QUE LA TEOLOGÍA ESTÉ ATENTA A LA VIDA REAL: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN ENCUENTRO TEOLÓGICO (23/03/2023)

Utilizar el “lenguaje del pueblo” y elaborar propuestas de vida moral practicables y humanizadoras para hacer accesibles los frutos de la reflexión teológica. Esta fue la invitación que el Papa Francisco dirigió a los miembros de la Pontificia Academia Alfonsiana y a los participantes en la Conferencia “San Alfonso: pastor de los últimos y Doctor de la Iglesia”, unas trescientas personas en total recibidas en la mañana de este 23 de marzo en la Sala Clementina del Palacio Apostólico. Reproducimos a continuación el texto de su intervención, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

Me alegra recibirlos al final de su congreso sobre la actualidad de la propuesta moral alfonsiana y en la víspera del 75º aniversario de fundación de su Instituto Pontificio, que celebrarán el 9 de febrero del próximo año. Agradezco al Presidente por sus palabras y saludo al Moderador General, el Rector de la Universidad Lateranense, a los docentes, a los oficiales y estudiantes, agradecido por el servicio formativo que ofrecen a la Iglesia en el ámbito de la teología moral. Quisiera saludar también a los numerosos profesores eméritos, que con su trabajo han dejado una impronta en la Alfonsiana y en la Iglesia, y a tantos ex alumnos que se han formado con ustedes y continúan dando su contribución en el Pueblo de Dios. ¡Gracias por este valioso servicio de formación!

El Concilio Vaticano II afirma que la teología moral, alimentada por la Sagrada Escritura, debe ayudar a los fieles a comprender la grandeza de su vocación de llevar al mundo la caridad de Cristo (cf. Decr. Optatam totius, 16). Toda propuesta teológico-moral tiene como último análisis este fundamento: es el amor de Dios nuestra guía, la guía de nuestras opciones personales y de nuestro camino existencial. Como consecuencia, teólogos morales, misioneros y confesores están llamados a entrar en una relación viva con el Pueblo de Dios, haciéndose cargo especialmente del grito de los últimos, para comprender sus dificultades reales, para mirar la existencia desde su punto de vista y para ofrecerles respuestas que reflejen la luz del amor eterno del Padre [1]. Fieles a la tradición alfonsiana, ustedes buscan ofrecer una propuesta de vida cristiana que, en el respeto de las exigencias de la reflexión teológica, no sea sin embargo una moral fría, una moral de escritorio, diría una moral “casuística”. Lo digo por experiencia, porque desafortunadamente yo estudié una moral “casuística” en aquel tiempo. Piensen que para nosotros estaba prohibido leer el primer libro de Häring, La ley de Cristo: “¡Es herético, no se puede leer!”. Y estudié con esa moral: “Pecado mortal si faltan dos velas en el altar, venial si sólo falta una”. Y toda la casuística así, lo digo humildemente. Gracias a Dios esto ya pasó, era una moral fría de escritorio. A ustedes se les pide una propuesta que responda a un discernimiento pastoral cargado de amor misericordioso, dirigido a comprender, perdonar, acompañar y sobre todo integrar (cf. Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia, 312). Ser eclesial supone esto: integrar.

En coherencia con la obra de San Alfonso [2], iniciaron su congreso reflexionando sobre la conciencia y el dinamismo de su formación. Este es un tema importante. De hecho, en el complejo y rápido cambio de época que estamos viviendo, solo personas dotadas con una conciencia madura serán capaces de ejercer, en la sociedad, un sano protagonismo evangélico al servicio de los hermanos.

La conciencia, por lo demás, es ante todo el lugar en el que cada hombre «está solo con Dios, cuya voz resuena en la intimidad» (Const. past. Gaudium et spes, 16). La palabra que ella dice no es suya, sino que viene de la Palabra misma del Creador, que se hizo carne para estar con los hombres [3]. Y es en su escuela, en la escuela del Verbo Encarnado, que cada uno aprende a dialogar con los demás, cultivando la aspiración por una fraternidad universal, enraizada en el reconocimiento de la dignidad inviolable de cada persona (cf. Enc. Fratelli tutti, 8; Gaudium et spes, 16).

