LOS CORREDORES HUMANITARIOS, PUENTES SEGUROS EN BUSCA DE LA DIGNIDAD: PALABRAS DEL PAPA EN SU ENCUENTRO CON REFUGIADOS (18/03/2023)

Este 18 de marzo el Papa Francisco sostuvo un encuentro con refugiados salvados por medio de corredores humanitarios, asociaciones, comunidades y familias que han hecho posible esta iniciativa y que han acogido a cada uno de ellos. Son puentes viables, seguros para evitar la muerte en el Mediterráneo, el tráfico de personas, persecución, tortura y violencia, afirmó el Sumo Pontífice, sin embargo, agregó, aún es necesario extender este modelo, abrir más rutas legales para la migración. Compartimos a continuación, el texto pronunciado por el Papa, traducido del italiano:

Queridos amigos y amigas, buenos días y bienvenidos:

Agradezco a cuantos han intervenido para explicar la iniciativa y para dar sus testimonios. Estoy contento de encontrar a tantas personas refugiadas y a sus familias que han llegado a Italia, Francia, Bélgica y Andorra a través de los corredores humanitarios. Su realización se debe tanto a la creatividad generosa de la Comunidad de San Egidio, De la Federación de iglesias evangélicas y de la Tavola Valdese, como a la red receptora de la Iglesia italiana, en particular de Cáritas, como al esfuerzo del gobierno italiano y los gobiernos que los han recibido.

Los corredores humanitarios iniciaron en 2016 como respuesta a la situación cada vez más dramática en la ruta Mediterránea. Hoy debemos decir que esa iniciativa es trágicamente actual, más aún, más que nunca necesaria; lo atestigua desafortunadamente también el reciente naufragio en Cutro. Ese naufragio no debía ocurrir y es necesario hacer todo lo posible para que no se repita. Los corredores lanzan puentes que muchos niños, mujeres, hombres, ancianos, provenientes de situaciones muy precarias y de graves peligros, tienen finalmente recorridos en seguridad, legalidad y dignidad hasta los países que los reciben. Estos corredores atraviesan las fronteras y, aún más, los muros de indiferencia sobre los cuales a menudo se hace pedazos la esperanza de muchísimas personas, que esperan por años en situaciones dolorosas e insostenibles.

Cada uno de ustedes merece atención por la historia dura que ha vivido. En particular, quisiera recordar a quienes han pasado a través de los campos de detención en Libia; muchas veces he tenido la oportunidad de escuchar su experiencia de dolor, humillaciones y violencia. Los corredores humanitarios son una vía práctica para evitar las tragedias y los peligros ligados al tráfico de seres humanos. Sin embargo, se necesitan aún muchos esfuerzos para extender este modelo y abrir más caminos legales para la migración. Donde falta la voluntad política, los modelos eficaces como el suyo ofrecen nuevos caminos que pueden ser recorridos. Por lo demás, una migración segura, ordenada, regular y sostenible está en el interés de todos los países. Si no se ayuda a reconocer esto, el riesgo es que el miedo apague el futuro y justifiquen las barreras sobre las que se destruyen vidas humanas.

El trabajo que hacen, identificando y acogiendo a personas vulnerables, trata de responder de la manera más adecuada a un signo de los tiempos. Indica un camino a Europa, para que no se quede bloqueada, asustada, sin visión de futuro. En efecto, «la cerrazón en sí mismos o en la propia cultura nunca es el camino para volver a dar esperanza» (Discurso en la Universidad Roma Tre, 17 de febrero 2017). En realidad, la historia europea se ha desarrollado en los siglos a través de la integración de poblaciones y culturas distintas. ¡No tengamos entonces miedo del futuro!

Los corredores humanitarios no solo buscan hacer llegar a Italia y a otros países europeos a personas refugiadas, arrancándolas de situaciones de incertidumbre, peligro y esperas infinitas; trabajan también para la integración, porque no hay acogida sin integración. Al mismo tiempo, en su trabajo han aprendido que la integración no está libre de dificultades. No todos aquellos que llegan están preparados para el largo camino que les espera. Por eso es importante poner en acción cada vez más la atención y la creatividad para informar mejor aquellos que tienen la oportunidad de venir a Europa sobre la realidad que encontrarán. Y no olvidemos que las personas deben ser acompañadas desde el principio hasta el fin. Su papel termina cuando una persona está realmente integrada en nuestra sociedad. Enseña la Sagrada Escritura: «Al forastero que vive entre ustedes lo tratarán como a aquel que nació entre ustedes» (Lev 19, 34).

Saludo aquí al centenar de personas, familias, comunidades, que se han puesto a disposición generosamente para realizar este proceso virtuoso. Han abierto sus corazones y sus casas. Han apoyado con sus recursos la integración y han involucrado a otras personas. Les agradezco de corazón: ustedes representan un rostro hermoso de Europa, que se abre al futuro y paga en persona.

A ustedes, promotores de los “corredores”, a los religiosos y religiosas, a los individuos y organizaciones que han participado quisiera decirles: son mediadores de una historia de integración, no intermediarios que ganan aprovechándose de la necesidad y el sufrimiento. No son intermediarios sino mediadores, y muestren que, si se trabaja seriamente para poner las bases, es posible acoger e integrar eficazmente.

Esta historia de acogida es un esfuerzo concreto por la paz. Están presentes entre ustedes varios refugiados ucranianos; a ellos quiero decirles que el Papa no renuncia a buscar la paz, a esperar en la paz y a orar por ella. Lo hago por su país martirizado y por los demás que son afectados por la guerra; aquí, de hecho, hay muchas personas que han huido de otras guerras. Y este servicio a los pobres, a los desplazados y los refugiados es también una experiencia fuerte de unidad entre los cristianos. En efecto, esta iniciativa de los corredores humanitarios es ecuménica. Es un hermoso signo que une a hermanos y hermanas que comparten la fe en Cristo.

Saludo además con afecto a cuántos entre ustedes han pasado a través de los corredores humanitarios y que ahora viven una nueva vida. Han mostrado una firme voluntad de vivir libres del miedo y de la inseguridad. Han encontrado amigos y personas que los apoyan que hoy son para ustedes una segunda familia. Han estudiado una nueva lengua y conocido una nueva sociedad. Todo esto ha sido difícil, pero es fecundo. Lo digo también como hijo de una familia de emigrantes que hizo este camino. Su buen ejemplo y su laboriosidad ayudan a desmentir los miedos y las alarmas hacia los extranjeros. Es más, su presencia puede ser una bendición para El País en que se encuentran y del cual han aprendido a respetar las leyes y la cultura. La hospitalidad que se les ha ofrecido se ha convertido para ustedes en motivo para restituir: de hecho algunos de ustedes se comprometen en el servicio a los demás que se encuentran en necesidad.

Así, hermanos y hermanas, en esta nuestra asamblea, donde están juntos y casi se confunden los que acogen y los que son acogidos, podemos saborear la palabra del Señor Jesús: «Era extranjero y me recibieron» (Mt 25, 35). Esta palabra nos muestra a todos el camino. Un camino que hay que recorrer juntos, con perseverancia. ¡Gracias por haberlo abierto y haberlo trazado! ¡Sigan adelante! Que el señor los bendiga y la Virgen, Madre del camino, los cuide. También yo los bendigo de corazón y les pido por favor orar por mí.

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