LLEVAR LA TERNURA DE DIOS A LA HUMANIDAD SUFRIENTE: ÁNGELUS DEL 07/02/2021

El Papa Francisco encabezó la oración mariana del Ángelus este 7 de febrero desde el Balcón del Palacio Apostólico en la Plaza de San Pedro. En el comentario al Evangelio de hoy subrayó: “La realidad que estamos viviendo en todo el mundo a causa de la pandemia hace particularmente actual este mensaje”. El Papa destacó que el pasaje del Evangelio muestra que el estilo de Dios es “la cercanía, la ternura y la compasión” y describió que “esta compasión tiene sus raíces en la íntima relación con el Padre” porque “Jesús se apartaba y permanecía solo para orar”. Compartimos a continuación, el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

¡De nuevo en la Plaza! El Evangelio de hoy (cf. Mc 1, 29-39) presenta la curación, por parte de Jesús, de la suegra de Pedro y después de otros muchos enfermos y sufrientes que se agolpaban junto a Él. La de la suegra de Pedro es la primera curación física relatada por Marcos: la mujer se encontraba en cama con fiebre; ante ella, la actitud y el gesto de Jesús son emblemáticos: «Se acercó, la hizo levantarse tomándola de la mano,» (v. 31), anota el Evangelista. Hay mucha dulzura en este sencillo acto, que parece casi natural: «La fiebre la dejó y ella les servía» (ibíd.). El poder sanador de Jesús no encuentra ninguna resistencia; y la persona curada retoma su vida normal, pensando enseguida en los demás y no en sí misma – y esto es significativo, ¡es signo de verdadera “salud”!

Ese día era un sábado. La gente del pueblo espera el anochecer y después, terminada la obligación del descanso, sale y lleva con Jesús a todos los enfermos y los endemoniados. Y Él los cura, pero prohíbe a los demonios revelar que Él es el Cristo (cf. vv. 32-34). Desde el principio, entonces, Jesús muestra su predilección por las personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu: es una predilección de Jesús acercarse a las personas que sufren tanto en el cuerpo como en el espíritu. Es la predilección del Padre, que Él encarna y manifiesta con obras y palabras. Sus discípulos han sido testigos oculares, han visto esto y después han dado testimonio de ello. Pero Jesús no los ha querido sólo como espectadores de su misión: los ha involucrado, los ha enviado, les ha dado también a ellos el poder de curar a los enfermos y de expulsar a los demonios (cf. Mt 10, 1; Mc 6, 7). Y esto ha continuado sin interrupción en la vida de la Iglesia, hasta hoy. Y esto es importante. Cuidar de los enfermos de todo tipo no es para la Iglesia una “actividad opcional”, ¡no! No es algo accesorio, no. Cuidar de los enfermos de todo tipo forma parte integral de la misión de la Iglesia, como lo era de la de Jesús. Y esta misión es llevar la ternura de Dios a la humanidad sufriente. Nos lo recordará dentro de pocos días, el 11 de febrero, la Jornada Mundial del Enfermo.

La realidad que estamos viviendo en todo el mundo a causa de la pandemia hace particularmente actual este mensaje, esta misión esencial de la Iglesia. La voz de Job, que resuena en la Liturgia de hoy, una vez más se hace intérprete de nuestra condición humana, tan alta en dignidad — nuestra condición humana, altísima en dignidad — y al mismo tiempo tan frágil. Frente a esta realidad, siempre surge en el corazón la pregunta: “¿por qué?”.

Y a esta interrogante Jesús, Verbo Encarnado, responde no con una explicación — a este por qué somos tan altos en dignidad y tan frágiles en condición —, Jesús no responde a este por qué con una explicación –, sino con una presencia de amor que se inclina, que toma de la mano y hace levantarse, como hizo con la suegra de Pedro (cf. Mc 1, 31). Inclinarse para hacer que el otro se levante. No olvidemos que la única forma lícita de mirar a una persona desde arriba hacia abajo es cuando tú tiendes la mano para ayudarla a levantarse. La única. Y esta es la misión que Jesús ha encomendado a la Iglesia. El Hijo de Dios manifiesta su Señorío no “desde arriba hacia abajo”, no a distancia, sino inclinándose, tendiendo la mano; manifiesta su Señorío en la cercanía, en la ternura y en la compasión. Cercanía, ternura, compasión son el estilo de Dios. Dios se hace cercano y se hace cercano con ternura y con compasión. Cuántas veces en el Evangelio leemos, ante un problema de salud o cualquier problema: “tuvo compasión”. La compasión de Jesús, la cercanía de Dios en Jesús es el estilo de Dios. El Evangelio de hoy nos recuerda también que esta compasión funda sus raíces en la íntima relación con el Padre. ¿Por qué? Antes del alba y después del anochecer, Jesús se apartaba y permanecía solo para orar (v. 35). De allí sacaba la fuerza para cumplir su ministerio, predicando y haciendo curaciones.

Que la Virgen Santa nos ayude a dejarnos curar por Jesús — siempre lo necesitamos, todos — para poder ser a nuestra vez testigos de la ternura sanadora de Dios.

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