LA TRANSPARENCIA ESTIMULA EL PAGO DE IMPUESTOS: PALABRAS DEL PAPA A MIEMBROS DE LA AGENCIA TRIBUTARIA (31/01/2022)

En su audiencia de este 31 de enero en la Sala Clementina, con una delegación de la “Agenzia delle Entrate” el Papa Francisco abordó la cuestión de los impuestos. La transparencia fue el punto subrayado más veces por el Sumo Pontífice. El Papa señaló que este hecho, hace que las personas estén más motivadas para pagar los impuestos, “sobre todo si la recaudación ayuda a superar las desigualdades, a realizar inversiones para que haya más trabajo, a garantizar una buena sanidad y educación para todos, a crear infraestructuras que faciliten la vida social y la economía”. Transcribimos a continuación, el texto pronunciado por el Santo Padre, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos:

Agradezco al Director por sus palabras de saludo. Estoy contento de recibirlos para un momento de reflexión sobre un tema de gran actualidad, importante para el bien común. A través de ustedes, saludo a todos los trabajadores de la Agencia Tributaria a nivel central, regional y provincial. Quisiera compartir con ustedes alguna enseñanza del Evangelio, que pueda ayudarles en su trabajo; y me inspiraré en los principios guía de su Agencia: legalidad, imparcialidad y transparencia.

Pero primero debemos recordar que en la Biblia no faltan las referencias al tema de los impuestos. Forman parte de la vida cotidiana, desde la antigüedad. Cada imperio que ha dominado en la Tierra Santa, e incluso los reyes de Israel, instauraron sistemas de pago de impuestos.

La situación más notable es la de los tributos que los romanos exigían en el tiempo de Jesús. Lo hacían a través de los “publicanos”, quienes recogían los impuestos a cambio de una considerable compensación. Y entre estos estaba Zaqueo (cf. Lc 19, 1-10), de Jericó, que Jesús fue a visitar y se convirtió, escandalizando a todos. Publicano era también Mateo, a quien Jesús llamó precisamente mientras estaba en el banco de los impuestos; Mateo lo siguió de inmediato, y se convierte en discípulo, apóstol y evangelista (cf. Mt 9, 9-13). El Caravaggio inmortalizó el momento en que Jesús extiende la mano hacia él y lo llama: aferrado al dinero, estaba, así [hace el gesto]. Y aquí está lo que el Director dijo al inicio acerca de miserando et eligendo. Lo mira con misericordia – miserando – y lo elige – eligendo. Lo mira miserando et eligendo. Desde aquel momento, la vida de Mateo ya no es la misma: está iluminada y calentada por la presencia de Cristo. Y a veces nosotros, cuando oramos al Señor para tomar una decisión, pidamos la gracia que nos ilumine – y esto debe hacerse siempre –, pero no siempre pedimos la otra gracia: que nos caliente el corazón. Porque una bella decisión necesita ambas cosas: la mente lúcida y el corazón caliente, calentado por el amor. Quizá Mateo continúa utilizando y administrando los propios bienes, y quizá incluso los de los demás, pero ciertamente con otra lógica: la del servicio a los necesitados y el compartir con los hermanos y hermanas, como el Maestro le enseñaba.

La Biblia no demoniza el dinero, sino que invita a darle el uso correcto, a no ser esclavos de él, a no idolatrarlo. Y no es fácil usar bien el dinero, no es fácil. Con este propósito, poco conocida pero muy interesante es la práctica del diezmo. Se trata de una usanza común en distintas sociedades antiguas, que prevé la entrega al soberano de una décima parte de los frutos de la tierra o de las bestias por parte de los cultivadores y ganaderos. El Antiguo Testamento, aún manteniendo esta práctica, le da otro significado. El diezmo servía, de hecho, para mantener a los componentes de la tribu de Levi (cf. Lv 27, 30-33), quienes, a diferencia de todas las otras tribus de Israel, no habían recibido en herencia una parte de la Tierra Prometida. La tarea de los Levitas era servir en el templo del Señor y recordar a todos que Israel es el pueblo de aquellos que fueron salvados por Dios. No podían entonces reservarse un patrimonio propio, sino que debían vivir de las ofrendas de las otras tribus, que por ello pagaban impuestos. En esta óptica, el diezmo para los Levitas servía para hacer madurar en la conciencia del pueblo dos verdades: la de no ser autosuficientes, porque la salvación viene de Dios; y la de ser responsables unos de otros, empezando por quien tiene más necesidad.

En este marco, los principios de legalidad, imparcialidad y transparencia se convierten en una brújula muy valiosa.

