LOS CRISTIANOS DEBEN SER AGENTES DE RECONCILIACIÓN EN EL MUNDO: PALABRAS DEL PAPA A DELEGACIÓN ECUMÉNICA DE FINLANDIA (19/01/2023)

El Bautismo llama a todos los cristianos “a realizar obras de justicia con gratuidad”, así como “gestos concretos de cercanía” a quienes son víctimas de “la injusticia, del descarte, de las diversas formas de opresión y especialmente de las guerras”. Al recibir este 19 de enero en la Biblioteca del Palacio Vaticano a los integrantes de la Delegación ecuménica de Finlandia, el Papa Francisco les recordó el valor de sumergirse juntos “en las heridas de los necesitados” y les dijo que el Bautismo pide que se realicen “obras de justicia y gestos concretos de cercanía” a quienes son víctimas de la opresión y de las guerras. Reproducimos a continuación sus palabras, traducidas del italiano:

¡Queridas hermanas, queridos hermanos!

Una calurosa bienvenida a todos ustedes, miembros de la delegación ecuménica de Finlandia. Gracias porque este año han venido a Roma para celebrar la fiesta de San Enrique con un acento aún más ecuménico: estoy realmente contento de recibir a representantes no sólo luteranos y católicos, sino también ortodoxos y metodistas. Querida hermana, le estoy agradecido por sus cordiales palabras y por las condolencias expresadas por la muerte de mi predecesor Benedicto XVI. Reconozco también la sugestiva evocación a través de la imagen del Mar Báltico, fuente de vida amenazada por la acción del hombre, lugar de encuentro que resiente dolorosamente el clima de enfrentamiento causado por la feroz insensatez de la guerra. Siempre la guerra es una derrota, siempre.

Me da gusto sobre todo retomar cuanto se ha dicho a propósito de las aguas, que a nosotros los cristianos nos recuerdan el don de la reconciliación recibido en el Bautismo. Hace poco celebramos el Bautismo del Señor. El Hijo de Dios, sumergiéndose en las aguas del Jordán al inicio de su ministerio público, manifestó la voluntad de sumergirse completamente en nuestra condición humana. Y nosotros, bautizados en Cristo, por pura gracia hemos sido sumergidos en Él: por ello nos llamamos y somos hijos de Dios a su imagen, hermanos y hermanas entre nosotros. Habiendo recibido el único Bautismo, como creyentes estamos entonces llamados ante todo a dar gracias porque, a partir de las aguas del Bautismo, nuestra existencia ha sido reconciliada con Dios, con los demás, con la creación. Somos hijos reconciliados y estamos por tanto Llamados a reconciliarnos cada vez más entre nosotros y a ser constructores de reconciliación en el mundo.

Es hermoso mirar todo esto en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. En ella, recitando juntos el Credo niceno-costantinopolitano, profesamos «un solo bautismo para el perdón de los pecados», pero este año reflexionamos también sobre algunas palabras tomadas del libro del profeta Isaías: «Aprende a hacer el bien, busca la justicia» (Is 1, 17). Escuchamos así el eco de nuestro bautismo que nos recuerda, como justificados por la gracia, a realizar con gratuidad obras de Justicia, a practicar gestos concretos de cercanía a quienes son víctimas de injusticias, descarte, varias formas de opresión y sobre todo de guerras. Como testigos de la fe en Cristo, que se sumergió en la fragilidad de nuestra condición humana, Estamos entonces obligados a sumergirnos en las heridas de los necesitados. Y a hacerlo juntos.

En la comunidad de todos los bautizados, sabemos que estamos de hecho unidos entre nosotros, aquí y ahora, con toda hermana y hermano en Cristo, pero también en nuestras madres y padres en la fe que vivieron antes de nosotros. Desde la comunión perfecta del Cielo nos miran y nos invitan a caminar juntos sobre esta tierra. San Enrique, testigo de la fe, mensajero de esperanza e instrumento de caridad es uno de ellos. Con él celebramos la comunión ecuménica de todos los santos, conocidos y desconocidos, renacidos a una nueva vida a partir de las aguas del Bautismo. Podemos por tanto abrazar al mismo tiempo con la mirada la gracia original del bautismo y la esperanza de la vida eterna; la fuente de vida que en la tierra nos ha hecho hijos del Cielo y el cielo donde los santos nos esperan y nos animan. En todo, reconocemos qué grande es la unidad que nos une y qué importante es orar juntos, trabajar asiduamente y dialogar intensamente para superar las divisiones y ser, según la voluntad del Señor, una sola cosa en la comunión trinitaria, para que el mundo crea (cf. Jn 17, 21).

Ciertamente somos conscientes de esto, pero la sola conciencia no basta. Es necesario alimentar una verdadera pasión, una pasión que surge del amor por la comunión, del deseo de superar el anti testimonio dado por las laceraciones históricas entre los cristianos, que han herido tanto la unidad del Cuerpo de Cristo. Es necesario, hoy sobre todo, un celo ardiente por la evangelización, porque anunciando juntos nos redescubrimos hermanos y hermanas; y por qué nos damos cuenta que no se puede difundir dignamente el nombre de Jesús, nacido, muerto y resucitado por todos, sin dar testimonio de la belleza de la unidad, signo distintivo de sus discípulos.

Muy queridos todos, al renovar el reconocimiento por su visita anual, siempre esperada y agradecida, quisiera pedir hoy con ustedes el don de esta pasión ardiente para no cansarnos de amar, de esperar, de buscar a los alejados, de quemarnos por dentro por el deseo de anunciar a Jesús y de edificar la unidad que Él tanto desea. Pidamos el don de un renovado celo apostólico, que nos haga redescubrir cada vez a los demás creyentes como nuestros hermanos y hermanas en Cristo, que nos haga sentir apóstoles reconciliados Por Dios para reconciliarnos entre nosotros y convertirnos en artífices de reconciliación por el mundo. Por ello quisiera invitarlos ahora a rezar juntos el Padre Nuestro, la oración de los hijos que, mejor que cualquier otra, manifiesta la realidad de nuestro bautismo. Podemos rezarla cada uno en su propia lengua, pero juntos: los unos con los otros y los unos por los otros.

[Oración del Padre Nuestro]

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