PROMOVER EL MULTILATERALISMO EN UN MUNDO DE “POLICRISIS”: MENSAJE DEL PAPA A LA ACADEMIA PONTIFICIA PARA LA VIDA (03/03/2025)

En su mensaje a la Asamblea General de la Pontificia Academia para la Vida, firmado el 26 de febrero en el Policlínico Gemelli y dado a conocer este 3 de marzo, el Papa Francisco analiza la actualidad en la que se entrecruzan guerra, epidemias, cambio climático y riesgos de las nuevas tecnologías. En este contexto, invita a reflexionar sobre la pandemia del COVID, calificándola de oportunidad “desperdiciada”, por no haber propiciado una verdadera “transformación de las conciencias y de las prácticas sociales”, como pide la Exhortación Apostólica Laudate Deum. Compartimos a continuación el texto del Mensaje, traducido del italiano:

Queridos Académicos:

Es para mí siempre un placer dirigirme a las mujeres y hombres de ciencia, así como también a las personas que en la Iglesia cultivan el diálogo con el mundo científico. Juntos pueden servir a la causa de la vida y el bien común. Y agradezco de corazón a Mons. Paglia y a sus colaboradores por su servicio a la Pontificia Academia para la Vida.

En la Asamblea General de este año se han propuesto enfrentar la cuestión que hoy es definida como “policrisis”. Ésta se refiere a algunos aspectos fundamentales de su actividad de investigación en el campo de la vida, la salud y los cuidados. El término “policrisis” evoca el carácter dramático de la coyuntura histórica que estamos viviendo, en la que convergen guerra, cambios climáticos, problemas energéticos, epidemias, el fenómeno migratorio e innovación tecnológica. El entrecruce de estas situaciones críticas, que afectan al mismo tiempo distintas dimensiones de la vida, nos lleva a interrogarnos sobre el destino del mundo y nuestra comprensión del mismo.

Un primer paso por realizar es el de examinar con mayor atención cuál es nuestra representación del mundo y el cosmos. Si no hacemos esto y si no analizamos seriamente nuestras profundas resistencias al cambio, sea como personas que como sociedades, seguiremos haciendo lo que hemos hecho con otras crisis, incluso muy recientes. Pensemos en la pandemia de COVID: la hemos, por así decirlo, “desperdiciado”; habríamos podido trabajar más a fondo en la transformación de las conciencias y las prácticas sociales (cf. Exhort. ap. Laudate Deum, 36).

Y otro paso importante que hay que evitar es permanecer inmóviles, anclados en nuestras certezas, en nuestras costumbres y nuestros miedos, y escuchar atentamente la contribución de los saberes científicos. El tema de la escucha es decisivo. Es una de las palabras clave de todo el proceso sinodal que hemos iniciado y que ahora se encuentra en su fase de aplicación. Aprecio entonces que su forma de proceder retome este estilo. Veo en ello el intento por practicar en su ámbito específico esa “profecía social” al que también el Sínodo se dedicó (Doc. final, 47). En el encuentro con las personas y sus historias y en la escucha de los conocimientos científicos, nos damos cuenta de qué tanto nuestros parámetros con respecto a la antropología y las culturas exigen una profunda revisión. De aquí nace también la intuición de los grupos de estudio sobre algunos temas surgidos durante el camino sinodal. Sé que algunos de ustedes forman parte de ellos, valorando también el trabajo realizado por la Academia para la Vida en los años pasados, trabajo que reconozco mucho.

La escucha de las ciencias nos propone continuamente nuevos conocimientos. Consideremos cuánto nos dicen sobre la estructura de la materia y la evolución de los seres vivos: emerge de ellos una visión mucho más dinámica de la naturaleza respecto a lo que se pensaba en los tiempos de Newton. Nuestra forma de entender la “creación continua” se reelabora, sabiendo que no será la tecnocracia la que nos salve (cf. Carta enc. Laudato si’, 101): apoyar una desregulación utilitaria y neoliberal a nivel planetario significa imponer como única regla la ley del más fuerte; y es una ley que deshumaniza.

Podemos citar como ejemplo de este tipo de investigación al P. Teilhard de Chardin y su intento – ciertamente parcial e incompleto, pero audaz e inspirador – por entrar seriamente en diálogo con las ciencias, practicando un ejercicio de transdisciplinariedad. Un camino riesgoso, que lo llevaba a preguntarse: «Me pregunto si no será necesario que alguien lance la piedra al estanque – aún cuando termine por hacerse “asesinar” para abrir el camino» [1]. Así lanzó sus intuiciones que pusieron en el centro a la categoría de relación y la interdependencia entre todas las cosas, colocando al Homo sapiens en estrecha conexión con todo el sistema de los seres vivos.

Estas formas de interpretar el mundo y su evolución, con las inéditas formas de relación que les corresponden, pueden proporcionarnos signos de esperanza, de los cuales estamos en búsqueda como peregrinos durante este año jubilar (cf. Bolla Spes non confundit, 7). La esperanza es la actitud fundamental que nos sostiene en el camino. Ésta no consiste en esperar con resignación, sino en acercarse con impulso hacia la vida verdadera, que lleva mucho más allá del estrecho perímetro individual. Como nos recordó el Papa Benedicto XVI, la esperanza «está ligada al ser en la unión existencial con un “pueblo” y puede realizarse para cada individuo sólo dentro de este “nosotros”» (Carta enc. Spe salvi, 14).

También para esta dimensión comunitaria de la esperanza, ante una crisis compleja y planetaria, se nos solicita valorar los instrumentos que tengan un alcance global. Debemos, por desgracia, constatar una progresiva irrelevancia de los organismos internacionales, que son minados incluso por actitudes miopes, preocupadas por proteger intereses particulares y nacionales. Sin embargo, debemos seguir esforzándonos con determinación por «organizaciones mundiales más eficaces, dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial, la erradicación del hambre y la miseria y la defensa cierta de los derechos humanos fundamentales» (Carta enc. Fratelli tutti, 172). De tal forma se promueve un multilateralismo que no dependa de las cambiantes circunstancias políticas o los intereses de pocos y que tenga una eficacia estable (cf. Exhort. ap. Laudate Deum, 35). Se trata de una tarea urgente que afecta a toda la humanidad.

Este escenario de motivaciones y objetivos es también el horizonte de su Asamblea y de su trabajo, queridos miembros de la Academia para la Vida. Los encomiendo a la intercesión de María, Trono de la sabiduría y Madre de la Esperanza, «mientras, como pueblo peregrino, pueblo de la vida y por la vida, caminamos confiados hacia “un nuevo cielo y una nueva tierra” (Ap 21, 1)» (S. Juan Pablo II, Carta enc. Evangelium vitae, 105).

Para todos ustedes y por su trabajo imparto de corazón mi bendición.

Roma, desde el Policlinico “Gemelli”, 26 de febrero 2025

FRANCISCO


[1] Cit. por B. de Solanges, Teilhard de Chardin. Testimonio y estudio sobre el desarrollo de su pensamiento, Toulouse 1967, 54.

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