NO HAY CONVERSIÓN ECOLÓGICA SIN CONVERSIÓN DEL CORAZÓN: PALABRAS DEL PAPA A UNA DELEGACIÓN DE MONJES BUDISTAS DE CAMBOYA (19/01/2023)

El Papa Francisco recibió este 19 de enero, en la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano, a una Delegación Budista de Camboya, encabezada por el Vicario Apostólico de Phnom-Penh, Mons. Olivier Schmitthaeusler, que vino hasta Roma estos días para reunirse con los responsables del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso bajo el objetivo de explorar nuevas vías para promover la conversión ecológica a través de las iniciativas emprendidas por el diálogo budista-cristiano. “La conversión ecológica se produce cuando la gente reconoce las raíces humanas de la actual crisis medioambiental”, les dijo el Papa. Transcribimos a continuación el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Eminencia, queridos hermanos, buenos días:

Extiendo una calurosa bienvenida a su delegación, queridos amigos budistas, así como también a los representantes de la sociedad civil camboyana. Estoy agradecido por esta visita, que intenta consolidar su amistad duradera como líderes religiosos comprometidos en mejorar la cooperación interreligiosa, un elemento importante de la sociedad, que permite a las personas vivir pacíficamente como hermanos y hermanas, reconciliados entre ellos y con el ambiente en que viven.

En un momento en que la familia humana y nuestro planeta se encuentran ante graves amenazas, eligieron oportunamente la “Conversión Ecológica” como tema de su encuentro. Este es un signo positivo de la creciente sensibilidad y preocupación por el bienestar de la Tierra, nuestra casa común, y por las importantes contribuciones que, inspirados por las creencias religiosas y las tradiciones espirituales, pueden ofrecer a su noble país en su camino de curación social y reconstrucción económica, después de las crisis sociopolíticas de las últimas décadas.

La pobreza y la falta de respeto por la dignidad de los marginados causan mucho sufrimiento y desánimo en nuestro tiempo; por ello deben enfrentarse con procesos concertados que promuevan la consciencia de la radical fragilidad de nuestros contextos ambientales. Es urgente buscar, a través del diálogo a todos los niveles, soluciones integradas basadas en el respeto de las fundamental interdependencia entre la familia humana y la naturaleza. Por este motivo, siguiendo el camino trazado por mis predecesores, he seguido solicitando el cuidado por nuestra casa común, un cuidado que es también «vocación al respeto: respeto a la creación, respeto al prójimo, respeto a nosotros mismos y respeto ante el Creador» (Discurso a los participantes en el encuentro “Fe y ciencia: hacia la COP26”, 4 de octubre 2021). Esto sin embargo no puede ocurrir sin un cambio en el corazón, de la visión y las costumbres.

La conversión ecológica ocurre cuando se reconocen las raíces humanas de la actual crisis ambiental; cuando el verdadero arrepentimiento lleva a frenar o a detener tendencias, ideologías y prácticas lesivas e irrespetuosas de la creación y cuando las personas se comprometen a promover modelos de desarrollo que curen las heridas infligidas por la avidez, por la búsqueda excesiva de ganancias financieras, por la falta de solidaridad con los vecinos y la falta de respeto por el medio ambiente. La conversión ecológica busca «transformar en sufrimiento personal lo que le ocurre al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar» (Enc. Laudato si’, 19). Nos llama «a cambiar la marcha, a modificar las malas costumbres para poder soñar, para crear y actuar juntos en la realización de un futuro justo y equitativo» (Prefacio a Laudato si’ Reader, 13).

El diálogo revela la profunda riqueza que en nuestras respectivas tradiciones religiosas ofrecen como apoyo de los esfuerzos para cultivar la responsabilidad ecológica. Siguiendo los principios que el Buda dejó en herencia a sus discípulos (Pratimoksa), entre los cuales está la práctica llamada “metta”, que consiste en no dañar a los seres vivos (cf. Metta Sutta sn 1.8) Viviendo un estilo de vida sencillo, los budistas pueden adquirir una actitud compasiva hacia todos los seres, incluida la tierra, su hábitat. Por su parte, los cristianos cumplen su propia responsabilidad ecológica cuando, como custodios encomendados, protegen la creación, la obra que Dios confió al hombre para que la cultivara y la custodiara (cf. Gen 2, 15; Laudato si’, 95; 217).

Les agradezco nuevamente por su visita, muy apreciada, y espero que la estancia en Roma sea placentera y enriquecedora. También estoy seguro de que el encuentro con los oficiales del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso ofrecerá la oportunidad de explorar ulteriores modos para promover la conversión ecológica a través de las iniciativas emprendidas por el diálogo Budista-Cristiano tanto en Camboya como en toda la región.

Sobre ustedes y sobre todos los habitantes de su noble país invoco abundantes bendiciones del Cielo.

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