SEAN CONCIENCIA DE LA PAZ EN EL MUNDO: PALABRAS DEL PAPA EN LA INAUGURACIÓN DEL AÑO JUDICIAL DEL TRIBUNAL DEL ESTADO DE LA CIUDAD DEL VATICANO (25/02/2023)

La mañana de este 25 de febrero el Papa Francisco recibió en audiencia, en el Aula de las Bendiciones, a los Magistrados del Tribunal del Estado de la Ciudad del Vaticano, entre los que estuvieron presentes también varios representantes de los más altos tribunales del Estado italiano. El objetivo de este encuentro fue el de “contribuir a favorecer el conocimiento y el diálogo entre personas comprometidas en el mundo de las instituciones y, en particular, de la justicia”. El Papa les recordó que el tiempo transcurrido desde su último encuentro ha estado desgraciadamente marcado por graves e imprevistos acontecimientos, que han provocado profundas laceraciones. Transcribimos a continuación, el texto completo de su intervención, traducido del italiano:

Ilustres señoras y señores:

Me alegra encontrarlos para la inauguración del 94º año judicial del Tribunal del Estado de la Ciudad del Vaticano y les dirijo a todos ustedes mi saludo cordial.

Agradezco por su presencia al Sr. Ministro de Justicia Carlos Nordio y al Subsecretario de la Presidencia del Consejo Alfredo Mantovano.

Saludo al Presidente del Tribunal, Giuseppe Pignatone y el Promotor de Justicia Alessandro Diddi, junto con los Magistrados de las respectivas oficinas. Les agradezco por el compromiso generoso y competente puesto en la administración de justicia, que en el curso del último año ha resultado particularmente pesado. Agradezco por ello también a sus colaboradores y al personal del Cuerpo de la Gendarmería, siempre disponibles a prestar el apoyo necesario para el ejercicio de sus delicadas responsabilidades.

Me alegro por la presencia de distintos representantes de los más altos órganos jurisdiccionales del Estado italiano, a quienes saludo y agradezco, esperando que esta ocasión pueda ayudar al conocimiento y el diálogo entre personas comprometidas en el mundo de las instituciones y en particular de la justicia.

El tiempo transcurrido desde nuestro último encuentro ha sido desafortunadamente marcado por eventos graves e imprevistos, que han determinado profundas laceraciones.

Después de una terrible prueba de la pandemia, con sus consecuencias pesadas de luto y de crisis, esperamos un pronto reinicio, alimentado y apoyado por un difundido espíritu de solidaridad. Hemos deseado y trabajado para que se hicieran a un lado los egoísmos y la sed de ganancias para buscar reiniciar juntos, a nivel nacional y supranacional, demostrando sentido de responsabilidad y capacidad de colaboración.

Gracias a Dios, en muchas partes del planeta y en muchas iniciativas esta esperanza y este deseo encontraron concreta realización, con el compromiso lado a lado de creyentes y no creyentes.

Desafortunadamente, precisamente mientras se buscaba progresar en este camino de gradual reinicio, el estallido del conflicto en Ucrania y su trágica evolución Un día nuevamente al mundo entero en una crisis profunda, agravada por los múltiples focos de guerra que siguen estallando también en otras naciones. En efecto cómo hay guerras que a veces impactan más de cerca, pero la realidad es que los conflictos en el mundo son tantos y son una especie de autodestrucción (cf. Conferencia de prensa en el vuelo de regreso de Sudán del Sur, 5 de febrero 2023).

Ante estos escenarios, crece en nosotros el anhelo de paz y justicia. Se refuerza en nuestra conciencia, hasta convertirse en un imperativo, la necesidad de dar testimonio para ayudar a construir la paz y la justicia.

Como recordé en el reciente viaje a la República democrática del Congo, «en un mundo desanimado por la violencia y la guerra, los cristianos actúan como Jesús. Él, casi insistiendo, repitió a los discípulos: ¡Paz, paz a ustedes! (cf. Jn 20, 19.21); y nosotros estamos llamados a hacer nuestro y decir al mundo este anuncio inesperado y profético del Señor, anuncio de paz. [...] Sí, los cristianos, enviados por Cristo, están llamados por definición hacer conciencia de paz del mundo» (Homilía de la misa en Kinshasa, 1º de febrero 2023).

