QUE LA IGLESIA AYUDE AL RENACER DE LA VIDA: CARTA PARA ANIMAR A LA COLECTA PARA TIERRA SANTA 2025 (17/03/2025)
Querido Hermano en el Episcopado:
Aquí estoy también este año para hablarte de la Tierra Santa.
Siento fuerte la responsabilidad de dirigirme a los Obispos católicos, en nombre del Santo Padre, para hacerles llegar la llamada de la Iglesia, en respuesta al grito de quien se encuentra en grave sufrimiento.
Mientras les escribo, nuestro corazón se consuela por la tregua actual. Sabemos que es frágil y que, por su naturaleza, no bastará por si sola para resolver los problemas y para extinguir el odio en esa área. Pero, al menos, los ojos no ven nuevas explosiones y no perpetúan la angustia de lo irreparable.
Hemos visto llanto, desesperación, destrucción por todas partes. Ahora nuestra esperanza es que el triunfo de la muerte provocada no sea su eterna victoria. Y vuelve a nosotros la esperanza de ver al Resucitado, Jesucristo nuestro Señor, que precisamente en esa tierra mostró, vivo, las llagas de su pasión.
Sentimos hoy que las palabras dirigidas por el Santo Padre a los cristianos que habitan los Lugares Santos no eran un piadoso deseo, sino una esperanza posible: «Ustedes, hermanos y hermanas en Cristo que viven en los Lugares de los que hablan las Escrituras, son un pequeño rebaño inerme, sediento de paz. Gracias por lo que son, gracias porque quieren permanecer en vuestras tierras, gracias porque saben orar y amar a pesar de todo. Son una semilla amada por Dios. Y como una semilla, en apariencia sofocada por la tierra que la recubre, sabe siempre encontrar el camino hacia lo alto, hacia la luz, para dar fruto y dar vida, así ustedes no se dejen engullir por la oscuridad que los rodea, sino que, plantados en sus sagradas tierras, conviértanse en brotes de esperanza, porque la luz de su fe los lleva a dar testimonio del amor mientras se habla de odio, del encuentro mientras se extiende el enfrentamiento, de la unidad mientras todo se dirige hacia la contraposición» (Carta a los católicos del Medio Oriente, 7 de octubre de 2024).
Inmediatamente vuelve a la mente nuestro deber – y uso este término con temblor, pero con decisión – de correr para ayudar, en cuanto sea posible de modo concreto, a la vida a renacer. A ti, Hermano Obispo, y a todos aquellos que animarás en tu ministerio, se dirige la dramática llamada de Dios: «“Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?”. Yo respondí: “Señor Dios, tú lo sabes”. Él me contestó: “Profetiza sobre estos huesos y anúnciales: Huesos secos, escuchen la palabra del Señor. Así dice el Señor Dios a estos huesos: He aquí que yo haré entrar en ustedes el espíritu y revivirán”» (Ez 37, 3-5). Todos, comenzando por los niños, tienen derecho a vivir en paz y a volver a tener casas y escuelas, a jugar juntos sin el temor de volver a ver la sonrisa satánica de la muerte. Es verdad. Para nosotros los cristianos los Lugares Santos tienen un valor particular, son encarnación de la Encarnación. Ellos han sido custodiados desde los inicios por las comunidades cristianas, en la variedad de sus tradiciones, y desde hace siglos los Frailes Menores de la Custodia los cuidan con admirable fidelidad.
En torno a esos Lugares han surgido iniciativas de gran valor pastoral: parroquias, escuelas, hospitales, casas para ancianos, centros de asistencia para migrantes, desplazados, refugiados. Precisamente para ayudar a sostener todo esto el Santo Papa Pablo VI instituyó la Colecta para los Lugares Santos, en la forma que desde entonces anualmente se viene repitiendo el Viernes Santo o en otra fecha fijada localmente.
Este año la Colecta se convierte en un recurso imprescindible: después de la pandemia, de la casi completa interrupción de las peregrinaciones y de las pequeñas actividades que sobre todo los cristianos han creado alrededor de ellas, muchos se han visto obligados al exilio. Si queremos reforzar la Tierra Santa y asegurar el contacto vivo con los Lugares Santos, es necesario sostener a las comunidades cristianas que, en su variedad, ofrezcan al Dios-con-nosotros una perenne alabanza, también en nuestro nombre. Pero para que esto ocurra, tenemos la absoluta necesidad del don generoso de sus comunidades.
Quisiera que ustedes, Hermanos Obispos, haciendo memoria de las imágenes de destrucción y muerte que han pasado constantemente ante sus ojos en estos tiempos de nuevo Calvario, se volvieran apóstoles persuasivos de este esfuerzo. La Tierra Santa, los Lugares Santos, el Pueblo Santo de Dios son su familia, porque son patrimonio de todos nosotros. Sientan, se los ruego, la Colecta como una de sus prioridades pastorales: aquí está en juego la supervivencia de esta nuestra preciosa presencia, que se remonta directamente a los tiempos de Jesús. Estoy seguro de que su entusiasmo y su cuidado afectuoso se transmitirán a las comunidades que les han sido encomendadas.
Por favor, eviten que nuestras Iglesias promuevan colectas paralelas para el mismo objetivo, para que queden comprometidos el significado y la eficacia de su caridad, iniciativa universal del Sucesor de Pedro, el Obispo de Roma. Todo cuanto hayan recolectado podrá ser enviado directamente a este Dicasterio por los Comisariados de Tierra Santa de su país. Esperamos que ninguna comunidad pueda considerar esta “liturgia”, como era llamada en la antigüedad, como algo que no le corresponde.
El Papa Francisco les envía a todos su Bendición: Dios no olvidará, particularmente en este Año Jubilar de la Esperanza, a quien se haya hecho testigo de Su Providencia e instrumento de Su Paz. Nuestros cristianos de aquellas tierras los esperan. Gracias y feliz peregrinación jubilar.
Suyo devotísimo
Claudio Card. Gugerotti
Prefecto
✠ Michel Jalakh, oam
Arzobispo Secretario
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