Legalidad. Hoy, como en tiempos de la Biblia, quien colecta los impuestos corre el riesgo de ser percibido en la sociedad como un enemigo del que hay que cuidarse. Y desafortunadamente una cierta cultura de la sospecha puede extenderse hacia quienes están encargados de hacer respetar las leyes. Sin embargo esta es una tarea fundamental, porque la legalidad tutela a todos. Es garantía de igualdad. Las leyes permiten mantener un principio de equidad ahí donde la lógica de los intereses genera desigualdades. La legalidad en el campo fiscal es una forma para equilibrar las relaciones sociales, quitando fuerza a la corrupción, a las injusticias y a las inequidades. Pero esto requiere una cierta formación y un cambio cultural. Como a menudo se dice, de hecho, el fisco es percibido como un “meter las manos en el bolsillo” de las personas. En realidad, el pago de impuestos es signo de legalidad y de justicia. Debe favorecer la redistribución de las riquezas, protegiendo la dignidad de los pobres y de los últimos, que siempre corren el riesgo de terminar pisoteados por los poderosos. El fisco, cuando es justo, está en función del bien común. Trabajemos para que crezca la cultura del bien común – esto es importante –, para que se tome en serio el destino universal de los bienes, que es el fin primero de los bienes: el destino universal, que la Doctrina Social de la Iglesia sigue enseñando incluso hoy, heredándola de la Escritura y de los Padres de la Iglesia. Ella ha enlistado entre las cosas que sostiene el fisco, a los médicos. Por favor, continúen con el sistema de salud gratuito, por favor. Y esto viene del fisco. Defiéndanlo. Porque no debemos caer en un sistema de salud de paga, donde los pobres no tienen derecho a nada. Una de las cosas buenas que tiene Italia es esto: por favor, consérvenlo.

Segundo: imparcialidad. Su trabajo aparece como ingrato a los ojos de una sociedad que pone en el centro la propiedad privada como absoluto y no llega a subordinarla al estilo de la comunión y del compartir para el bien de todos. Sin embargo, junto a los casos de evasión fiscal, de pagos en negro, de ilegalidad difundida, ustedes pueden contar acerca de la honestidad de muchas personas que no se sustraen a su deber, que pagan lo debido contribuyendo así al bien común. A la plaga de la evasión responde la sencilla rectitud de muchos contribuyentes, y esto es un modelo de justicia social. La imparcialidad de su trabajo afirma que no existen ciudadanos mejores que otros con base en su pertenencia social, sino que a todos se les reconoce la buena fe de ser leales constructores de la sociedad. Existe un “artesanado del bien común” que debería ser narrado, porque las conciencias honestas son la verdadera riqueza de la sociedad. A propósito de imparcialidad, es siempre actual la indicación de San Pablo a los cristianos de Roma: «Den a cada uno lo que le es debido: a quien se deben los tributos, den los tributos; a quien los impuestos, los impuestos; a quien el temor, el temor; a quien el respeto, el respeto» (13, 7). No se trata de legitimar a cualquier poder, sino de ayudar a cada uno a «cumplir el bien ante todos los hombres» (Rom 12, 7).

Tercero: transparencia. El episodio evangélico de Zaqueo recuerda la conversión de un hombre que no sólo reconoce el propio pecado de haber defraudado a la pobre gente, sino que comprende sobre todo que la lógica de la acumulación por sí misma lo ha aislado de los demás. Por eso restituye y comparte. Ha sido tocado en el corazón por el amor gratuito de Jesús que quiso ir precisamente a su casa. Y entonces declara abiertamente lo que hará: la mitad de lo que posee la dará a los pobres y restituirá cuatro veces más a quien ha robado. Restituye con intereses generosos. De esta forma da transparencia al dinero que pasa entre sus manos. El dinero transparente: esta es la finalidad. El fisco es a menudo percibido de manera negativa si no se entiende dónde y cómo se gasta el dinero público. Se corre el riesgo de alimentar la sospecha y el mal humor. Quien administra el patrimonio de todos tiene la grave responsabilidad de no enriquecerse.

En 1948, Don Primo Mazzolari escribía a los políticos católicos elegidos en el Parlamento así: «Mucho será perdonado a quien, al no haber podido proveer para todos los inconvenientes de los demás, habrá tenido cuidado de no proveer para los suyos. Reducir el estar mal del prójimo no es siempre posible: No hacer caer sobre nosotros la miseria, siempre es posible. Es el primer deber, el primer testimonio cristiano. Ante un problema común, las manos limpias parecen algo insuficiente: pero los pobres no lo piensan así. Los pobres miden con ello, no nuestra honestidad, sino nuestra solidaridad, que es después la medida de nuestro amor». La transparencia en la gestión del dinero, que proviene de los sacrificios de muchos trabajadores y trabajadoras, revela la libertad de ánimo y forma a las personas a estar más motivadas a pagar los impuestos, sobre todo si la colecta fiscal contribuye a superar las desigualdades, a hacer inversiones para que haya más trabajo, a garantizar una buena salubridad e instrucción para todos, a crear infraestructura que facilite la vida social y la economía.

Queridos hermanos y hermanas, que San Mateo los cuide y sostenga su esfuerzo en el camino de la legalidad, la imparcialidad y la transparencia. No es fácil, pero enséñenos esto: trabajen para que todos nosotros comprendamos esto. Estas cosas son importantes. También yo los acompaño con mi oración y mi bendición y también mi cercanía. Y les pido por favor orar por mí. Gracias.

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