SEAN LA COMPASIÓN DE DIOS, LA TRISTEZA ARRUINA LA VIDA CONSAGRADA: PALABRAS DEL PAPA A LOS MISIONEROS DEL SAGRADO CORAZÓN (02/10/2023)

Al recibir en la Sala Clementina este 2 de octubre a los participantes en el 26º Capítulo General de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, el Papa Francisco los invitó, como su fundador, el Padre Chevalier, a involucrarse en las muchas miserias e injusticias que se renuevan en el mundo, la situación de los pobres y los migrantes. “No tengan miedo de dejarse atrapar por la compasión del Corazón de Cristo”, dejen que “ame a través de ustedes” y permitan que la ternura de Dios, como hacía su fundador, “modifique e incluso cambie, si es necesario sus planes y sus proyectos”, fueron algunos de los mensajes que les dirigió el Santo Padre en el texto que reproducimos a continuación, traducido del italiano:

Queridos hermanos, buenos días y bienvenidos:

Saludo al Superior General y a todos ustedes, en este encuentro que se realiza durante el vigésimo sexto Capítulo General de su Instituto.

El 8 de diciembre de 1854 el Padre Jules Chevalier fundaba en Issudun, en Francia, a los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, fundación a la que seguirían en el tiempo las de las Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón y de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón, a las que se agregan los asociados laicos, llamados Laicos de la Familia Chevalier.

Él los pensó desde el principio como misioneros, comprometidos en hacer conocer el amor de Dios en el mundo para obtener de los hombres una respuesta de amor. Y es hermoso, en esta óptica, que hayan elegido hacerse guiar, en el camino del Capítulo, por la perícopa evangélica de Emaús (cf. Lc 24, 13-35). Podemos sacar de ella tres actitudes fundamentales, para reflexionar sobre su identidad carismática y sobre su compromiso misionero: conocer el Corazón de Jesús a través del Evangelio; profundizar en su mensaje en el compartir fraterno; anunciarlo a todos en la alegría de la misión.

El primero: conocer el Corazón de Jesús a través del Evangelio, es decir meditando en su vida. Es allí, de hecho, donde Él aún hoy sigue haciéndose nuestro compañero de viaje (cf. vv. 25-27). El P. Chevalier amaba definir el Evangelio como libro “del Sagrado Corazón”, mientras invitaba a todos a contemplar la caridad con la que el Salvador se dejó tocar por toda pobreza, feliz de derramar la ternura y la compasión de su Corazón sobre los pequeños y los pobres, sobre los que sufren, sobre los pecadores y sobre todo las miserias de la humanidad. Por lo demás, la explicación de las Escrituras que Jesús ofrece a los discípulos de Emaús a lo largo del camino no es de tipo teórico: es el testimonio directo de Aquel que cumplió aquello de lo que habla, amando al Padre y a los hermanos hasta la cruz, recibiendo en su carne las heridas de los clavos y dejándose atravesar el Corazón por pura caridad. ¡El Resucitado, que se hace reconocer al partir el Pan, es Aquel que venció a la muerte entregando la vida, que mostró a los hombres el amor del Padre amándolos sin medida con su corazón divino y humano y que por eso sabe decir palabras que hacen arder el pecho! Así se conoce al Corazón de Jesús: contemplando en el Evangelio su inmensa misericordia, como María, a quien ustedes veneran con el título de “Nuestra Señora del Sagrado Corazón” y que sabe mostrarnos el Corazón de su Hijo precisamente porque «guardaba estas cosas meditándolas en el suyo» (Lc 2, 19). Esa es entonces la primera invitación: conocer el Corazón de Jesús meditando el Evangelio. Y sobre esto, ¡no tengan miedo del silencio, no tengan miedo!

Para que esta fuerte experiencia pueda convertirse en luz para el camino, es necesario que pase también a través del enriquecimiento del compartir. Ese es el segundo elemento: profundizar y comprender la Palabra en el compartir fraterno. En Emaús los discípulos, inmediatamente después de haber reconocido a Jesús, se preguntan mutuamente con asombro sobre lo que han vivido (cf. v. 32). Es una invitación también a nosotros para regalarnos uno al otro la maravilla que nace en el corazón cuando se encuentra al Señor. Antes de encontrarlo los dos compañeros discutían sobre fracasos y desilusiones, ¡después exultan por haber visto al Resucitado! También en la vida del P. Chevalier compartir fue importante. En el seminario transmitió su fervor y sus sueños a algunos compañeros sensibles, que con un juegos de palabras definía como los caballeros (chevaliers) del Sagrado Corazón. Y precisamente al reencontrar a uno de ellos después de años de lejanía, animado por el mismo celo, vio el signo esperado para comenzar la fundación. Por ello, en los trabajos de este Capítulo, como en el discernimiento ordinario de sus comunidades, los invito también a ustedes a poner siempre en la base de todo y antes de todo el compartir fraterno de su encuentro con Cristo, en la Palabra, en los Sacramentos y en la vida. Podrán así enfrentar también los problemas más urgentes de manera constructiva. Compartir entre ustedes.

Y llegamos al último aspecto: el anuncio gozoso en la misión. Los discípulos de Emaús parten sin demora, vuelven a Jerusalén y cuentan lo que ha ocurrido (cf. vv. 33-35). Escogieron como lema para sus trabajos capitulares las palabras: “del ego al eco”, es decir de sí mismos a la casa común, a la familia, a la comunidad, a la creación. Es una expresión fuerte y un compromiso para su futuro, especialmente para el discernimiento acerca de nuevos tipos de ministerio a los cuales abrirse. Los desafíos no faltan: dan testimonio de ello los mártires de su congregación y los muchos ámbitos de caridad en los que ya están llamados a trabajar en todos los continentes. Los pobres, los migrantes, las muchas miserias e injusticias que en el mundo siguen renovándose nos interrogan con urgencia. Ante ellas, no teman dejarse atrapar por la compasión del Corazón de Cristo; como decía su Fundador, permítanle amar a través de ustedes y manifestar su misericordia a través de su bondad. Y háganlo con valentía, como lo hizo él – por ejemplo cuando, aún con fuerzas limitadas, aceptó la misión en Melanesia y Micronesia –, permitiendo la ternura irresistible del Sagrado Corazón moldear, modificar e incluso incomodar, si es necesario, sus planes y proyectos. ¡Por favor, no tengan miedo de la ternura! El estilo de Dios se puede decir en tres palabras: cercanía, compasión y ternura. Dios es así: cercano, compasivo, tierno. Sean también ustedes así con los demás. Pero esta cercanía, esta compasión, esta ternura las recibirán en el diálogo con Jesús. La oración es muy importante para sacar adelante esto. Sin oración las cosas no funcionan, no van bien.

¡Gracias, queridos hermanos, por lo que son y por lo que hacen! Sigan con entusiasmo su obra. ¡Huyan de la tristeza, que es la polilla que arruina la vida personal y la vida consagrada! Esa tristeza que derrumba, no la buena tristeza del arrepentimiento, esa es otra cosa, pero esa tristeza cotidiana es una polilla que arruina. Los bendigo de corazón. Y les pido orar por mí, porque lo necesito, ¡este trabajo no es tan fácil! Gracias.

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