MIREN A LOS OJOS DEL QUE SUFRE Y CUIDEN DE ÉL: PALABRAS DEL PAPA A MIEMBROS DE LA PASTORAL DE LA SALUD DE ROMA (09/02/2023)

Con ocasión de la Jornada Mundial del Enfermo, que tendrá lugar el próximo 11 de febrero y que este año tiene como tema el lema evangélico “Cuiden de él”, el Papa Francisco se reunió este 9 de febrero en la Sala Clementina, con los representantes del Área Médica de la Oficina de Pastoral de la Salud de la Diócesis de Roma. El Papa subrayó, a la luz de la Palabra de Dios, tres actitudes que considera importantes para llevar a cabo su trabajo, el cual – aseguró – realizan con una dinámica bien definida: “transformando la experiencia del sufrimiento en cercanía al dolor ajeno, superando la tentación de la cerrazón, levantando la cabeza, doblando las rodillas y extendiendo las manos”. Compartimos a continuación, el texto pronunciado por el Santo Padre, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos:

Agradezco a la Dra. Edith Aldama por las palabras que me dirigió a nombre de su área de responsabilidad, expresión de la Pastoral de la Salud de la Diócesis de Roma. Y agradezco a los Obispos Paolo Ricciardi y Benoni Ambarus, y a todos aquellos que colaboran en este ámbito.

Nos encontramos en el contexto de la Jornada Mundial del Enfermo, que en este año, que en el curso del camino sinodal, tiene como tema la frase evangélica «Cuida de él» (Lc 10, 35). Son las palabras que, en el Evangelio de Lucas (cf. Lc 10, 25-37), el buen samaritano dirige al posadero, a quien encomienda al hombre herido que él mismo a socorrido. Pensemos nuevamente en esta escena: hay un hombre que fue agredido por ladrones y yace al borde del camino; la indiferencia y la insensibilidad de los que pasan lo convierten en un excluido, un ignorado. En un cierto punto uno se detiene y lo socorre: es un samaritano. Viéndolo bien, tanto el hombre agredido como el samaritano llevan heridas: el primero tiene las producidas por la violencia de quien lo atacó, el segundo tiene las heridas de los ojos despreciativos de quien ve en él solo a un extranjero indeseable. Sin embargo, gracias a la sensibilidad del que sufre por los que sufren, de su encuentro nace una historia de solidaridad y esperanza [1] que derrumban los muros del aislamiento y el miedo.

Su obra, queridos amigos, nació gracias a esta dinámica: de haber sabido transformar la experiencia del sufrimiento en cercanía al dolor de los demás, superando la tentación de las cerrazón, levantando de nuevo la cabeza, doblando las rodillas y tendiendo las manos. Con ustedes quisiera entonces subrayar, a la luz de la Palabra de Dios, tres actitudes importantes de este camino: primero, acercarse al que sufre; segundo, dar voz a los sufrimientos que no se escuchan; tercero, hacerse fermento de caridad que involucra.

Recordemos ante todo qué importante es acercarse al que sufre, ofreciendo escucha, amor y acogida. Pero para hacer eso es necesario aprender a ver, en el dolor del hermano, una “señal de prioridad”, que en el fondo del corazón nos impone detenernos y no nos permite ir más allá. Esta es una sensibilidad que aumenta en la medida en que más nos dejamos involucrar por el encuentro con el que sufre. Y caminar juntos así nos ayuda a todos a captar el sentido más verdadero de la vida, que es el amor.

Es importante, después, dar voz al sufrimiento que no se escucha de quien, en la enfermedad, es dejado solo, privado de apoyo económico y moral, fácilmente expuesto a la desesperación y a la pérdida de la fe, como puede ocurrirle a quien está afectado por la fibromialgia y el dolor crónico. Lancemos un desafío a nuestras ciudades, a veces desiertas de humanidad y sordas a la compasión. Sí, muchas veces nuestras sociedades son así. Acojamos el grito de quienes sufren y actuemos de manera que sea escuchado. No lo dejemos encerrado en una sala y mucho menos permitamos que se vuelva simplemente “noticia”: hagámosle lugar dentro de nosotros y apliquémoslo con nuestra implicación personal y concreta.

Y llegamos a la tercera actitud: hacerse fermento de caridad quiere decir “hacer red”. ¿De qué manera? Simplemente compartiendo un estilo de gratuidad y reciprocidad, porque todos estamos necesitados y todos podemos dar y recibir algo, aunque sea solo una sonrisa. Y eso hace crecer en torno a nosotros una “red” que no captura sino libera, una red hecha de manos que se estrechan, de brazos que trabajan juntos, de corazones que se unen en la oración y la compasión. Incluso en medio de las olas más violentas, esta red se estira pero no se rompe y permite arrastrar a la orilla a quien corre el riesgo de permanecer sumergido y ahogarse. Y no olvidemos que el ejemplo de quien toma la iniciativa ayuda también a otros a encontrar el valor de dejarse involucrar, como demuestra su presencia aquí: enfermos, trabajadores de la salud y miembros del mundo del deporte, unidos en un compromiso común por el bien de las personas. Hacer red es trabajar juntos como miembros de un cuerpo (cf. 1 Cor 12, 12-27). El sufrimiento de uno se convierte en sufrimiento de todos y la contribución de cada uno es acogida por todos como una bendición.

Queridos amigos, estar cerca de quien se encuentra en el dolor no es fácil, ustedes lo saben bien. Por eso les digo: ¡no se desanimen! Y si encuentran obstáculos o incomprensiones, miren a los ojos al hermano, a la hermana que sufre y recuerden las palabras del buen samaritano: «Cuida de él». ¡En ese rostro es Jesús mismo quien los mira, Él que quiso compartir nuestra debilidad, nuestra fragilidad hasta morir por nosotros y que, resucitado, nunca nos abandona! Es en Él que encontramos la fuerza para no rendirnos, incluso en los momentos más difíciles.

La última palabra es para ustedes, hermanos y hermanas enfermos. Es su sufrimiento vivido con fe, el que nos ha reunido aquí hoy, para compartir este momento importante. En la fragilidad ustedes están cerca del corazón de Dios. Entender las fragilidades, acariciarlas fragilidades, confortar las fragilidades: ese es el camino que debemos hacer. Pido por ello, a ustedes enfermos, su oración, para que crezcan entre nosotros la proximidad a quienes sufren y el compromiso concreto en la caridad y para que ningún grito de dolor siga permaneciendo sin ser escuchado. De corazón los bendigo a todos ustedes, bendigo su trabajo y su compromiso pastoral. Y por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.


[1] cf. Mensaje para la XXXI Jornada Mundial del Enfermo 11 de febrero 2023 (10 de enero 2023).

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