DIOS NO RAZONA CON CÁLCULOS Y TABLAS, ÉL NOS AMA COMO UN ENAMORADO: ÁNGELUS DEL 12/02/2023

Al mediodía de este soleado y frío 12 de febrero, VI Domingo del Tiempo Ordinario, el Papa Francisco se asomó, como todas las semanas, a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para compartir su meditación sobre el Evangelio del día (Mt 5, 17-37). Al inicio de su reflexión, desarrolló el significado del concepto “dar cumplimiento”, al citar las palabras de Jesús: “No crean que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento”. Compartimos a continuación, el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el Evangelio de la liturgia de hoy, Jesús dice: «No crean que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento» (Mt 5, 17). Dar cumplimiento: ésta es una palabra clave para entender a Jesús y su mensaje. ¿Pero qué significa este “dar cumplimiento”? Para explicarlo, el Señor comienza diciendo lo que no es cumplimiento. La Escritura dice “no matarás”, pero para Jesús esto no basta si luego se hiere a los hermanos con las palabras; la Escritura dice “no cometerás adulterio”, pero esto no basta si luego se vive un amor ensuciado por dobleces y falsedades; la Escritura dice “no jurarás en falso”, pero no basta hacer un juramento solemne si luego se actúa con hipocresía (cf. Mt 5, 21-37). Así no hay cumplimiento.

Para darnos un ejemplo concreto, Jesús se centra en el “rito de la ofrenda”. Al hacer una ofrenda a Dios, se correspondía a la gratuidad de sus dones. Era un rito muy importante – hacer una ofrenda para intercambiar simbólicamente, digámoslo así, la gratuidad de sus dones –, tan importante que estaba prohibido interrumpirlo salvo por motivos graves. Pero Jesús afirma que hay que interrumpirlo si un hermano tiene algo contra nosotros, para ir primero a reconciliarnos con él (cf. vv. 23-24): solo entonces el rito se cumple. El mensaje es claro: Dios nos ama primero, gratuitamente, dando el primer paso hacia nosotros sin que lo merezcamos; y, entonces, nosotros no podemos celebrar su amor sin dar a nuestra vez el primer paso para reconciliarnos con quienes nos han herido. Así hay cumplimientos a los ojos de Dios, de lo contrario la observancia externa, puramente ritual, es inútil, se convierte en una ficción. En otras palabras, Jesús nos hace entender que las normas religiosas sirven, son buenas, pero son solo el inicio: para darles cumplimiento, es necesario ir más allá de la letra y vivir su sentido. Los mandamientos que Dios nos ha dado no deben encerrarse en las cajas fuertes asfixiantes de la observancia formal, de lo contrario nos quedamos en una religiosidad externa y desapegada, siervos de un “dios amo” en lugar de hijos de Dios Padre. Jesús quiere esto: que no tengamos la idea de servir a un Dios amo, sino al Padre, y por esto es necesario ir más allá de la letra.

Hermanos y hermanas, este problema no existía solo en tiempos de Jesús, existe también hoy. A veces, por ejemplo, se escucha decir: “Padre, no he matado, no he robado, no he hecho daño a nadie...”, como diciendo: “Estoy bien”. Ahí está la observancia formal, que se conforma con el mínimo indispensable, mientras que Jesús nos invita al máximo posible. Es decir, Dios no razona con cálculos y tablas; Él nos ama como un enamorado: ¡no al mínimo, sino al máximo! No nos dice: “Te amo hasta cierto punto”. No, el amor verdadero nunca llega hasta un punto determinado y nunca se siente satisfecho; el amor va siempre más allá, no puede hacer menos. El Señor nos lo mostró dándonos la vida en la cruz y perdonando a sus asesinos (cf. Lc 23, 34). Y nos ha confiado el mandamiento que más aprecia: que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado (cf. Jn 15, 12). ¡Este es el amor que da cumplimiento a la Ley, a la fe, a la verdadera vida!

Así, hermanos y hermanas, podemos preguntarnos: ¿cómo vivo yo la fe? ¿Es una cuestión de cálculos, de formalismos, o es una historia de amor con Dios? ¿Me conformo solamente con no hacer el mal, con mantener “la fachada”, o intento crecer en el amor a Dios y a los demás? Y de vez en cuando ¿me confronto a mí mismo con el gran mandamiento de Jesús, me pregunto si amo a mi prójimo como Él me ama? Porque tal vez somos inflexibles para juzgar a los demás y nos olvidamos de ser misericordiosos, como Dios lo es con nosotros.

Que María, que observó perfectamente la Palabra de Dios, nos ayude a dar cumplimiento a nuestra fe y a nuestra caridad.

Comentarios