CUIDEN LA CASA COMÚN Y PERMANEZCAN UNIDOS: MENSAJE DEL PAPA A LOS PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO “ECONOMY OF FRANCESCO” (06/10/2023)

El Santo Padre envió un mensaje a los participantes en el IV encuentro anual “Economy of Francesco”, que se efectuó este 6 de octubre en el Instituto Seráfico de Asís, en el que participan miles de jóvenes de modo presencial y virtual. Les pidió que se comprometan con un sistema económico que proteja el medioambiente y ofrezca espacio a todos, especialmente a los pobres. Reproducimos a continuación el mensaje del Papa, traducido del italiano:

Queridas y queridos jóvenes:

Es hermoso reencontrarlos a un año del evento de Asís y saber que su trabajo para reanimar la economía avanza con frutos entusiasmo y compromiso.

A menudo me han escuchado decir que la realidad es superior a la idea [1]. Sin embargo las ideas inspiran y hay una que, desde que era un joven estudiante de teología, me fascina. En latín se llama la coincidentia oppositorum, es decir la unidad de los opuestos. Según esta idea la realidad está hecha de polos opuestos, de duplas que están en oposición entre sí. Algunos ejemplos son lo grande y lo pequeño, la gracia y la libertad, la justicia y el amor, y así sucesivamente. ¿Qué hacer con estos opuestos? Es verdad que se puede estar tentado a elegir uno de los dos y eliminar al otro. Sin embargo, como sugerían los autores que estudiaba, en el intento por conciliar a los opuestos, se podría hacer una síntesis, evitando eliminar un polo o el otro, para resolverlos en un plano superior, donde sin embargo la tensión no sea eliminada.

Queridos jóvenes, toda teoría es parcial, limitada, no puede pretender encerrar o resolver completamente los opuestos. Así es también todo proyecto humano. La realidad se escapa siempre. Entonces, como joven jesuita, esta idea de la unidad de los opuestos me parecía un paradigma eficaz para entender el papel de la Iglesia en la historia. Si lo piensan bien, sin embargo, es útil para entender qué le ocurre a la economía de hoy. Economía son los puestos del mercado, así como los centros financieros internacionales; existe la economía concreta hecha de rostros, miradas, personas, de pequeños negocios y empresas, y existe la economía tan grande que parece abstracta de las multinacionales, de los Estados, de los bancos, de los fondos de inversión; existe la economía del dinero, de los bonos y los sueldos altísimos junto a una economía del cuidado, de las relaciones humanas, de sueldos demasiado bajos como para poder vivir bien. ¿Dónde está la coincidencia entre estos opuestos? Se encuentra en la naturaleza auténtica de la economía: ser lugar de inclusión y cooperación, generación continua de valor que hay que crear y poner en circulación con los demás. El pequeño necesita del grande, lo concreto de lo abstracto, el contrato del don, la pobreza de la riqueza compartida.

Sin embargo, no lo olviden, existen oposiciones que no generan de hecho una armonía. La economía que mata no coincide con una economía que hace vivir; la economía de las enormes riquezas para pocos no se armoniza desde su interior con los demasiados pobres que no tienen como vivir; el gigantesco negocio de las armas nunca tendrá nada en común con la economía de la paz; la economía que contamina y destruye al planeta no encuentra ninguna síntesis con aquella que lo respeta y lo cuida.

Es precisamente en esta conciencia que se encuentra el corazón de la nueva economía por la cual se esfuerzan. La economía que mata, que excluye, que contamina, que produce guerra, no es economía: otros la llaman economía, pero es solamente un vacío, una ausencia, es una enfermedad, una perversión de la economía misma y de su vocación. Las armas producidas y vendidas para la guerra, las ganancias obtenidas de la piel de los más vulnerables e indefensos, como quien deja la propia tierra en búsqueda de un mejor porvenir, la explotación de los recursos y de los pueblos que roban tierras y salud: todo eso no es economía, no es un buen polo de la realidad, que haya que mantener. Es solamente prepotencia, violencia, solamente es una sed predatoria de la cual hay que liberar a la humanidad.

