EL PAPA INVITA A RELEER LA HISTORIA DE NUESTRA VIDA JUNTO A JESÚS: REGINA COELI DEL 23/04/2023

Comentando el Evangelio de este 23 de abril (Lc 24, 13-35), tercer domingo de Pascua, antes de orar a la Madre de Dios, el Papa Francisco hizo notar que, mientras los discípulos de Emaús caminan, Jesús los ayuda a releer los hechos de un modo diverso, a la luz de la Palabra de Dios, de todo lo que fue anunciado al pueblo de Israel. “Releer: es lo que Jesús hace con ellos, ayudarlos a releer”, dijo el Santo Padre a los 30,000 fieles congregados en la Plaza de San Pedro, proponiéndoles detenerse en este aspecto. Compartimos a continuación el texto de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este tercer domingo de Pascua, el Evangelio narra el encuentro de Jesús resucitado con los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35). Se trata de dos discípulos que, resignados por la muerte del Maestro, el día de Pascua deciden dejar Jerusalén y volver a casa. Quizá estaban un poco inquietos, porque habían escuchado a las mujeres que venían del sepulcro y decían que estaba vacío…, pero se van. Y mientras caminan tristes hablando de lo sucedido, Jesús se les acerca, pero ellos no lo reconocen. Él les pregunta por qué están tan tristes, y ellos le dicen: «¡Eres el único forastero en Jerusalén! ¿No sabes lo que pasó en estos días?» (v. 18). Y Jesús responde: «¿Qué pasó?» (v. 19). Y ellos le cuentan toda la historia, y Jesús les hace contarla. Luego, mientras caminan, les ayuda a releer los hechos de forma distinta, a la luz de las profecías, de la Palabra de Dios, de todo lo que había sido anunciado al pueblo de Israel. Releer: esto es lo que Jesús hace con ellos, ayudarles a releer. Detengámonos en este aspecto.

También para nosotros, de hecho, es importante releer nuestra historia junto a Jesús: la historia de nuestra vida, de un cierto periodo, de nuestros días, con las desilusiones y las esperanzas. También nosotros, además, como aquellos discípulos, ante lo que nos sucede podemos encontrarnos perdidos frente a los acontecimientos, solos y sin certezas, con muchas preguntas y preocupaciones, desilusiones, muchas cosas. El Evangelio de hoy nos invita a contarle todo a Jesús, con sinceridad, sin tener miedo de molestarlo – Él escucha –, sin tener miedo de decir algo equivocado, sin avergonzarnos de lo que nos cuesta trabajo comprender. El Señor está contento cuando nos abrimos a Él; sólo de este modo puede tomarnos de la mano, acompañarnos y volver a hacer que arda nuestro corazón (cf. v. 32). Entonces también nosotros, como los discípulos de Emaús, estamos llamados a dialogar con Él, para que, al atardecer, Él se quede con nosotros (cf. v. 29).

Hay un buen modo para hacer esto, y hoy quisiera proponérselo: consiste en dedicar un tiempo, cada noche, a un breve examen de conciencia. ¿Qué ha pasado hoy dentro de mí? Esta es la pregunta. Se trata de releer el día con Jesús, releer mi día: abrirle el corazón, llevarle las personas, las decisiones, los miedos, las caídas y las esperanzas, todas las cosas que han sucedido; para aprender gradualmente a mirar las cosas con ojos distintos, con sus ojos y no sólo con los nuestros. Así podremos revivir la experiencia de aquellos dos discípulos. Ante el amor de Cristo, incluso lo que nos parece fatigoso y un fracaso puede aparecer bajo otra luz: una cruz difícil de abrazar, la elección del perdón ante una ofensa, una victoria perdida, el cansancio del trabajo, la sinceridad que cuesta, las pruebas de la vida familiar podrán aparecer bajo una luz nueva, la luz del Crucificado Resucitado, que sabe hacer de cada caída, un paso adelante. Pero para hacer esto es importante quitar las defensas: dejar tiempo y espacio a Jesús, no esconderle nada, llevarle las miserias, dejarse herir por su verdad, permitir que el corazón vibre con el aliento de su Palabra.

Podemos comenzar hoy, dedicar, esta noche, un momento de oración durante el cual preguntarnos: ¿Cómo ha sido mi día? ¿Qué alegrías, qué tristezas, qué cosas aburridas… cómo ha sido, qué ha pasado? ¿Cuáles han sido sus perlas, quizá escondidas, por las cuales agradecer? ¿Ha habido un poco de amor en lo que he hecho? ¿Y cuáles son las caídas, las tristezas, las dudas y los miedos que hay que llevar a Jesús para que me abra vías nuevas, me levante y me anime? Que María, Virgen sapiente, nos ayude a reconocer a Jesús que camina con nosotros y a releer – esa es la palabra: releer – ante Él cada día de nuestra vida.

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