Todo esfuerzo por la paz implica y requiere el compromiso por la justicia. La paz sin justicia no es una verdadera paz, no tiene cimientos sólidos ni posibilidad de futuro. Y la justicia no es una abstracción o una utopía. En la Biblia, ésta es el cumplimiento honesto y fiel de todo deber hacia Dios, es cumplir su voluntad. No es solo el fruto de un conjunto de reglas que hay que aplicar con pericia técnica, si no es la virtud por la cual damos a cada uno lo que le corresponde, indispensable para el correcto funcionamiento de todo ámbito de la vida común y para que cada uno pueda tener una vida serena. Una virtud que hay que cultivar a través del compromiso de conversión personal y que hay que ejercitar junto a las otras virtudes cardinales de la prudencia, la fortaleza y la templanza [1].

Esta virtud es confiada de manera eminente a la responsabilidad de cuántos están comprometidos en el ámbito judicial, para permitir el restablecimiento de la paz violada entre los distintos sujetos de la comunidad en disputa entre sí y al interior de la comunidad.

Con tal perspectiva trabajan los Tribunales del Estado de la Ciudad del Vaticano, que desarrollan en favor de la Santa Sede un papel valioso cuando se trata de dirimir Litigios de naturaleza civil o penal. Son controversias que, por su naturaleza, están fuera del ámbito de competencia de los tribunales de la Santa Sede y de los tribunales canónicos y deben ser juzgadas con base en un complejo conjunto de fuentes canónicas y civiles, como está previsto por el ordenamiento vaticano, cuya aplicación requiere competencias específicas.

En los últimos años estas controversias jurídicas y los procesos relacionados han aumentado, como también ha aumentado, en no pocos casos, la gravedad de las conductas que son analizadas, sobre todo en el ámbito de la gestión patrimonial y financiera. Aquí es necesario ser claros y evitar el riesgo de “confundir el dedo con la luna”: el problema no son los procesos, sino los hechos y los comportamientos que los determinan y los hacen dolorosamente necesarios. De hecho, tales comportamientos, por parte de miembros de la Iglesia, perjudican gravemente su eficacia en reflejar la luz divina. Gracias a Dios, sin embargo, «no disminuyen [...] ni el deseo profundo por esta luz ni la disponibilidad de la Iglesia para acogerla y compartirla» [2], porque los discípulos de Cristo están «llamados a ser “luz del mundo” (Mt 5, 14). Esta es la manera con la cual la Iglesia refleja el amor salvífico de Cristo que es la Luz del mundo (cf. Jn 8, 12)» [3].

Queridos hermanos y hermanas, la Iglesia «cumple su mandato sobre todo cuando da testimonio, en palabras y obras, de la misericordia que ella misma gratuitamente ha recibido» [4]. «¡Qué hermosa es esta realidad de la fe para nuestra vida: la misericordia de Dios! Un amor tan grande, tan profundo el de Dios hacia nosotros, un amor que no disminuye, siempre aferra nuestra mano y nos apoya, nos levanta de nuevo, nos guía» [5]. Un amor que se hace cercano, misericordioso y tierno.

Con esta actitud de misericordia y cercanía estamos llamados a mirar a los hermanos y hermanas, sobre todo cuando están en dificultad, cuando se equivocan, cuando son sujetos a la prueba del juicio. Una prueba que a veces es necesaria, cuando se trata de corregir conductas que ofuscan el rostro de la Iglesia y provocan escándalo en la comunidad de los fieles. Es de ayuda para tal fin el ejercicio de un riguroso discernimiento, que «impide desarrollar una moral fría de escritorio al tratar los temas más delicados» [6]; así como también el prudente recurso al canon de la igualdad, que puede favorecer la búsqueda del necesario equilibrio entre justicia y misericordia. Misericordia y justicia no son alternativas sino que caminan juntas, avanzan en equilibrio hacia el mismo fin, porque la misericordia no es las suspensión de la justicia, sino su cumplimiento (cf. Rom 13, 8-10).

Queridos Magistrados, la vía de la justicia hace posible una fraternidad en la que todos son protegidos, especialmente los más débiles. Deseo a todos ustedes que trabajen manteniendo siempre viva esta consciencia y la tensión hacia la verdad. Los bendigo y les aseguro mi oración. También ustedes, por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.


[1] Discurso a los representantes de la Asociación Nacional de Magistrados, 9 de febrero de 2019.

[2] Const. ap. In Ecclesiarum communione (6 enero 2023), 4.

[3] Const. ap. Praedicate Evangelium (19 marzo 2022), 2.

[4] ibid., 1.

[5] Homilía por la toma de posesión de la “Cathedra romana”, 7 abril 2013.

[6] Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia, 312.

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