TODOS LOS MIEMBROS ESTÁN LLAMADOS A LA COMUNIÓN: MENSAJE DEL PAPA AL CAPÍTULO GENERAL DE LA ORDEN DE MALTA (25/01/2023)

El Papa Francisco envió este 25 de enero, un mensaje fechado el pasado día 17, a los participantes en el Capítulo General de la Orden de Malta, celebrando su trabajo en favor de los más desposeídos de la sociedad y reivindicando la importancia de la unidad entre todas las partes que componen la Orden. A partir del Evangelio de Mateo (Mt 25, 31-40) el Papa reflexiona que las palabras contenidas en dicho pasaje “resumen bien la misión milenaria de la Soberana Orden Hospitalaria Militar de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta”. Transcribimos a continuación, el texto completo de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas:

A todos ustedes, reunidos en el Capítulo General de la Orden de San Juan de Jerusalén, dirijo mi cordial saludo.

Quisiera ante todo ponerme con ustedes a la escucha del Evangelio: «Cuando el hijo del hombre venga en su gloria, [...] dirá a los que estén a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, reciban en herencia el Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo, porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era extranjero y me recibieron, estaba desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, estaba en la cárcel y vinieron a verme”. Entonces los justos responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos extranjero y te recibimos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a visitarte?”. Y el rey les responderá: “En verdad les digo: todo lo que hicieron a uno solo de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron”» (Mt 25, 31-40).

Estas palabras sintetizan bien la milenaria misión del Soberano Orden Militar Hospitalario de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta. Ellas revelan lo que Jesús anunció y sobre todo vivió: que el amor a Dios exige el amor al prójimo. Él se identifica con los pobres y necesitados, con los pequeños de este mundo. Él se hizo el más pequeño y conformarse a sí mismos a Jesús en la relación con el prójimo necesitado va más allá de la filantropía y la beneficencia y se convierte en testimonio de su cercanía, de su amor.

En esta parábola evangélica, el amor se hace concreto al dar de beber y de comer; es la acción de vestir y de acoger; es el tiempo de ir a visitar; es la actitud de la hospitalidad. ¿Cuánto tiempo dedicamos a este amor, que es servicio (cf. Jn 13, 4-5)? ¿A hacernos cargo de la sed, de la desnudez, de las enfermedades y el encarcelamiento de quien está a nuestro lado? Quizá muy poco, porque estamos ocupados en nuestras cosas, en nuestro trabajo, en nuestros intereses. El amor de quien se hace siervo, en cambio, tan humilde, oculto, pequeño y silencioso, es la semilla de la cual germina y crece el árbol más grande y sobre el cual todos desean habitar (cf. Mt 13, 32): el árbol de la vida eterna (cf. Gen 2,9).

Jesús, entonces, nos hace entender claramente que, al final de la vida, seremos juzgados con respecto a cuánto lo hemos amado de manera concreta, encontrando y amando a los demás. Nos revela que todo gesto de atención hacia el enfermo, el hambriento, el sediento, el desnudo etc., es un acto de amor hacia Él; e igualmente aquello que rechazamos hacer a nuestro prójimo, se lo negamos a Él mismo.

Para construir un mundo más justo, no hay otro camino que el del Evangelio; y estamos llamados a comenzar por nosotros mismos, practicando la caridad ahí donde vivimos.

En el gesto de lavar los pies, Jesús nos muestra que el sentido de ser Maestro y Señor es el servicio a los demás (cf. Jn 13, 12-16; 18, 37). Jesús reina en la humildad: desde un pesebre y desde una cruz. Con sus palabras, su vida y su muerte, el Maestro nos indica que las obras de misericordia abren las puertas del Reino eterno. Y en su orden buscan vivir cotidianamente precisamente esto; ¡eso es motivo de gran alegría para mí!

De gran mérito es su obra para consolar a los afligidos, ya sea en sus necesidades espirituales o en las materiales.

