LA LOCURA DE LA GUERRA SIEMBRA MUERTE Y BORRA EL FUTURO: ORACIÓN DEL PAPA EN LA HORA DE ORACIÓN POR LA PAZ “PACEM IN TERRIS” (27/10/2023)

El Papa Francisco presidió este 27 de octubre, en la Basílica de San Pedro, la celebración conclusiva de la Jornada de ayuno y oración que él mismo convocó en el Ángelus del pasado 15 de octubre. Una ocasión para reunir al pueblo de Dios esparcido por el mundo con la única intención de silenciar las armas e inspirar “caminos de paz a los responsables de las naciones”. “Pacem in Terris” fue el título que se dio a este momento de oración. Paz en un mundo “confundido”, desgarrado por las laceraciones causadas por las divisiones y el veneno del odio, desgarrado por la “locura de la guerra” que “borra el futuro”. Compartimos a continuación, el texto de la oración del Papa, traducido del italiano:

¡María, míranos! Estamos aquí frente a ti. Tú eres Madre, conoces nuestras fatigas y nuestras heridas. Tú, Reina de la paz, sufres con nosotros y por nosotros, viendo a tantos hijos tuyos puestos a prueba por los conflictos, angustiados por las guerras que destrozan al mundo.

Es una hora obscura. Esta es una hora obscura, Madre. Y en esta hora obscura nos sumergimos en tus ojos luminosos y nos encomendamos a tu corazón, sensible a nuestros problemas. Él no ha estado exento de inquietudes y miedos: ¡cuánta preocupación cuando no había lugar para Jesús en la posada, cuánto temor cuando deprisa huyeron a Egipto porque Herodes quería matarlo, cuánta angustia cuando lo perdieron en el templo! Pero, Madre, tú en las pruebas fuiste valiente, fuiste audaz: confiaste en Dios y respondiste a la preocupación con el cuidado, al temor con el amor, a la angustia con la entrega. Madre, no caminaste hacia atrás, sino que en los momentos decisivos tomaste la iniciativa: de prisa fuiste con Isabel, en las bodas de Caná obtuviste de Jesús el primer milagro, en el Cenáculo mantuviste a los discípulos unidos. Y cuando en el Calvario una espada te atravesó el alma, tú, Madre, mujer humilde, mujer fuerte, tejiste de esperanza pascual la noche del dolor.

Ahora, Madre, toma una vez más la iniciativa; tómala por nosotros, en estos tiempos lacerados por conflictos y devastados por las armas. Dirige tu mirada de misericordia sobre la familia humana, que ha perdido el camino de la paz, que ha preferido a Caín sobre Abel y, perdiendo el sentido de la fraternidad, no encuentra de nuevo la atmósfera de casa. Intercede por nuestro mundo en peligro y en confusión. Enséñanos a acoger y a cuidar la vida – ¡toda vida humana! – y a repudiar la locura de la guerra, que siembra muerte y borra el futuro.

María, muchas veces nos has salido al encuentro, pidiendo oración y penitencia. Pero nosotros, atrapados por nuestras necesidades y distraídos por muchos intereses mundanos, hemos sido sordos a tus invitaciones. Pero tú, que nos amas, no te cansas de nosotros, Madre. Tómanos de la mano. Tómanos de la mano y guíanos a la conversión, haz que volvamos a poner a Dios en el primer lugar. Ayúdanos a cuidar la unidad en la iglesia y hacer artesanos de comunión en el mundo. Recuérdennos la importancia de nuestro papel, haznos sentir responsables por la paz, llámanos a orar y a adorar, a interceder y a reparar por todo el género humano.

Madre, solos no podemos, sin tu Hijo no podemos hacer nada. Pero tú llévanos a Jesús, que es nuestra paz. Por ello, Madre de Dios y nuestra, venimos a ti, buscamos refugio en tu Corazón Inmaculado. ¡Invocamos misericordia, Madre de misericordia; paz, Reina de la paz! Sacude el alma de quien está atrapado por el odio, convierte a quien alimenta y fomenta conflictos. Enjuga las lágrimas de los niños – ¡en esta hora lloran tanto! –, asiste a quien está solo y es anciano, sostiene a los heridos y los enfermos, protege a quien ha tenido que dejar su propia tierra y sus afectos más queridos, consuela a los que han perdido el ánimo, despierta la esperanza.

Te encomendamos y consagramos nuestras vidas, todas las fibras de nuestro ser, lo que tenemos y lo que somos, para siempre. Te consagramos a la iglesia para que, dando testimonio al mundo del amor de Jesús, sea signo de concordia, sea instrumento de paz. Te consagramos nuestro mundo, especialmente te consagramos a los países y regiones en guerra.

El pueblo fiel te llama aurora de la salvación: Madre, abre espirales de luz en la noche de los conflictos. Tú, morada del Espíritu Santo, inspira caminos de paz a los responsables de las naciones. Tú, Señora de todos los pueblos, reconcilia a tus hijos, seducidos por el mal, cegados por el poder y el odio. Tú, que eres cercana a cada uno, acorta nuestras distancias. Tú, que tienes compasión de todos, enséñanos a cuidar a los demás. Tú, que revelas la ternura del Señor, haznos testigos de su consuelo. Madre, Tú, Reina de la paz, derrama en los corazones la armonía de Dios. Amén.

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