SEAN FERMENTO DEL EVANGELIO Y SIGNO VIVO DE ESPERANZA: PALABRAS DEL PAPA A SEMINARISTAS DE CALABRIA (27/03/2023)

La mañana de este 27 de marzo, el Santo Padre Francisco recibió en audiencia, en la Sala Clementina, a los Obispos de la Conferencia Episcopal calabrese, junto a los Rectores, Padres espirituales, formadores y seminaristas del Seminario de Calabria, región ubicada al sur de Italia. A ellos, el Pontífice los animó a “permanecer con el Señor y hacer de Él, el fundamento de su formación y de su ministerio sacerdotal”. Transcribimos a continuación, el texto de sus palabras, traducido del italiano:

Queridos hermanos Obispos, queridos formadores y seminaristas, buenos días:

Agradezco a la Conferencia Episcopal Calabresa por haber deseado esta peregrinación a Roma con los seminaristas y me alegro de recibirlos. Gracias a S.E. Mons. Fortunato Morrone por las palabras que me dirigió. Saludo a los Rectores, a los padres espirituales y a los formadores y Obispos, por supuesto: a ustedes se les ha confiado una tarea importante, que requiere la fatiga cotidiana del acompañamiento y el discernimiento; gracias por todo el trabajo, a veces escondido y sufrido, que hacen por los seminaristas. Gracias.

Aunque su tierra a veces aparece a la vanguardia de las crónicas sacando a la luz viejas y nuevas heridas, me gusta recordar que son hijos de la antigua civilización griega y aún hoy custodian tesoros culturales y espirituales que unen a Oriente y Occidente. Homero, en la Odisea, narra que Ulises, hacia el fin de su viaje, se aproximó a una franja de tierra desde donde poder admirar la belleza de dos mares. Esto hace pensar en su tierra, Joya encajada entre el Tirreno y el Jónico. Y ella brilla también como lugar de espiritualidad, que enumera importantes santuarios, figuras de santos y ermitaños, sin contar la presencia de la comunidad greco-bizantina. Sin embargo, este patrimonio religioso correría el riesgo de permanecer solo como un bello pasado para admirar, si no hubiera aún hoy, por parte suya, un renovado compromiso común para promover la evangelización y la formación sacerdotal.

Quisiera partir de una palabra tomada del Evangelio de Juan: «Se quedaron con Él» (Jn 1, 39). Se refiere a los primeros discípulos que siguen a Jesús y nos recuerda que éste es el fundamento de todo: permanecer con el Señor y ponerlo a Él como fundamento de nuestro ministerio; de otro modo nos buscaremos sobre todo a nosotros mismos y, a un esforzándonos en cosas aparentemente buenas, será para llenar el vacío que tenemos dentro. Así oraba una ilustre figura de su tierra, el Siervo de Dios Casiodoro: «Se precipitan a la ruina todas las cosas que se alejan del amor de tu majestad. Amarte es salvarse [...] haberte perdido es morir» (Casiodoro, De anima, XVIII). Esta es su vocación: hacer camino con el Señor, el amor del Señor. Teniendo cuidado de no caer en el carrerismo, que es una peste, es una de las formas de mundanidad más terribles que podemos tener, nosotros los clérigos, el carrerismo.

Quisiera sin embargo detenerme en la pregunta inicial, que Jesús dirige a los dos discípulos cuando se da cuenta de que lo están siguiendo: «¿Qué buscan?» (v. 38). Nosotros a veces buscamos una “receta” fácil, Jesús en cambio inicia con una pregunta que nos invita a mirar hacia adentro, para verificar las razones de nuestro camino. Y hoy quisiera dirigirles a ustedes esta pregunta.

