QUE LOS INTERESES PARTIDISTAS NO OBSTACULICEN LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS: PALABRAS DEL PAPA A SACERDOTES Y MONJES DE LAS IGLESIAS ORTODOXAS ORIENTALES (23/02/2023)

La mañana del 23 de febrero, el Santo Padre se reunió en la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano con jóvenes sacerdotes y monjes de las Iglesias ortodoxas. En el discurso entregado y no pronunciado a causa de un fuerte resfriado, el Papa explica las tres dimensiones del camino ecuménico. Además, el Pontífice dirige su mirada a las víctimas del terremoto en Siria y Turquía y pide a la comunidad internacional que actúe por el bien de estas poblaciones. Transcribimos a continuación el texto entregado por el Santo Padre, traducido del italiano:

Queridos hermanos:

Los saludo con alegría en el Señor. Me alegra recibirlos para la tercera edición de esta hermosa iniciativa de visitas a Roma de jóvenes sacerdotes monjes de las Iglesias ortodoxas orientales. ¡Son bienvenidos! Este año han llegado aquí al inicio de la Cuaresma, itinerario que los cristianos recorren en preparación a la Pascua de Cristo, corazón de nuestra fe. Me viene a la mente otro camino: el que dos discípulos hicieron junto al Resucitado precisamente el día de Pascua (cf. Lc 24, 13-35). Ese camino hacia Emaús puede en un cierto sentido simbolizar el camino ecuménico de los cristianos hacia la plena comunión. Veo de hecho puntos en común entre los dos trayectos, tres elementos que quisiera compartir con ustedes hoy.

El primero es que, si los cristianos caminamos juntos, como hacían los dos discípulos de Emaús, serán acompañados por Cristo, que afianzará, motivará y llevará a cumplimiento su recorrido. De hecho, Jesús alcanza a esos dos discípulos, afectados y desorientados, a lo largo del camino; se acerca a ellos de incógnito, haciéndose un viajero con ellos. Entonces el trayecto se convierte en una peregrinación. Es verdad, la tristeza y el replegarse sobre sí mismos impidieron a sus ojos reconocerlo (cf. v. 16); de manera similar el desánimo y la auto referencialidad impiden a los cristianos de confesiones distintas ver lo que los une, reconocer a Aquel que los une. Entonces, como creyentes debemos creer que, cuanto más caminamos juntos, más seremos acompañados misteriosamente por Cristo, porque la unidad es una peregrinación común.

Dice el Evangelista que esos dos discípulos «conversaban entre ellos de todo lo que había pasado», « conversaban y discutían entre sí» (vv. 14-15). Este es el segundo elemento, el diálogo: diálogo de la caridad, diálogo de la verdad, diálogo de la vida, para retomar las 3 tipologías indicadas por el Vademécum ecuménico del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. El diálogo de los peregrinos de Emaús lleva al diálogo con Jesús, que se convierte para ellos en exégeta; con base en sus conversaciones, Cristo habla a sus corazones, los tranquilizan, los hace arder explicando en todas las escrituras lo que se refiere a Él (cf. v. 27). Esto nos muestra que el diálogo entre los cristianos se funda en la Palabra de Dios, que el señor Jesús nos hace comprender con la luz de su Espíritu.

Peregrinar juntos y dialogar; llegamos al tercer elemento: el Evangelista explica que cuando los discípulos se acercaron a Emaús, Jesús «hizo como si tuviera que ir más lejos» (v. 28). El Señor no impone su presencia, pero los discípulos le piden quedarse: «Quédate con nosotros porque se hace de noche y el día ya está terminando» (v. 29). Quisieron estar junto a Cristo. No se fue cada uno a su casa, sino que quisieron prolongar la compañía con Jesús y entre ellos, lo pidieron, insistieron. Este es el tercer elemento: es necesario desear la unidad con la oración, con todo el corazón y las fuerzas, con insistencia, sin cansarse. Porque, si el deseo de la unidad se apaga, no basta con caminar y dialogar: todo se vuelve algo que debe hacerse y formal. Si en cambio el deseo impulsa a abrir las puertas a Cristo junto al hermano, todo cambia. La Escritura recuerda que Jesús no parte el pan con los discípulos que renuncian y están desunidos; está en ellos invitarlo, acogerlo, desearlo juntos. Esto es quizá lo que hoy más falta a los cristianos de las distintas confesiones: un deseo ardiente de unidad, que esté antes que los intereses particulares.

Queridos hermanos, la unidad es peregrinación, la unidad es diálogo, la unidad es deseo. Si vivimos estas tres dimensiones del camino ecuménico, entonces, como aquellos discípulos, llegaremos a reconocer juntos a Cristo al partir el pan y nos beneficiaremos de la comunión con Él en la misma mesa eucarística (cf. vv. 30-31). Y, como los dos de Emaús volvieron corriendo a Jerusalén para relatar con alegría y asombro lo que habían experimentado, así también nosotros podremos dar testimonio de manera creíble del Crucificado Resucitado, «para que el mundo crea» (Jn 17, 21). Queridos hermanos, se pusieron en viaje para venir aquí. Les agradezco por eso. En su peregrinaje a Roma espero que puedan advertir la presencia viva del Resucitado, que nuestra comunión crezca en el diálogo fraterno, que se renueve en cada uno un deseo ardiente de unidad.

Que el Señor los bendiga y la Madre de Dios los proteja. Les pido que lleven mi saludo a sus Obispos e Iglesias. Cada uno de ustedes viene de la atribulada Siria; quisiera expresar una cercanía particular a ese querido pueblo, puesto a prueba, además de por la guerra, por el terremoto que, como en Turquía, ha provocado muchas víctimas y terribles devastaciones. Ante el sufrimiento de tantos inocentes, niños, mujeres, madres, familias, espero que se haga todo lo posible por la gente, que no haya razones o sanciones que obstaculicen las urgentes y necesarias ayudas a la población.

Queridos hermanos, les agradezco y los llevo en la oración; les pido, por favor, no olvidarse de mí dirigiéndose al Señor. Si les parece bien, ahora podemos rezar juntos, cada quien en su propia lengua, el Padre Nuestro.

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