida espiritual de un sacerdote crece «no cuando se salvan las formas y se cose un agujero, sino cuando se deja al Espíritu la iniciativa» (ibid.). Dejar al Espíritu la iniciativa: es Él quien lleva adelante la conversión y la armonía en la vida de un sacerdote. Los dobleces no se toleran sino son sacados a la luz, a la luz del Espíritu. Solo Él nos cura de las infidelidades (cf. Os 14, 5). Sólo Él, no hay otros métodos. El que nos cura de las infidelidades es el Espíritu Santo.

Que en el servicio, silencioso y oculto, que cada día son llamados a desempeñar, puedan ser imagen de Jesucristo, rostro de la misericordia del Padre (Bula Misericordiae vultus, 11 de abril 2015, 1), que nos revela el misterio del amor divino en su plenitud. Como nos recuerda el apóstol Pablo, «Dios demuestra su amor hacia nosotros en el hecho de que, mientras aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros» (Rom 5, 8). Que el Espíritu los ayude a mirar a cada uno con los ojos de Jesús, con su amor, con su ternura.

Queridos hermanos, les agradezco por haber venido y les deseo un buen camino como testigos del Evangelio de la misericordia. Que la Virgen María los acompañe y los proteja: mírenla a Ella para «creer en la fuerza revolucionaria de la ternura y el afecto» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 288). Los bendigo de corazón. Y por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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