Ante todo a los seminaristas: ¿Qué buscan? ¿Cuál es el deseo que los impulsó a salir al encuentro del Señor y a seguirlo por el camino del sacerdocio? ¿Qué están buscando en el Seminario? ¿Y qué buscan en el sacerdocio? Debemos preguntárnoslo porque a veces sucede que «detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia», en realidad buscamos «la gloria humana y el bienestar personal» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 93). Es muy triste cuando encuentras sacerdotes que son funcionarios, que han olvidado ser pastores de pueblo y se han transformado en clérigos de Estado, como los de las cortes francesas, “el señor Abad”, eran clérigos de Estado. Es terrible cuando se pierde el sentido sacerdotal. Quizá buscamos el Ministerio sacerdotal como un refugio en el cual escondernos un rol para tener prestigio, en lugar de desear ser pastores con el mismo corazón compasivo y misericordioso de Cristo. Se los pregunto con las mismas palabras de uno de sus Anuarios: ¿quieren ser sacerdotes clericales que no se saben mezclar con el barro de la humanidad sufriente, o quieren ser como Jesús, signo de la ternura del Padre? Ahí está, recordémonos esto: el seminario es el tiempo en el cual enfrentar la verdad de nosotros mismos, dejando caer las máscaras, el maquillaje, las apariencias. Y en este proceso de discernimiento, dejarse trabajar por el Señor, que hará de ustedes pastores según su corazón. Porque lo contrario es enmascararse, maquillarse, aparentar, que es propio de los funcionarios, no de los pastores de pueblo sino de los clérigos de Estado.

La pregunta de Jesús, sin embargo, quisiera dirigirla también a los hermanos obispos: ¿Qué buscan? ¿Qué desean para el futuro de su tierra, qué Iglesia sueñan? ¿Y qué figura de sacerdote imaginan para su pueblo? Porque ustedes son los responsables de la formación de estos muchachos: ¿con qué figura la están formando? Este discernimiento es hoy más que nunca necesario, porque en el tiempo en que cierta cristiandad del pasado se ha desvanecido, se ha abierto ante nosotros una nueva estación eclesial, que ha requerido y aún requiere una reflexión sobre la figura y el ministerio del sacerdote. No podemos pensarlo más como es un pastor solitario, encerrado en el recinto parroquial o en grupos de pastores cerrados; es necesario unir las fuerzas y poner en común las ideas, los corazones, para enfrentar algunos desafíos pastorales que hoy son transversales a todas las Iglesias diocesanas de una región. Pienso, por ejemplo, en la evangelización de los jóvenes; en caminos de iniciación cristiana; en la piedad popular – ustedes tienen una rica piedad popular –, que necesita decisiones unitarias inspiradas en el Evangelio; pero pienso también en las exigencias de la caridad y en la promoción de la cultura de la legalidad. Esto último lo subrayo: la cultura de la legalidad. ¿Cómo están sus tribunales? ¿Cómo está el ejercicio de la justicia en su Diócesis?

Todo ello llama a formar sacerdotes que, aún proviniendo de sus propios contextos de pertenencia, sepan cultivar una visión común del territorio y tengan una formación humana, espiritual y teológica unitaria. Por ello, quisiera pedirle a usted de su obispos tomar una decisión clara sobre la formación sacerdotal: orientar todas las energías humanas, espirituales y teológicas en un único Seminario. Digo único. Pueden ser dos pero sumados: orientar hacia la unidad, con todas las variables que pueden existir pero llegar ahí. Esto no quiere decir eliminar los seminarios; vean cómo lograr esta unidad. No se trata de una decisión logística o meramente numérica, sino orientada a madurar juntos una visión eclesial y un horizonte de la vida sacerdotal, en lugar de desperdiciar las fuerzas multiplicando lugares de formación y teniendo en pie pequeñas realidades con pocos seminaristas. Un seminario de 4, 5, 10 no es un seminario, no se forman seminaristas; un seminario de 100 es anónimo, no forma a los seminaristas... Se requieren pequeñas comunidades, incluso dentro de un gran seminario, o un seminario a la medida humana; que sea el reflejo del colegio presbiteral. Es un discernimiento que no es fácil de hacer, no es fácil. Pero se debe hacer y se deben tomar decisiones sobre esto. No será Roma quien les diga qué deben hacer, porque el carisma lo tienen ustedes. Nosotros damos las ideas, las orientaciones, los consejos, pero el carisma lo tienen ustedes, El Espíritu Santo lo tienen ustedes para esto. Si Roma comenzará a tomar las decisiones sería una bofetada al Espíritu Santo, que trabaja en las Iglesias particulares.

