NO CEDER A LAS OBLIGACIONES FINANCIERAS, EL BIEN COMÚN ES LA PRIORIDAD: PALABRAS DEL PAPA A EMPRESARIOS FRANCESES (07/01/2022)

Al recibir en audiencia en la Sala Clementina, al mediodía de este 7 de enero, a un grupo de empresarios procedentes de Francia, que viajaron en peregrinación a Roma, el Papa Francisco los invitó a que tengan “el olor de las ovejas” y a interesarse por la vida de sus propios colaboradores, preocupándose por sus dificultades y esperanzas, puesto que “la autoridad es servicio”. El Pontífice los exhortó a “mantener la mirada fija en Jesucristo” con “la ofrenda del trabajo diario” y a no dudar en “invocar al Espíritu Santo para que guíe sus decisiones”. Reproducimos a continuación el texto de sus palabras, traducido del italiano:

Queridos amigos:

Me alegra recibirlos con ocasión de su peregrinación a Roma con el tema del bien común. Agradezco a Mons. Dominique Rey por sus corteses palabras. Me parece muy hermoso y valiente que, en el mundo actual a menudo marcado por el individualismo, la indiferencia y también la marginación de las personas más vulnerables, algunos emprendedores y directivos de empresas consideren importante el servicio de todos y no sólo de intereses privados o de círculos estrechos. No dudo que esto represente para ustedes un desafío. Por ello quisiera compartir con ustedes alguna enseñanza del Evangelio, que pueda ayudarles a desarrollar su papel de líderes según el corazón de Dios. Tomaré dos parejas de conceptos que parecen estar siempre en tensión, pero que el cristiano, ayudado por la gracia, puede unificar en la propia vida: ideal y realidad; autoridad y servicio.

Ideal y realidad. Evoqué hace algunos días ese “golpe”, ese shock, que todo cristiano ha experimentado a menudo, entre el ideal que sueña y la realidad que encuentra. Lo hice a propósito de la Virgen María ante el pesebre de Belén, ella que se ve obligada a traer al mundo al Hijo de Dios en la pobreza de un establo (cf. Homilía, 1º enero 2022): «Deseamos que todo vaya bien y después llega, como un Rayo en el cielo sereno, un problema inesperado. Y se crea un golpe doloroso entre las expectativas y la realidad» (ibíd.).

La búsqueda del bien común es para ustedes un motivo de preocupación, un ideal, en el marco de sus responsabilidades profesionales. El bien común es entonces ciertamente un elemento determinante de su discernimiento y de sus opciones como directivos, pero debe tomar en cuenta las obligaciones impuestas por los sistemas económicos y financieros que operan actualmente, que a menudo ponen en juegos los principios evangélicos de la justicia social y de la caridad. E imagino que, a veces, su cargo les pese, que su conciencia entre en conflicto cuando el ideal de Justicia y de bien común que ustedes imaginaban alcanzar no ha podido llevarse a cabo, y que la dura realidad se les presenta como una carencia, un revés, un remordimiento, un shock.

Es importante que puedan superar esto y vivirlo en la fe, para poder perseverar y no desanimarse. Ante el “escándalo del pesebre” María no se desanimó, no se reveló, sino que reaccionó custodiando y meditando en su corazón, demostrando una fe adulta, que se fortalece en la prueba. Custodiar es acoger, a pesar de la obscuridad y en la humildad, las cosas difíciles de aceptar que no deseamos, que no pudimos impedir; no buscar camuflar o “maquillar” la vida, o huir a las propias responsabilidades. Y meditar es, en la oración, unir las cosas hermosas y las feas de las que está hecha la vida, entender mejor el entretejido y el sentido en la perspectiva de Dios (cf. ibíd.).

El segundo binomio: autoridad y servicio. Cuando los apóstoles discuten sobre quién entre ellos es el más importante, Jesús interviene: «Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9, 35). La misión del dirigente cristiano se asemeja, en muchos aspectos, a la del pastor, del cual Jesús es el modelo, y que sabe ir al frente del rebaño para indicar el camino, sabe estar en medio para ver lo que ocurre, y sabe quedarse atrás, para asegurarse que nadie pierda contacto. He exhortado a menudo a los sacerdotes y a los Obispos a tener “el olor de las ovejas”, a sumergirse en la realidad de cuantos les son confiados, conocerlos, hacerse cercanos a ellos. Creo que este consejo es válido también para ustedes. Por tanto los animó a estar cerca de aquellos que colaboran con ustedes en todos los niveles: a interesarse en su vida, a darse cuenta de sus dificultades, sus sufrimientos, sus inquietudes, pero también de sus alegrías, sus proyectos, sus esperanzas.

Ejercer la autoridad como un servicio requiere compartirla. También aquí, Jesús es nuestro maestro, cuando manda a los Apóstoles en misión dotándolos de su misma autoridad (cf. Mt 21, 18-20). Ustedes están invitados a poner en acción la subsidiariedad con la cual se valora «la autonomía y la capacidad de iniciativa de todos, especialmente de los últimos. Todas las partes de un cuerpo son necesarias y […] aquellas partes que podrían parecer más débiles o menos importantes, en realidad son las más necesarias» (Audiencia General, 23 de septiembre 2020). Así, el dirigente cristiano está llamado a considerar con atención el lugar asignado a todas las personas de su empresa, incluidas aquellas cuyos deberes podrían parecer de menor importancia, porque cada uno es importante a los ojos de Dios. Incluso si el ejercicio de la autoridad requiere tomar decisiones valientes y en ocasiones en primera persona, la subsidiariedad permite a cada uno dar lo mejor de sí, sentirse partícipe, aportar la propia parte de responsabilidad y contribuir así al bien del conjunto.

Me doy cuenta de cuán exigente y difícil de realizar es el Evangelio en un mundo profesional tan competitivo. Sin embargo, los invito a tener la mirada fija en Jesucristo, con su vida de oración y la ofrenda del trabajo cotidiano. El experimentó en la cruz amar hasta el final, cumplir su misión hasta dar la vida. También ustedes tienen sus propias cruces para cargar. Pero tengan confianza: nos ha prometido acompañarnos «hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). No duden en invocar al Espíritu Santo para que guíe sus decisiones. La Iglesia necesita de su testimonio.

Les agradezco y los bendigo. Y no se olviden de orar por mí. ¡Gracias!

Comentarios