TODOS SOMOS HIJOS DEL ÚNICO PADRE: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN CONGRESO PARA EL APOYO ECONÓMICO A LA IGLESIA (16/02/2023)

El Papa Francisco recibió la mañana de este 16 de febrero en audiencia, en la Sala Clementina del Vaticano, a los participantes en el Congreso del Servicio para la Promoción del Apoyo Económico a la Iglesia Católica, procedentes de los distintos territorios de Italia. A ellos, el Papa les dijo que “la fe en Cristo se traduce en vida y en opciones concretas” y les recordó cómo la comunidad apostólica comienza a transformar el mundo a partir del nuevo estilo de vida basado en el Evangelio. Compartimos a continuación el texto pronunciado por el Santo Padre, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos:

Agradezco al Cardenal Zuppi por sus corteses palabras y saludo a todos ustedes, que participan en el Congreso nacional sobre el tema «Tenían todo en común» (Hch 2, 44). La Asistencia en el Camino sinodal. Al llegar de distintos territorios de Italia, traen la riqueza de sus Iglesias y la responsabilidad de un servicio que encuentra sus raíces en la primera comunidad cristiana. Describiéndola, de hecho, el libro de los Hechos de los Apóstoles dice que los creyentes tenían . La fe en Cristo se traduce en la vida y en elecciones concretas, como la comunión de los bienes, la donación de las propias posesiones y la distribución de lo reunido por parte de los apóstoles en favor de los más necesitados (cf. Hch, 4, 34-35). La comunidad apostólica comienza a transformar El Mundo a partir del nuevo estilo de vida marcado por el Evangelio. Todos participan, con base en los propios talentos y también con sus posesiones, en esta “revolución evangélica”, qué hace visible a todos el amor enseñado y entregado por Jesús.

Desde entonces, las condiciones históricas de la humanidad han cambiado mucho, pero esta dinámica, gracias a Dios, aún está presente, aún incisiva en la vida de la Iglesia y, a través de ella, en la sociedad. Ella ha inspirado el actual sistema de apoyo económico a la iglesia en Italia, que ustedes llaman Asistencia y que se puede resumir en dos palabras: corresponsabilidad y participación. También en este tramo de historia nacional, desde la revisión del Concordato hasta hoy, varias cosas han cambiado. Sin embargo, estas dos palabras – corresponsabilidad y participación – mantienen toda su fuerza y actualidad y más aún, ayudan a construir una Iglesia más solidaria y más unida. Corresponsabilidad y participación.

Ser miembros del cuerpo de Cristo nos une indisolublemente al Señor y, al mismo tiempo, los une a los demás. Ahí está, entonces, la corresponsabilidad. En la Iglesia nadie debe ser sólo espectador, o peor aún, estar al margen; cada uno debe sentirse parte activa de una única gran familia. La corresponsabilidad es lo contrario a la indiferencia, como también al “sálvese quien pueda”; es el antídoto contra toda forma de discriminación, contra la tendencia a querer ser los primeros a cualquier costo, a mirarse solo a sí mismos y no a quien está a un lado. Los cristianos se ayudan mutuamente, quién es más fuerte apoya al que es más débil (cf. Rom 15, 1) – al menos debería ser así –: eso significa amar, ser comunidad y compartir lo que se tiene, incluso los bienes materiales y el dinero, para que a nadie le falte el justo sustento. De paso dije la palabra “indiferencia”. Creo que esta es la enfermedad más terrible que podemos tener: volverse indiferentes, asépticos con respecto a los problemas de los demás, como aquellos dos “eclesiásticos” que pasaron delante del pobre hombre que había sido herido por ladrones. La indiferencia: mirar, pero no ver y no querer ver.

La corresponsabilidad implica, entonces, la participación, es decir involucrarse. Como he dicho en otras ocasiones, no se puede “balconear”, es decir están en la ventana viendo la vida que pasa. Es necesario tomar la iniciativa, es necesario arriesgar, caminar, encontrar. Solo así podemos hacer crecer comunidades con el rostro de madre y un estilo de fraternidad efectiva, donde todos tienen «un solo corazón y una sola alma» (4, 32) Y entre ellos todo es común. La Asistencia es una manera concreta de expresar la participación, de hacer presente ese vínculo de amor que nos une a unos con otros. En la revelación de Jesús no existen cristianos de “Primera División” y de “Segunda División”, todos somos hijos del único Padre, hermanos y hermanas. El proceso sinodal está haciendo surgir esta toma de conciencia difusa y, al mismo tiempo, necesaria: es decir la exigencia, de hacer a un lado ciertos modelos equivocados que tienden a dividir nuestras comunidades. Miremos a la Iglesia de los orígenes: ¡se evangeliza juntos y con alegría! Sólo juntos, en la armonía de las diversidades, se puede dar testimonio de la belleza del amor que libera, que se entrega, que permite salir de las dinámicas negativas del egoísmo, de los conflictos, de las contraposiciones.

Por eso, quisiera agregar una tercera palabra: comunión. La corresponsabilidad y la participación edifican y sostienen la comunión; a su vez, ésta motiva e impulsa a participar y hacer corresponsables. Lo están experimentando en estos primeros dos años de camino sinodal dedicados a la escucha. Tengamos siempre presente la palabra del Señor: «Por esto todos sabrán que son mis discípulos: si se aman los unos a los otros» (Jn 13, 35): es el tiempo del testimonio y de hacer fructificar los dones recibidos. Hermanos y hermanas, en su servicio cotidiano, pueden plantearse esta interrogante: ¿somos signo concreto de unión y amor? Si falta la comunión, disminuye la motivación y se alimenta la burocracia.

Corresponsabilidad, participación y comunión. Son sus pilares y recuerdan las palabras clave del Sínodo: comunión, participación, misión. No es una casualidad. Además, en el tema sinodal, está el término “misión”, para recordarnos que todo en la Iglesia es para la misión; también su servicio, también la Asistencia es para apoyar comunidades misioneras. Y eso, debo decir, se ve en sus campañas: hacen transparentar la realidad de una Iglesia “en salida”, que busca asemejarse al modelo evangélico del buen samaritano.

Queridos amigos, les agradezco por su servicio. Los encomiendo a San José, que sostuvo con fe y con cuidado la vida de la Sagrada Familia. Buen trabajo para su Congreso. De corazón los bendigo a ustedes, bendigo a sus seres queridos, bendigo su trabajo. Y, por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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