QUÉ HERMOSO ES DEJAR TODO PARA EXPERIMENTAR EL SERVICIO: ÁNGELUS DEL 22/01/2023

Este 22 de enero, en el domingo en el que la Iglesia celebra la Palabra de Dios, el Papa Francisco pidió, antes de la oración mariana del Ángelus, dejar atrás y renunciar a ciertas cosas para decir si a la llamada de Jesús y escuchar lo que nos está pidiendo emprender en ese momento, al igual que hicieron sus primeros discípulos que, en el mar de Galilea, lo dejaron todo para seguir a Jesús. El Papa Francisco puso de ejemplo el Evangelio del día, en el que Jesús vuelve a buscar a los pescadores allí donde viven y trabajan para dirigirles una llamada directa: “¡Sígueme!” y ellos “en seguida dejaron las redes y le siguieron”. Compartimos a continuación, el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy el Evangelio de la Liturgia (Mt 4, 12-23) narra la llamada de los primeros discípulos que, en el lago de Galilea, dejan todo para seguir a Jesús. Algunos de ellos ya lo habían encontrado, gracias a Juan el Bautista, y Dios había puesto en ellos la semilla de la fe (cf. Jn 1, 35-39). Y he aquí que ahora Jesús vuelve a buscarlos ahí donde viven y trabajan. El Señor nos busca siempre; el Señor siempre se nos acerca, siempre. Y esta vez les dirige una llamada directa: «¡Síganme!» (Mt 4, 19). Y ellos «al instante dejaron las redes y lo siguieron» (v. 20). Detengámonos en esta escena: es el momento del encuentro decisivo con Jesús, ese que recordarán toda su vida y que entra en el Evangelio. Desde entonces siguen a Jesús, y para seguirlo, dejan.

Dejar para seguir. Con Jesús siempre es así. Se puede comenzar de alguna manera a advertir su fascinación, quizás gracias a otros. Luego el conocimiento puede hacerse más personal y encender una luz en el corazón. Se convierte en algo hermoso que compartir: “Sabes, ese pasaje del Evangelio me impactó, esa experiencia de servicio me conmovió”. Algo que te toca el corazón. Y así habrán hecho los primeros discípulos (cf. Jn 1, 40-42). Pero antes o después llega el momento en que es necesario dejar para seguirlo (cf. Lc 11, 27-28). Y ahí se debe decidir: ¿dejo algunas certezas y parto a una nueva aventura, o me quedo ahí como soy? Es un momento decisivo para todo cristiano, porque aquí se juega el sentido de todo lo demás. Si no se encuentra la valentía de ponerse en camino, existe el riesgo de quedarse como espectador de la propia existencia y vivir la fe a medias.

Estar con Jesús, por tanto, requiere la valentía de dejar, de ponerse en camino. ¿Qué debemos dejar? Ciertamente nuestros vicios, nuestros pecados, que son como anclas que nos sujetan a la orilla y nos impiden remar mar adentro. Para empezar a dejar es justo que empecemos pidiendo perdón: perdón por las cosas que no fueron bellas: dejo esas cosas y sigo adelante. Pero es necesario dejar también lo que nos impide vivir plenamente, por ejemplo, como los miedos, los cálculos egoístas, las garantías de estar seguro viviendo una vida mediocre. Y se necesita también renunciar al tiempo que se desperdicia persiguiendo tantas cosas inútiles. Qué hermoso es dejar todo esto para vivir, por ejemplo, el riesgo arduo pero gratificante del servicio, o para dedicar tiempo a la oración, para crecer en la amistad con el Señor. Pienso también en una familia joven, que deja una vida tranquila para abrirse a la impredecible y hermosísima aventura de la maternidad y la paternidad. Es un sacrificio, pero basta una mirada a los hijos para comprender que era justo dejar ciertos ritmos y comodidades, para tener esta alegría. Pienso en ciertas profesiones, por ejemplo, a un médico o a un trabajador de la salud que han renunciado a mucho tiempo libre para estudiar y prepararse, y ahora hacen el bien dedicando muchas horas del día y de la noche, muchas energías físicas y mentales a los enfermos. Pienso en los trabajadores que dejan las comodidades, que dejan el placer de no hacer nada para llevar el pan a casa. En fin, para realizar la vida hay que aceptar el reto de dejar. A esto Jesús nos invita a cada uno de nosotros, hoy.

Y sobre esto les dejo alguna pregunta. Ante todo: ¿recuerdo algún “momento fuerte” en el que ya haya encontrado a Jesús? Cada uno de nosotros piense en su propia historia: ¿en mi vida ha habido algún momento fuerte, en el que encontré a Jesús? ¿Y algo hermoso y significativo que sucedió en mi vida por haber dejado otras cosas menos importantes? Y hoy, ¿hay algo a lo que Jesús me pide que renuncie? ¿Cuáles son las cosas materiales, las formas de pensar, las costumbres que necesito dejar para decirle realmente “sí”? Que María nos ayude a decir, como Ella, un sí pleno a Dios, a saber dejar algo para seguirlo mejor. No tengan miedo de dejar si es para seguir a Jesús, siempre nos encontraremos que estamos mejor y somos mejores.

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