Quisiera proponerles una segunda idea que considero muy importante, ligada a todo lo que apenas les he dicho sobre las tensiones internas en la economía: la economía de la tierra y la economía del camino. La economía de la tierra viene del primer significado de la palabra economía, el de cuidado de la casa. La casa no es sólo el lugar físico donde vivimos, sino nuestra comunidad, nuestras relaciones, son las ciudades que habitamos, nuestras raíces. Por extensión, la casa es el mundo entero, el único que tenemos, encomendado a todos nosotros. Por el solo hecho de haber nacido estamos llamados a convertirnos en custodios de esta casa común y, por tanto, hermanos y hermanas de todos los habitantes de la tierra. Hacer economía significa cuidar la casa común, y eso no será posible si no tenemos ojos entrenados para ver el mundo a partir de las periferias: la mirada de los excluidos, de los últimos. Hasta ahora la mirada sobre la casa que se ha impuesto ha sido la de los hombres, de los machos, generalmente occidentales y del norte del mundo. Hemos dejado fuera por siglos – entre otras – la mirada de las mujeres: si hubieran estado presentes, nos habrían hecho ver menos mercancías y más relaciones, menos dinero y más redistribución, más atención a quien tiene y a quien no tiene, más realidad y menos abstracción, más cuerpo y menos habladurías. Ya no podemos seguir excluyendo miradas distintas de la praxis y de la teoría económica, así como de la vida de la Iglesia. Por eso, una alegría especial de mi parte es ver cuántas jóvenes mujeres son protagonistas de Economy of Francesco. La economía integral es la que se hace con y por los pobres – en todas las formas en que se es pobre hoy – los excluidos, los invisibles, los que no tienen voz para hacerse escuchar. Debemos encontrarnos allí, en las fallas de la historia y la existencia y, para quien se dedica al estudio de la economía, también en las periferias del pensamiento, que no son menos importantes. Entonces pregúntense: ¿cuáles son hoy las periferias de la ciencia económica? No basta un pensamiento sobre y para los pobres, sino con los pobres, con los excluidos. También en la teología muchas veces hemos “estudiado a los pobres” pero poco hemos estudiado “con los pobres”: de objeto de la ciencia deben convertirse en sujetos, porque cada persona tiene historias que contar, tiene un pensamiento sobre el mundo: la primera pobreza de los pobres es ser excluidos de dar su opinión, excluidos de la posibilidad misma de expresar un pensamiento considerado serio. Se trata de dignidad y respeto, negados muy a menudo.

Hablemos entonces de la economía del camino. Si miramos la experiencia de Jesús y los primeros discípulos es la del “Hijo del hombre que no tiene dónde posar la cabeza” (Lc 9, 58). Una de las formas más antiguas de describir a los cristianos era: “los del camino”. Y cuando Francisco de Asís, tan querido para nosotros, comenzó su revolución incluso económica en nombre del único Evangelio, se volvió mendicante, errante: se puso a caminar, dejando la casa de su padre Bernardone. ¿Qué camino, entonces, para quien quiere renovar desde las raíces la economía? El camino de los peregrinos es riesgoso desde siempre, tejido de confianza y vulnerabilidad. Quien lo emprende debe pronto reconocer su dependencia de los demás, a lo largo del camino: así, ustedes comprenden que también la economía es mendicante de las otras disciplinas y saberes. Y como el peregrino sabe que su viaje será polvoriento, así ustedes saben que el bien común requiere un esfuerzo que ensucia las manos. Solo las manos sucias saben cambiar la tierra: la justicia se vive, la caridad se encarna y, solidarios en los desafíos, en ellos se persevera con valentía. Ser economistas y empresarios “de Francisco” hoy significa ser necesariamente mujeres y hombres de paz: no darse paz por la paz.

Queridos jóvenes, no tengan miedo de las tensiones y los conflictos, busquen habitarlos y humanizarlos, cada día. Les encomiendo la tarea de cuidar la casa común y tener la valentía del camino.

Es difícil, pero sé que pueden lograrlo porque ya lo están haciendo. Sé que no es inmediato insertar sus esfuerzos y compartir sus sueños al interior de sus Iglesias y en las realidades económicas de los territorios en que viven. La realidad parece ya estar configurada, a menudo impermeable como un terreno sobre el que no llueve desde hace mucho tiempo. Que no les falten la paciencia y el espíritu emprendedor para dejarse conocer y para establecer conexiones poco a poco más estables y fecundas. El deseo de un mundo nuevo está más difundido de lo que parece. No se encierren en ustedes mismos: los oasis en el desierto son lugares a los que todos deben poder tener acceso, encrucijadas en las cuales descansar y de las cuales volver a salir distintos. Permanezcan entonces abiertos y busquen con determinación y entusiasmo a sus colegas, a sus Obispos, a sus conciudadanos. Y en eso, les repito, que los pobres estén con ustedes. Den voz y forma a un pueblo, para que la concreción de la economía y las soluciones que están estudiando y experimentando involucra en la vida de todos. Hay más espacio para ustedes de lo que hoy parece. Les pido entonces permanecer activamente unidos, construyendo sobre temas operativos reales y verdaderos puentes entre los continentes, que lleven definitivamente a la humanidad fuera de la era colonial y de las desigualdades. Den rostro, contenidos y proyectos a una fraternidad universal. Sean pioneros desde el interior de la vida económica y empresarial de un desarrollo humano integral.

Confío en ustedes y, nunca lo olviden: los quiero mucho.

FRANCISCO


[1] Evangelii Gaudium 217-237

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