¡Perdonen las ofensas! Les pido de corazón llegar a un sincero perdón recíproco, a la reconciliación, después de momentos de tensión y dificultad que han vivido en el pasado reciente. Que la caridad del perdón sea el estilo de vida que los distinga. El saber perdonar es muestra de la libertad, de la generosidad del corazón, de la capacidad de amor incondicional; es expresión de un corazón misericordioso; se traduce en fraternidad vivida, en cordialidad manifiesta, en reciprocidad de sentimientos. Y en ello reconocerán que son discípulos del Señor Jesús (cf. Jn 13, 12-16; 18, 37).

Este espíritu y esta forma de trabajar se relaciona estrechamente con el Beato Gerardo y con los primeros hermanos que se unieron a él, para servir en el Hospital de Jerusalén a los peregrinos de Tierra Santa.

La mentalidad mundana, egoísta y hoy consumista, es un desafío que, con su ejemplo de vida y sus obras de misericordia, están llamados a enfrentar, porque está en total contraste con el Evangelio. Háganlo por ejemplo curando a los enfermos y visitando a los encarcelados. Sé que en muchas partes del mundo sus miembros y sus voluntarios se dedican a estas obras. Acompañen también a aquellos que se acercan al momento de la muerte, tan delicado, en el paso de esta tierra a la vida eterna.

Hoy las antiguas luchas para defender la fe y la cristiandad se han trasladado a un frente más amplio y universal, el del crecimiento en la fe y la verdad, que están en la base de su acción humanitaria. En efecto la primera parte de su lema es la tuitio fidei. Sin fe sus obras serían sólo filantropía. El ser discípulos de Jesús los hace testigos de su Resurrección y propagadores de su Reino en la tierra. Esto requiere naturalmente una formación continua, para ustedes Profesos y también para sus miembros de la Segunda y Tercera Clase, de quienes espero y pido para que surjan muchas vocaciones a la consagración religiosa en el servicio de los “pobres de Nuestro Señor”. Y esta locución, que me agrada mucho, “pobres de Nuestro Señor”, recuerda la otra parte de su lema, el obsequium pauperum, la devoción hacia los pobres y los enfermos. La tuitio fidei y el obsequium pauperum son para ustedes inseparables.

Aprecio el hecho de que se esfuercen para llevar a cabo en el hoy este binomio, como por ejemplo en Lampedusa, con los migrantes que han escapado de sus países; como en Ucrania y los países vecinos, con quienes huyen de la guerra; y así en muchos otros lugares y por muchas otras necesidades.

Gracias. Gracias por todo eso. Gracias porque se hacen disponibles hacia los hermanos más necesitados, impulsándose hacia las periferias existenciales en donde encontrar y servir a Cristo.

han pasado algunos años desde que la Orden necesito que se le acompañara en un camino que ha sido en momentos impermeable, pero que era necesario para llegar con amor renovado a servir a los “Señores pobres y los Señores enfermos”. La Iglesia, que es Madre, no podía dejar de hacerse cargo de ustedes, de su Orden, en plena sintonía con su vida y su tradición histórica. En el curso de sus casi mil años de historia, la Orden de Malta ha demostrado siempre su fidelidad a Cristo, a su Iglesia y a su Vicario en la tierra, el Papa. Por eso, como recordaba en el Decreto del 3 de septiembre pasado, muchos de mis predecesores han intervenido para acompañar los momentos de paso delicados de su vida.

La nueva Carta Constitucional y el nuevo Código Melitense son el fruto de un largo camino, dictado por encuentros y diálogos entre los distintos componentes de la Orden y mi Delegado Especial. Si bien no sin desencuentros, finalmente se ha llegado a la redacción de estos documentos, que son fundamentales para su vida personal y para el bien de las muchas y meritorias obras que tienen en cada continente. Toda la orden está llamada ahora a reflexionar atenta y escrupulosamente sobre la renovación, contenida en la Carta Constitucional y el Código Melitense, en el surco de la tradición. Será esta la tarea específica para el nuevo Gobierno que será elegido.

Todos los miembros de la Primera, Segunda y Tercera clase, junto con los Voluntarios, cuya obra es esencial, están llamados a recibir y a poner en práctica la nueva Carta Constitucional y el Código Melitense, para que se lleve a cabo en toda la orden una renovación espiritualidad y de trabajo en la caridad, reforzando así su unidad.