Este proceso está iniciando en muchas partes del mundo y es natural que haya algunas resistencias y algún trabajo en cumplir este paso. Pero recordémonos que el apego a nuestra historia y a los lugares significativos de nuestra tradición no debe impedir a la novedad del espíritu el trazar senderos a recorrer, especialmente cuando el camino de la Iglesia lo requiere. El Señor nos pide la actitud de la vigilancia, para que no nos suceda “como en los días de Noé”, cuando la gente, toda ocupada en las cosas de siempre, no se dio cuenta de que llegaba el diluvio (cf. Lc 17, 26-27). ¡Necesitamos ojos abiertos y corazones atentos para captar los signos de los tiempos y mirar hacia adelante! Les pido a todos, no solo a los Obispos, les pido discernir qué quiere el Espíritu Santo para sus Iglesias. Y esto lo deben hacer los Obispos – la decisión –, pero lo deben hacer todos ustedes para decirle a los obispos lo que escuchan y cómo, las ideas... Es todo el cuerpo de la diócesis el que debe ayudar al Obispo en este discernimiento. Después él asume la responsabilidad de la decisión.

Lo digo, esto, especialmente a ustedes Obispos, que sueñan el bien de su tierra y consideran muy importante la formación de los futuros sacerdotes: por favor, ¡no se dejen paralizar por la nostalgia y no permanezcan prisioneros de los provincialismos que hacen mucho mal! Y ustedes, Obispos eméritos, no dejen que falte en el silencio y la oración su apoyo a este proceso. Digo en el silencio y en la oración porque, cuando un Pastor ha concluido su mandato, emerge su perfil espiritual y la manera en que sirvió a la Iglesia: se ve si ha aprendido a despedirse «despojándose... de la pretensión de ser indispensable» (Carta ap. Aprender a despedirse), o si sigue buscando espacios y condicionando el camino de la Diócesis. Quienes emérito está llamado a servir con gratitud a la iglesia en el mundo que se adapta a este estado suyo. No es fácil despedirse; a todos se les pide un esfuerzo para despedirse. Escribí una carta sobre ese tema que comenzaba con estas palabras: “Aprender a despedirse”, sin volver a meter la nariz, aprender a despedirse y mantener esa presencia ausente, esa presencia lejana, por la que se sabe que el Emérito está ahí pero pide por la Iglesia, está cerca pero no entra en el juego. No es fácil. Es una gracia del Espíritu aprender a despedirse.

Muy queridos todos, precisamente como hoy, el 27 de marzo de 1416, nacía su Santo Patrono, Francisco de Paula: ¡es hermoso que estén aquí precisamente en esta fecha! Sobre el lecho de muerte él dijo a sus hermanos que no tenía ningún tesoro que dejarles y los exhortó: «Ámense mutuamente y hagan todas sus cosas en caridad». Esto se espera de ustedes la Calabria: que todo se haga en caridad, en unidad, en fraternidad. Y una cosa quisiera decirles: tengan cuidado en los tribunales, porque hay muchas veces nace la corrupción. Tengan cuidado, tengan cuidado en los tribunales. Y que haya un cambio también en los tribunales.

Les agradezco por su visita. Son una hermosa comunidad y los animo a ser, para su tierra, levadura de Evangelio y signo vivo de esperanza. Caminen juntos, y que la formación sea en un único Seminario, o en dos o en tres, pero juntos, no aislados en pequeños grupitos. Esta palabra “juntos” es el mensaje, cómo hacer el conjunto véanlo ustedes que están en este camino; pero juntos, no aislados, no como tribus distintas, juntos, de la manera que ustedes elijan. Sean valientes en esta decisión, ¡sean valientes! Una cosa que me impacta aquí en Roma, sobre todo cuando debo ir al aeropuerto, es pasar frente a esas casas de formación que en cierto periodo – hablo de los años ‘60, ’70 –, el periodo en que florecían las vocaciones, eran las grandes casas de formación: hoy están todas vacías. Es difícil. Hagan un estilo de formación que esté vivo siempre y que no dependa de la exterioridad sino de la fuerza del Espíritu Santo; y sobre eso tomen decisiones con valentía, con valentía. El Señor los acompañará siempre. Juntos, en la fraternidad. ¡Y sigan adelante con confianza y alegría! Que la Virgen los acompañe y los cuide. La Virgen es madre, y las mamás saben cómo hacer, saben mejor que nosotros. Los bendigo a todos de corazón. Y por favor, no se olviden de orar por mí, ¡a favor, no en contra! Gracias.

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