CATEQUESIS DEL PAPA: LA JMJ, EJEMPLO DE UN MUNDO FRATERNO SIN ODIOS NI ARMAS (09/08/2023)

Es un mensaje claro el de los jóvenes reunidos en Lisboa la semana pasada: ¿los grandes de la tierra escucharán “este entusiasmo juvenil que quiere paz”?, se preguntó el Papa Francisco en la Audiencia General de este 9 de agosto en el Aula Pablo VI, llena de fieles y peregrinos, con el deseo de que “todo el mundo escuche esta Jornada de la Juventud y mire esta belleza de los jóvenes”. La cita de los miércoles con los fieles vuelve después de la pausa debida a la convalecencia después de la intervención quirúrgica sufrida el 7 de junio pasado y a la acostumbrada pausa del mes de julio. Compartimos a continuación el texto completo de su catequesis, traducida del italiano:

El Viaje apostólico a Portugal con motivo de la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En los días pasados fui a Portugal para la 37ª Jornada Mundial de la Juventud.

Esta JMJ de Lisboa, celebrada después de la pandemia, ha sido sentida por todos como don de Dios, que ha vuelto a poner en movimiento los corazones y los pasos de los jóvenes, tantos jóvenes de todas las partes del mundo – ¡tantos! – para ir a encontrarse y encontrar a Jesús.

La pandemia, lo sabemos bien, incidió fuertemente en los comportamientos sociales: el aislamiento ha degenerado a menudo en encierro, y los jóvenes lo han resentido de forma particular. Con esta Jornada Mundial de la Juventud, Dios ha dado un “empujón” en sentido contrario: ésta ha marcado un nuevo inicio de la gran peregrinación de los jóvenes a través de los continentes, en nombre de Jesucristo. Y no es una casualidad que haya sucedido en Lisboa, una ciudad que se asoma al océano, ciudad símbolo de las grandes exploraciones por mar.

Y he ahí que en la Jornada Mundial de la Juventud el Evangelio propuso a los jóvenes el modelo de la Virgen María. En el momento más crítico para ella, [María] va a visitar a su prima Isabel. Dice el Evangelio: «Se levantó y fue de prisa» (Lc 1, 39). A mí me gusta mucho invocar a la Virgen bajo este aspecto: la Virgen “apresurada”, que siempre hace las cosas a prisa, nunca nos hace esperar, porque Ella es la madre de todos. Así María hoy, en el tercer milenio, guía la peregrinación de los jóvenes siguiendo a Jesús. Como hizo hace un siglo en Portugal, en Fátima, cuando se dirigió a tres niños encomendándoles un mensaje de fe y de esperanza para la Iglesia y el mundo. Por esto, en la JMJ, volví a Fátima, al lugar de las apariciones, y junto a algunos jóvenes enfermos pedí a Dios para que sane al mundo de las enfermedades del alma: la soberbia, la mentira, la enemistad, la violencia – son enfermedades del alma y el mundo está enfermo de estas enfermedades. Y renovamos nuestra consagración, de Europa, del mundo al Corazón de María, al Corazón Inmaculado de María. Pedí por la paz, porque hay muchas guerras por todas partes del mundo, muchas.

Los jóvenes del mundo vinieron a Lisboa numerosos y con gran entusiasmo. Les encontré también en pequeños grupos, y algunos con muchos problemas; el grupo de jóvenes ucranianos llevaban historias que eran dolorosas. No eran unas vacaciones, un viaje turístico, y mucho menos un evento espiritual con fin en sí mismo; la Jornada Mundial de la Juventud es un encuentro con Cristo vivo a través de la Iglesia. Los jóvenes van a encontrar a Cristo. Es verdad, donde hay jóvenes hay alegría y hay un poco de todas estas cosas.

Mi visita a Portugal, con motivo de la JMJ, se benefició del ambiente festivo de esta ola de jóvenes. Doy gracias a Dios por ello, pensando especialmente en la Iglesia de Lisboa que, a cambio del gran esfuerzo realizado por la organización y la acogida, recibirá nuevas energías para continuar el nuevo camino, para echar de nuevo las redes con pasión apostólica. Los jóvenes en Portugal son ya hoy una presencia vital, y ahora, después de esta “transfusión” recibida por las Iglesias de todo el mundo, lo serán todavía más. Y muchos jóvenes, al regresar, han pasado por Roma, les estamos viendo también aquí, hay algunos que han participado en esta Jornada. ¡Ahí están! Donde están los jóvenes hay ruido, ¡saben hacerlo bien!

Mientras que en Ucrania y en otros lugares del mundo se combate, y mientras en ciertas salas escondidas se planifica la guerra – es terrible esto, ¡se planifica la guerra! –, la JMJ ha mostrado a todos que otro mundo es posible: un mundo de hermanos y hermanas, donde las banderas de todos los pueblos ondean juntas, una junto a la otra, ¡sin odio, sin miedo, sin cerrazones, sin armas! El mensaje de los jóvenes ha sido claro: ¿lo escucharán los “grandes de la tierra”? Me pregunto, ¿escucharán este entusiasmo juvenil que quiere paz? Es una parábola para nuestro tiempo, y todavía hoy Jesús dice: “¡El que tenga oídos, que oiga! ¡El que tenga ojos, que vea!”. Esperemos que todo el mundo escuche esta Jornada de la Juventud y mire esta belleza de los jóvenes yendo hacia adelante.

Expreso nuevamente mi gratitud a Portugal, a Lisboa, al Presidente de la República, que estuvo presente en todas las celebraciones, y a las otras autoridades civiles; al Patriarca de Lisboa – ¡que lo ha hecho bien! –, al presidente de la Conferencia Episcopal y al Obispo coordinador de la Jornada Mundial de la Juventud, a todos los colaboradores y voluntarios. Piensen que los voluntarios – fui a encontrarles el último día, antes de volver – eran 25 mil: ¡esta Jornada tuvo 25 mil voluntarios! ¡Gracias a todos! Por intercesión de la Virgen María, que el Señor bendiga a los jóvenes del mundo entero y bendiga al pueblo portugués. Oremos juntos a la Virgen, todos juntos, para que Ella bendiga al pueblo portugués.

[Ave María]

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