EN LOS MOMENTOS DE OSCURIDAD, CRISTO VIENE A NUESTRO ENCUENTRO: ÁNGELUS DEL 13/08/2023

“Hoy Cristo nos repite a cada uno de nosotros: ¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo! Ánimo, porque estoy aquí, porque ya no estás solo en las aguas bravas de la vida”. Así lo dijo el Papa Francisco en su alocución antes de la oración mariana del Ángelus de este 13 de agosto, desde la ventana del Palacio Apostólico, ante miles de fieles y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro del Vaticano. Al final de su alocución, el Pontífice concluyó invocando a la Madre de Dios y pidiendo que “María, Estrella del mar, nos ayude a buscar la luz de Jesús en las travesías oscuras”. Compartimos a continuación, el texto completo de su reflexión, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

Hoy el Evangelio narra un particular prodigio de Jesús: Él, por la noche, camina sobre las aguas del lago de Galilea para encontrar a los discípulos que están realizando la travesía en barca (cf. Mt 14, 22-33). Nos preguntamos: ¿por qué Jesús hizo esto? ¿Cómo un espectáculo? ¡No! ¿Pero por qué? ¿Quizá por una necesidad urgente e imprevista, para ayudar a los suyos que están bloqueados por el viento contrario? No, porque fue Él quien programó todo, hacerlos salir de noche, quizá – dice el texto – “obligándolos” (cf. v. 22). ¿Quizá para darles un demostración de grandeza y de poder? Pero esto no es propio de Él que es tan sencillo. Entonces ¿por qué lo hizo? ¿Por qué quiso caminar sobre las aguas?

Detrás del caminar sobre las aguas hay un mensaje no inmediato, un mensaje que debemos captar nosotros. En ese tiempo, de hecho, las grandes extensiones de agua eran consideradas sede de fuerzas malignas no dominables por el hombre; especialmente si eran agitadas por la tempestad, los abismos eran símbolo del caos y recordaban la oscuridad de los infiernos. Entonces, los discípulos se encuentran en medio del lago en la oscuridad: en ellos hay miedo de hundirse, de ser tragados por el mal. Y aquí llega Jesús, que camina sobre las aguas, es decir sobre las fuerzas del mal, Él camino sobre las fuerzas del mal y les dice a los suyos: «¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!» (v. 27). Es todo un mensaje que Jesús nos da. Ahí está el sentido del signo: los poderes malignos, que nos asustan y no logramos dominar, con Jesús son inmediatamente redimensionados. Él, caminando sobre las aguas, quiere decirnos: “No tengan miedo, yo pongo bajo mis pies a tus enemigos” – hermoso mensaje: “yo pongo bajo mis pies a tus enemigos” –: ¡no a las personas!, no son esos los enemigos, sino la muerte, el pecado, el diablo: estos son los enemigos de la gente, nuestros enemigos. Y Jesús aplasta a estos enemigos por nosotros.

Cristo hoy nos repite a cada uno de nosotros: “¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!”. Ánimo, es decir, porque estoy yo, porque no estás solo en la aguas agitadas de la vida. Y entonces, ¿qué hacer cuando nos encontramos en mar abierto y a merced de vientos contrarios? ¿Qué hacer en el miedo, que es un mar abierto, cuando se ve sólo la oscuridad y nos sentimos perdidos? Debemos hacer dos cosas, que en el Evangelio hacen los discípulos. ¿Qué hacen los discípulos? Invocan y acogen a Jesús. En los momentos más terribles, más oscuros, de tempestad, invocar a Jesús y acoger a Jesús.

Los discípulos invocan a Jesús: Pedro camina un poco sobre las aguas hacia Jesús, pero después se asusta, se hunde y entonces grita: «¡Señor, sálvame! (v. 30). Invoca a Jesús, llama a Jesús. Es hermosa esta oración, con la cual se expresa la certeza de que el Señor puede salvarnos, que Él vence nuestro mal y nuestros miedos. Los invito a repetirla ahora todos juntos: ¡Señor, sálvame! Juntos, tres veces: ¡Señor, sálvame! ¡Señor, sálvame! ¡Señor, sálvame!

Y después los discípulos acogen. Primero invocan, después acogen a Jesús en la barca. Dice el texto que, apenas subió a bordo, «el viento cesó» (v. 32). El Señor sabe que la barca de la vida, así como la barca de la Iglesia, está amenazada por vientos contrarios y que el mar sobre el que navegamos a menudo está agitado. Él no nos preserva de la dificultad de navegar, más aún, – el Evangelio lo subraya – impulsa a los suyos a partir: nos invita, entonces, a afrontar las dificultades, para incluso ellas se conviertan en lugares de salvación, porque Jesús las vence, para que se vuelvan ocasiones para encontrarlo a Él. Él, de hecho, en nuestros momentos de oscuridad nos sale al encuentro, pidiendo ser escuchado, como esa noche en el lago.

Preguntémonos entonces: en los miedos, en las dificultades, ¿cómo me comporto? ¿Sigo adelante solo, con mis fuerzas, o invoco al Señor con confianza? ¿Y cómo anda mi fe? ¿Creo que Cristo es más fuerte que las olas y los vientos adversos? Pero, sobre todo: ¿navego con Él? ¿Lo acojo, le hago lugar en la barca de mi vida – nunca solo, siempre con Jesús – le confío el timón?

Que María, Madre de Jesús, Estrella del mar, nos ayude a buscar, en las travesías oscuras, la luz de Jesús.

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