¿ME SIENTO INVOLUCRADO EN LAS NECESIDADES DE LOS QUE SUFREN?: ÁNGELUS DEL 26/11/2023

Este 26 de noviembre, el Papa Francisco no apareció desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, como es su tradición, sino desde la capilla de Casa Santa Martha a través de la “ventana” mediática, para la oración del Ángelus a mediodía. Por la inflamación de su pulmón a causa de la gripe, Mons. Paolo Braida, encargado de los documentos papales en la Secretaría de Estado, leyó por él la reflexión previa al Ángelus y sus mensajes después de la oración mariana. En este último domingo del año litúrgico y Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, el Santo Padre retomó el Evangelio del día, que habla del juicio final (cf. Mt 25, 31-46) y nos dice, dijo el Sumo Pontífice, que éste será sobre la caridad. Compartimos a continuación el texto de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

Hoy no puedo asomarme a la ventana porque tengo este problema de inflamación en los pulmones y quien leerá la reflexión será Mons. Braida; que las conoce bien porque es él quien las hace ¡y siempre las hace muy bien! Muchas gracias por su presencia.

Hoy, último domingo del año litúrgico y Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, el Evangelio nos habla del juicio final (cf. Mt 25, 31-46) y nos dice que será sobre la caridad.

La escena que nos presenta es la de una sala real, en la que Jesús, «el Hijo del hombre» (v. 31), está sentado en un trono. Todos los pueblos están reunidos a sus pies y entre ellos están «los benditos» (v. 34), los amigos del Rey. Pero ¿quiénes son? ¿Qué tienen de especial estos amigos a los ojos de su Señor? Según los criterios del mundo, los amigos del rey deberían ser aquellos que le han dado riqueza y poder, que le han ayudado a conquistar territorios, a ganar batallas, a engrandecerse entre los demás soberanos, tal vez a aparecer como estrella en las primeras páginas de los periódicos o en las redes sociales, y a ellos les debería decir: “Gracias, porque me han hecho rico y famoso, envidiado y temido”. Esto según los criterios del mundo.

En cambio, según los criterios de Jesús, sus amigos son otros: son aquellos que le han servido en las personas más débiles. Esto porque el Hijo del hombre es un Rey completamente distinto, que llama a los pobres “hermanos”, que se identifica con los hambrientos, los sedientos, los extranjeros, los enfermos, los encarcelados, y dice: «Cada vez que hicieron estas cosas con uno solo de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron» (v. 40). Es un Rey sensible al problema del hambre, de la necesidad de un hogar, de la enfermedad y de la prisión (cf. vv. 35-36): todas realidades desgraciadamente siempre muy actuales. Personas que padecen hambre, personas sin hogar, a menudo vestidas como pueden, abarrotan nuestras calles: las encontramos todos los días. E incluso en lo que se refiere a la enfermedad y la cárcel, todos sabemos lo que quiere decir estar enfermo, cometer errores y pagar sus consecuencias.

Y bien, el Evangelio de hoy nos dice que uno es “bendito” si se responde a estas pobrezas con amor, con el servicio: no mirando hacia otra parte, sino dando de comer y de beber, vistiendo, recibiendo, visitando, en una palabra, haciéndose cercano a quien se encuentra en la necesidad. Y esto porque Jesús, nuestro Rey que se define como Hijo del Hombre, tiene a sus hermanas y hermanos predilectos en las mujeres y hombres más frágiles. Su “sala real” está instalada donde están quienes sufren y necesitan ayuda. Esta es la “corte” de nuestro Rey. Y el estilo con el que están llamados a distinguirse sus amigos, los que tienen a Jesús por Señor, es su mismo estilo: la compasión, la misericordia, la ternura. Éstas ennoblecen el corazón y descienden como aceite sobre las llagas de cuantos están heridos por la vida.

Entonces, hermanos y hermanas, preguntémonos: ¿creemos que la verdadera realeza consiste en la misericordia? ¿Creemos en el poder del amor? ¿Creemos que la caridad es la manifestación de mayor realeza del hombre y es una exigencia irrenunciable para el cristiano? Y, finalmente, una pregunta particular: ¿yo soy amigo del Rey, es decir, me siento involucrado en primera persona en las necesidades de los que sufren que encuentro en mi camino?

Que María, Reina del Cielo y de la Tierra, nos ayude a amar a Jesús, nuestro Rey, en sus hermanos más pequeños.

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