EL MIGRANTE MERECE SER ACOGIDO COMO PERSONA, NO POR LO QUE PUEDE DAR: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN ENCUENTRO SOBRE MIGRANTES (09/03/2023)

El Papa Francisco recordó su “llamado a pensar y generar un mundo abierto, contra el encierro de la sacristía, que tantas veces tenemos”, lanzado en la Encíclica Fratelli tutti, en su discurso a los participantes en la conferencia formativa de la “Cátedra de la Acogida”, recibidos la mañana de este 9 de marzo en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico. El Papa habló también de la acogida como uno de los rasgos que deben caracterizar la idea de un “mundo abierto”. El Santo Padre se alegró con la Fraterna Domus – promotora de la Cátedra – por responder a su invitación a estar abiertos a los demás, a todos, sin distinción, y por los encuentros de formación organizados “para poder operar, para poder generar acogida”, teniendo en cuenta rostros, historias y problemas concretos. Reproducimos a continuación, el texto pronunciado por el Papa, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos:

Agradezco por sus palabras a Sor Milena Pizziolo y a todos ustedes que participan en el congreso formativo de la Cátedra de la Acogida, promovida por las hermanas de la Fraterna Domus. Y quiero ante todo alegrarme con ustedes, queridas hermanas, por esta iniciativa, con la cual han puesto su carisma, su experiencia y también sus estructuras al servicio de cuantos de distintas maneras trabajan en el campo de la acogida: un ámbito rico en valores y espiritualidad, pero también atravesado por los dramas de nuestro tiempo. Les agradezco por su compromiso y agradezco también a las otras asociaciones, institutos, fundaciones y comunidades que colaboran en la Cátedra de la Acogida.

Comparto con ustedes algunas reflexiones haciendo referencia a la Encíclica Fratelli tutti (FT).

La acogida es 1 de los rasgos que caracterizan a lo que he llamado “un mundo abierto” (cf. FT, cap. III). La encíclica es un llamado a «pensar y generar un mundo abierto» (ibid.) – contra el encierro “de sacristía”, que a veces tenemos –; y ustedes responden a esta llamada: lo hacen con el trabajo que llevan adelante cada día, sin ruido, sin encender reflectores, y lo hacen también con estos encuentros formativos. De hecho, para poder operar, para poder generar acogida, es necesario también pensar en la acogida. Ese es el gran valor de momentos como éste que están viviendo, en el cual juntos profundizan los distintos aspectos: antropológico, ético, religioso, histórico, etcétera. Pero su “Cátedra” no es un laboratorio aséptico en el que se elaboran fórmulas abstractas: esos momentos de reflexión inseparable del trabajo de campo, van de la mano. Mientras escuchan y estudian, tienen presentes los rostros, las historias, los problemas concretos y los comparten con los ponentes y en los grupos de reflexión. Y eso es muy importante.

Volvamos a la Encíclica. Hay dos pasajes que me parece pueden ser particularmente interesantes para ustedes. Me concentro en ellos.

El primero lo encuentran en el capítulo tercero, bajo el título de “la progresiva apertura del amor”. Lo cito: «El amor nos hace tender hacia la comunión universal. Nadie madura ni alcanza su propia plenitud aislándose. Por su propia dinámica, el amor exige una progresiva apertura, mayor capacidad de acoger a los demás, en una aventura nunca terminada que hace converger todas las periferias hacia un sentido pleno de recíproca pertenencia. Jesús nos dijo: “ustedes son todos hermanos” (Mt 23, 8)» (FT, 95). La acogida es una expresión del amor, de ese dinamismo de apertura que nos impulsa a poner la atención en el otro, a buscar lo mejor para su vida (cf. FT, 91-94) y que en su pureza está la caridad de infundida por Dios. En la medida en que es permeada por esta actitud de apertura y acogida, una sociedad se hace capaz de integrar a todos sus miembros, incluso aquellos que por distintos motivos son “extranjeros existenciales” o “exiliados ocultos”, como a veces, por ejemplo, encontramos que son las personas con discapacidad o los ancianos (cf. FT, 97-98). Sobre este aspecto del amor la referencia fundamental es la primera encíclica de Benedicto XVI Deus caritas est (25 de diciembre 2005).

El segundo pasaje de Fratelli tutti que les propongo es el número 141. Lo cito completo: «La verdadera calidad de los distintos países del mundo se mide por esta capacidad de pensar no solo como país, sino también como familia humana, y esto se demuestra especialmente en los períodos críticos. Los nacionalismos cerrados manifiestan en definitiva esta incapacidad de gratuidad, la equivocada persuasión de poder desarrollarse al margen de la ruina de los demás y que cerrándose a los demás estarán más protegidos. El inmigrante es visto como un usurpador que no ofrece nada. Así, llega a pensarse ingenuamente que los pobres son peligrosos o inútiles y que los poderosos son generosos benefactores. Sólo una cultura social y política que comprenda la acogida gratuita podrá tener futuro». Estamos en el capítulo cuarto, titulado «Un corazón abierto a todo el mundo», ahí donde se habla de la «gratuidad que acoge» (cf. nn. 139-141). El aspecto de la gratuidad es esencial para generar fraternidad y amistad social. Para ustedes subrayó la última frase: « Sólo una cultura social y política que comprenda la acogida gratuita podrá tener futuro» (n. 141). La acogida gratuita. A menudo se habla de la aportación que los migrantes dan o pueden dar a las sociedades que los acogen. Esto es verdad y es importante. Pero el criterio fundamental no está en la utilidad de la persona, sino más bien en el valor en sí mismo que ella representa. El otro merece ser acogido no tanto por lo que tiene, por lo que puede tener, o lo que puede dar, sino por lo que es.

Siempre me ha llamado la atención, en el Antiguo Testamento, la recurrencia – en los Profetas, en los Libros históricos – de las tres personas por las que se debe tener una especial atención: la viuda, el huérfano y el migrante. Y se repite en el Deuteronomio, en el Éxodo – en el Éxodo no tanto, pero en el Deuteronomio –en el Levítico, se repite eso: la atención, el cuidado por las viudas, por los migrantes, por los huérfanos. Es recurrente. Por ejemplo: “Si estás haciendo la cosecha, no pases de nuevo: lo que queda ahí, lo que sobra ahí, déjalo para la viuda, el huérfano, el migrante”. Siempre está esto. es importante retomar esta tradición de la acogida, de la manera de acoger a aquellos que no tienen o que vive en una situación difícil.

Queridos hermanos y hermanas, les dejo estos elementos de reflexión y los animo a seguir adelante en su camino de formación, para poder vivir cada vez mejor la acogida y promover una cultura de la acogida. Que la Virgen los acompañe. De corazón los bendigo y les pido por favor orar por mí. Gracias.

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