Se detuvieron también sobre algunas cuestiones de bioética. En este campo complejo les invito a cultivar la paciencia de la escucha y la discusión, como recomienda San Alfonso para las situaciones conflictivas. No tengan miedo de escuchar. Eso será fundamental para la búsqueda de soluciones comunes, que reconozcan y garanticen el respeto de la sacralidad de toda vida, en toda condición. Un enriquecimiento decisivo vendrá después de esta escucha por la adopción de métodos de investigación transdisciplinarios (cf. Const. ap. Veritatis gaudium, 4c), que permitan acercarse a nuevos desafíos con mayores competencias y capacidades críticas, a la luz del Evangelio y de la experiencia humana (cf. Gaudium et spes, 46). Solo así se podrán elaborar, en el campo bioético, argumentos razonables y sólidos, enraizados en la fe, adaptados a conciencias adultas y responsables y capaces de inspirar el debate sociopolítico. Es necesario rehuir de dinámicas extremistas de polarización, más típicas del debate mediático que de una sana y fértil investigación científica y teológica: mejor aún apliquen el principio, siempre he indicado por San Alfonso, del “camino de en medio”, que no es un equilibrio diplomático, no, el camino de en medio es creativo, nace de una creatividad y crea. Solamente quien ha estudiado y quien se ha ejercitado en ella puede entenderlo. ¿No se trata de equilibrio?. No, este no es el camino de en medio.

La propuesta bioética debe estar atenta a los dramas reales de las personas, que a menudo se encuentran confundidas ante los dilemas morales de la vida [4]. Por eso les pido hacer accesibles los frutos de su trabajo usando el “lenguaje del pueblo” y elaborando propuestas de vida moral practicables y humanizadoras. “El lenguaje del pueblo”. Les pido, ¡no se olviden del santo pueblo fiel de Dios! Pero no a nivel de pensamiento, sino a partir de tus raíces que están en el santo pueblo de Dios; no olvides que tú fuiste tomado del rebaño, tú eres de ellos, no olvides el aire del pueblo, el pensamiento del pueblo, el sentir del pueblo. ¡Y eso no es comunismo, socialismo, no! Esto es el santo pueblo fiel de Dios que es infalible “in credendo”: no olviden eso, lo dice el Vaticano I y luego el Vaticano II. Para estar siempre de parte del ser humano concreto, usen los instrumentos de la reflexión ética para construir plataformas sólidas, que lo defiendan de la mentalidad dominante del eficientísimo y el descarte (cf. Enc. Laudato si’, 130-136).

El tercer ámbito de su congreso trató cuestiones de moral social. También en este ámbito se necesita hoy de una sólida reflexión. La crisis ambiental, la transición ecológica, la guerra, un sistema financiero capaz de condicionar la vida de las personas hasta crear nuevos esclavos, el desafío de construir fraternidad entre las personas y los pueblos: estos temas deben estimularnos a la investigación y al diálogo.

«El Señor es el fin de la historia» (Gaudium et spes, 45) y el género humano, renovado en Cristo, está destinado a crecer como familia de Dios (cf. ibid., 40). ¡Esa es la meta de nuestro trabajo! Busquemos entonces entrar con humildad y sabiduría en el tejido complejo de la sociedad en que vivimos, para conocer bien sus dinámicas y proponer a los hombres y mujeres de nuestro tiempo caminos adecuados de maduración en esta dirección (cf. Gaudium et spes, 26). Y hablo de camino, caminos adecuados, no soluciones matemáticas, caminos adecuados. Los problemas se resuelven caminando eclesialmente como pueblo de Dios. Y caminar con las personas en el estado moral en que se encuentran. Caminar con ellos y buscar una vía para resolver sus problemas, pero caminar, no sentados como doctores que con el dedo levantado condenan sin preocuparse. En los últimos años hemos enfrentado cuestiones morales graves como las migraciones y la pedofilia; hoy vemos la urgencia de llegar a otras, como las ganancias concentradas en las manos de pocos y la división de los poderes globales. Acojamos también estos desafíos con confianza, listos para «dar razón de la esperanza que está en nosotros» (cf. 1 Pe 3, 14).

En conclusión, de la Pontificia Academia Alfonsiana la Iglesia espera que sepa conciliar rigor científico y cercanía con el santo Pueblo fiel de Dios, que dé respuestas concretas a problemas reales, que acompañe y formule propuestas morales humanas, atentas a la Verdad salvífica y al bien de las personas. O sea no Alfonso fue un creador de la vida moral e hizo propuestas... “Pero es un gran teólogo”. Sí pero era capaz – en estos días escuché los cantos que me regalaron en Navidad – era capaz también de escribir esas cosas. ¿Cómo se explica? Ese es el camino, esa es la belleza del alma, la delicadeza, esa es la pertenencia al pueblo de Dios que nunca debe ser negociada, nunca. Que el Espíritu Santo los ayude a ser formadores de conciencias, maestros de esa esperanza que abre el corazón y conduce a Dios. Los bendigo de corazón, les agradezco mucho por su trabajo y les pido, por favor, orar por mí. Gracias.


[1] cf. Mensaje por el 150º aniversario de la proclamación de San Alfonso como Doctor de la Iglesia, 23 de marzo 2021

[2] cf. Especialmente Alfonso María de Liguori, Tratado sobre la conciencia.

[3] cf. B. Häring, Libres y fieles en Cristo, I, 1994, 268.

[4] cf. Discurso a los docentes y estudiantes del Alfonsianum, 9 de febrero 2019.

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