EL SUFRIMIENTO DE LOS INOCENTES GRITA AL CIELO Y NOS IMPLORA QUE ACTUEMOS: ÁNGELUS DEL 13/04/2025
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, Domingo de Ramos, en el Evangelio hemos escuchado el relato de la Pasión del Señor según San Lucas (cf. Lc 22, 14-23,56). Hemos escuchado a Jesús dirigirse varias veces al Padre: «Padre, si quieres, ¡aleja de mí este cáliz! Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya» (22,42); «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (23,34); «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (23,46). Indefenso y humillado, lo hemos visto caminar hacia la cruz con los sentimientos y el corazón de un niño agarrado al cuello de su padre, frágil en la carne, pero fuerte en el abandono confiado, hasta dormirse, en la muerte, entre sus brazos.
Son sentimientos que la liturgia nos llama a contemplar y a hacer nuestros. Todos tenemos dolores, físicos o morales, y la fe nos ayuda a no ceder a la desesperación, a no encerrarnos en la amargura, sino a afrontarlos sintiéndonos arropados, como Jesús, por el abrazo providente y misericordioso del Padre.
Hermanas y hermanos, les agradezco mucho por sus oraciones. En este momento de debilidad física me ayudan a sentir aún más la cercanía, la compasión y la ternura de Dios. Yo también pido por ustedes y les pido que encomienden conmigo al Señor a todos los que sufren, especialmente a los afectados por la guerra, por la pobreza o por los desastres naturales. En particular, que Dios acoja en su paz a las víctimas del derrumbe de un local en Santo Domingo, y consuele a sus familiares.
El 15 de abril será el segundo triste aniversario del inicio del conflicto en Sudán, con miles de muertos y millones de familias forzadas a abandonar sus casas. El sufrimiento de los niños, de las mujeres y de las personas vulnerables grita al cielo y nos implora que actuemos. Renuevo mi llamado a las partes implicadas, para que pongan fin a la violencia y emprendan caminos de diálogo, y a la comunidad internacional, para que no le falten las ayudas esenciales a la población.
Y recordemos también al Líbano, donde hace cincuenta años comenzó la trágica guerra civil: que con la ayuda de Dios pueda vivir en paz y prosperidad.
Que llegue por fin la paz a la martirizada Ucrania, a Palestina, Israel, la República Democrática del Congo, Myanmar, Sudán del Sur. Que María, Madre de los Dolores, nos obtenga esta gracia y nos ayude a vivir con fe la Semana Santa.
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