QUE DON PUGLISI LOS ANIME A SER DISCÍPULOS AUDACES: CARTA DEL PAPA POR EL 30º ANIVERSARIO DEL ASESINATO DEL P. PINO PUGLISI (20/08/2023)

Treinta años después de la muerte de Don Pino Puglisi, asesinado por el crimen organizado la noche del 15 de septiembre en el barrio de Brancaccio de Palermo y beatificado el 25 de mayo de 2013, el Papa Francisco ha querido unirse espiritualmente a la Arquidiócesis de la capital siciliana en una carta dirigida al Arzobispo Corrado Lorefice. En ella, invita a los presbíteros a seguir el ejemplo del sacerdote mártir de la fe, a ocuparse de los pobres, de los más débiles y de los últimos, a estar unidos contra la omisión y a prestar especial atención a los jóvenes. Transcribimos a continuación, el texto de la carta del Papa, traducido del italiano:

Al querido hermano Mons. Corrado Lorefice
Arzobispo Metropolitano de Palermo

Han pasado 30 años desde la noche del 15 de septiembre de 1993, cuando el querido Don Pino Puglisi, sacerdote bueno y testigo misericordioso del padre, concluyó trágicamente su existencia terrenal precisamente en aquel lugar donde había decidido ser “constructor de paz”, esparciendo la semilla de la Palabra que salva, que anuncia amor y perdón en un territorio para muchos “árido y pedregoso”, sin embargo ahí el Señor hizo crecer juntos el “trigo y la cizaña” (cf. Mt 13,  24-30). Deseo unirme a ustedes espiritualmente en este significativo aniversario y agradecer al Dios de todo consuelo por el don del Beato Mártir Don Pino Puglisi, hijo y Pastor de la amada Iglesia de Palermo y de toda Sicilia.

En el día de su cumpleaños, la mano homicida de un joven lo asesinó en la calle. Las calles del barrio eran la iglesia de campo a la que sirvió con sacrificio y recorrió durante su ministerio pastoral para encontrarse con la gente, en una tierra conocida por él y que nunca se cansó de curar y regar con el agua regeneradora del Evangelio, para que todos pudieran quitarse la sed y gozar el refrigerio del alma para afrontar la dureza de una vida que no siempre fue clemente. Todos recuerdan lo que él respondió al asesino: «Me lo esperaba». Y después sonrió: esa sonrisa, que mencioné en la homilía en ocasión de mi visita a Palermo hace cinco años (Santa Misa en el Foro Itálico), nos reúne como «una luz gentil que nos excava por dentro y aclara el corazón».

Siguiendo el ejemplo de Jesús, Don Pino fue hasta el fondo en el amor. Poseía los mismos rasgos del “buen pastor” manso y humilde: sus jóvenes, a los que conocía uno por uno, son testimonio de un hombre de Dios que privilegió a los pequeños y a los indefensos, los educó para la libertad, para amar la vida y respetarla. A menudo clamó con sencillez evangélica el sentido de su incansable compromiso en defensa de la familia, de tantos niños destinados demasiado pronto a convertirse en adultos y condenados al sufrimiento, así como a la urgencia de comunicarles los valores de una existencia más digna, arrancándola así de la esclavitud del mal. Este sacerdote no se detuvo, se entregó a sí mismo por amor abrazando la Cruz hasta el derramamiento de sangre.

A ustedes pastores a cuyas manos el Señor ha encomendado a su pueblo en esta isla, tan rica en historia y encrucijada de pueblos y culturas, dirijo la invitación a no detenerse ante las numerosas llagas humanas y sociales de la hora presente, que siguen ensangrentando y necesitan ser sanadas con el óleo del consuelo y el bálsamo de la compasión. Es urgente en la opción preferencial por los pobres; son rostros que nos interrogan y nos orientan hacia la profecía. Como Comunidad eclesial en camino todo ello interpela su discernimiento sinodal para iniciar una pastoral renovada que corresponda concretamente a las exigencias de hoy.

Los exhorto, entonces, a hacer surgir la belleza y la diferencia del Evangelio, realizando gestos y encontrando lenguajes correctos para mostrar la ternura de Dios, su justicia y su misericordia. Son signos de que el Cristiano está llamado a poner en la ciudad de los hombres para iluminarla en la construcción de una nueva humanidad. El mártir don pino poseía una sabiduría práctica y profunda al mismo tiempo, de hecho le gustaba decir: “Si cada uno de nosotros hace algo, entonces podemos hacer mucho”. Que sea esta la invitación para cada uno a saber superar los muchos miedos y resistencias personales y a colaborar juntos para edificar una sociedad justa y fraterna.

Sabemos bien cuánto Don Pino luchó para que nadie se sintiera solo ante el desafío de la degradación y los poderes ocultos de la criminalidad; reconocemos también como el aislamiento, el individualismo cerrado y silencioso son armas poderosas de quien quiere plegar a los demás a sus propios intereses. La respuesta es la comunión, el caminar juntos, el sentirse cuerpo, miembros unidos a la Cabeza (cf. 1Cor 12, 12), al pastor y guía de nuestras almas (cf. 1Pe 2, 25). Vivan de acuerdo en Cristo, primero que todo al interior del presbiterio, junto con el Obispo y entre ustedes y «compitan en estimarse mutuamente» (cf. Rom 12,10).

Ustedes que cotidianamente apoyan las responsabilidades del ministerio sacerdotal en contacto con las realidades que habitan este territorio, sean siempre y en todos lados verdadera imagen del Buen Pastor acogedor, tengan la valentía de atreverse sin temor e infunden esperanza a cuantos encuentren, especialmente a los más débiles, a los enfermos, a los que sufren, a los migrantes, a los que han caído y quieren ser ayudados a levantarse. Que los jóvenes además estén al centro de sus preocupaciones: son la esperanza del futuro

Que la sonrisa desarmante del P. Pino Puglisi los impulse a ser discípulos alegres y audaces, disponibles ante todo a esa constante conversión interior que los vuelve más listos para servir a los hermanos, fieles a las promesas sacerdotales y dóciles en la obediencia a la Iglesia.

Mientras los encomiendo a todos a la protección de la Virgen María y del Beato Mártir Pino Puglisi, envío mi Bendición, pidiéndoles, por favor, no olvidarse de orar por mí.

Fraternalmente

Roma, desde San Juan de Letrán, 31 de julio 2023
Memoria litúrgica de San Ignacio de Loyola

FRANCISCO

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