Que la Primera Clase, constituida por los Caballeros de Justicia, que profesan los tres consejos evangélicos, entregando plenamente su vida a Cristo y a su Iglesia, retome con fervor la vida religiosa en su integridad, observando fielmente sus votos solemnes hechos a Dios, viviendo en comunión fraterna. Que la vida comunitaria sea signo de esta comunión.

Que la Segunda Clase se renueve en la interiorización y la puesta en práctica concreta de la promesa de obediencia que la liga a la Orden.

Que la Tercera Clase esté disponible, en un testimonio de vida, en la estrecha colaboración con las obras de la Orden.

A la comunión están llamados todos los miembros de la Orden y los Voluntarios. Lo pide Nuestro Señor. En su “testamento”, que se nos relata en el Evangelio de Juan, el maestro pidió por la unidad de los suyos, ut unum sint, «para que el mundo crea» (Jn 17, 21). Y ustedes están llamados a ello. Fortalezcan firmemente su unidad, de otro modo no serán creíbles en sus obras. Los conflictos y los enfrentamientos dañan su misión. El ansia de poder y los otros apegos mundanos alejan de Cristo, son tentaciones que hay que rechazar. Acordémonos del “joven rico” del Evangelio, que, aún movido por buenas intenciones, no logró seguir a Jesús porque estaba apegado a sus cosas y sus intereses.

La unidad de todos los miembros de la orden es necesaria para el cumplimiento de la misión que les es propia. El Maligno lo sabe bien, y como siempre busca crear división. Tengamos cuidado de no hacer concesiones con el tentador, ni siquiera involuntariamente. Él a menudo engaña bajo apariencias de bien, y lo que se puede sembrar para la gloria de Dios se puede revelar como nuestra vanagloria.

Que todas las estructuras de la Orden sean valoradas y enriquecidas por la presencia de los miembros de distintas Clases, bien formados y animados por el espíritu de servicio. Y que las obras de la Orden, nacidos de la intuición evangélica del Beato Gerardo, no estén al servicio de los miembros de la Orden, sino siempre para servir a los “Pobres de Nuestro Señor”.

La misma soberanía, nota característica totalmente única de la cual gozan como orden religiosa, es y debe ser funcional para el servicio de las obras de misericordia que realizan. Es necesario tener cuidado para que no sea distorsionada por la mentalidad mundana. Que también sus misiones diplomáticas sean instrumento para el ejercicio de la caridad y la solidaridad.

La gratuidad y el fervor con que han abrazado la ideal juventud, está bien representado por la cruz octagonal que visten: que ella les recuerde las bienaventuranzas evangélicas, con las 8 puntas de la Cruz de Malta. Sean orgullosos y dignos de ella, recordando que, en la cruz, dio su propia vida para nuestra salvación.

Deseo agradecer vivamente a mi Delegado Especial y sus colaboradores más directos, por todo el trabajo realizado con paciencia y seriedad y conducido por tanto tiempo hasta llegar a un resultado que responde a las necesidades de la Orden misma.

Deseo a todos ustedes un fructuoso trabajo en este Capítulo General, que verá el nacimiento de un gobierno llamado a guiar a la orden por el camino trazado por el Gobierno Provisional integrado por mí y al que expreso mi viva gratitud por la manera en que sabiamente ha conducido a la Orden en estos meses.

Que la celestial protección de la Santísima Virgen de Monte Fileremo, de San Juan Bautista, del beato Gerardo y de todos los Santos y Beatos de la Orden para que los acompañen, junto con San Miguel Arcángel, en el camino que están llamados a realizar en la fidelidad al carisma fundacional. Y que a ustedes llegue mi Bendición Apostólica, que de corazón imparto a todos los Miembros y Voluntarios, así como también a todos los asistidos y a las Obras de la Orden.

Desde el Vaticano, 17 de enero 2023, memoria de San Antonio Abad.

FRANCISCO

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