EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN ES PERDONAR, SIEMPRE: PALABRAS DEL PAPA A LOS RECTORES Y TRABAJADORES DE LOS SANTUARIOS (11/11/2023)

El Papa Francisco se reunió este 11 de noviembre en el Aula Pablo VI con los Rectores y trabajadores de los Santuarios, reunidos desde el 9 de noviembre en el Vaticano para el II Encuentro Internacional, y recomendó que estos “lugares especiales” sean ante todo lugares de oración, con el cuidado de los sacramentos y la acogida de los peregrinos. El Pontífice invitó a ofrecer consuelo a quienes llegan a los Santuarios con cargas y problemas mediante una “cercanía compasiva”, recordando que 2024 será un año enteramente dedicado a la oración. Compartimos a continuación las palabras del Papa, traducidas del italiano:

Queridos amigos, buenos días:

Los recibo en ocasión de su segundo Encuentro Internacional, porque conocen bien mi atención por la vida de los Santuarios. Agradezco a S.E. Mons. Fisichella por esta iniciativa y por el esfuerzo del Dicasterio en la pastoral de los Santuarios. Son lugares especiales, donde el Santo pueblo fiel de Dios se acerca para orar, para ser consolado y para mirar con mayor confianza el futuro.

Se viene al Santuario, ante todo, para orar. Por nuestra parte es necesario que permanezca siempre viva la preocupación de que nuestros Santuarios sean realmente lugares privilegiados de oración. Sé con cuánto cuidado se celebra la Santa Eucaristía y cuánto esfuerzo se dedica al Sacramento de la Reconciliación. Les pido que, en la elección de los sacerdotes para las confesiones, haya un buen discernimiento, para que no suceda que quienes se presentan al confesionario atraídos por la misericordia del Padre encuentren obstáculos para vivir una plena reconciliación. El Sacramento de la Reconciliación es perdonar, siempre, perdonar. No puede ocurrir, especialmente en los Santuarios, que encuentren obstáculos, porque en ellos la misericordia de Dios pide ser expresada de manera sobreabundante, por su propia naturaleza. Justamente así los perciben los fieles: como lugares especiales en los cuales encontrar la gracia de Dios. Perdonen siempre como perdona el Padre. Perdonen.

En la historia de todo Santuario es fácil tocar con la mano la fe de nuestro pueblo fiel, que se mantiene viva y se alimenta con la oración, en primer lugar, el Rosario, que ayuda a orar a través de la meditación de los misterios de la vida de Jesús y de la Virgen María. Entrar espiritualmente en esos misterios, sintiéndose parte viva de lo que constituye nuestra historia de salvación, es un esfuerzo dulce, que da sabor de Evangelio a la vida cotidiana.

Es importante que en los Santuarios se dedique particular atención a la adoración. Hemos perdido un poco el sentido de la adoración, debemos retomarlo. Quizás debemos tomar conciencia de que el ambiente y la atmósfera de nuestras iglesias no siempre invitan a recogerse y a adorar. Favorecer en los peregrinos la experiencia del silencio contemplativo – y no es fácil – del silencio adorador, significa ayudarlos a fijar la mirada en lo esencial de la fe. La adoración no es un alejarse de la vida; más bien es el espacio para dar sentido a todo, para recibir el don del amor de Dios y poder dar testimonio de él en la caridad fraterna. Podemos hacernos la pregunta: “Y yo ¿estoy acostumbrado a la oración de adoración?”. Es importante responder.

Se va a los Santuarios también para ser consolados. El misterio de la consolación. ¡Cuántas personas se dirigen a ellos porque llevan en el espíritu y el cuerpo un peso, una pena, una preocupación! La enfermedad de una persona amada, la pérdida de un familiar, tantas situaciones de la vida son a menudo causas de soledad y tristeza, que son colocadas sobre el altar y esperan una respuesta. El consuelo no es una idea abstracta y no está hecha ante todo de palabras, sino de una cercanía compasiva y tierna, que comprende el dolor y el sufrimiento. Ese es el estilo de Dios: cercano, compasivo y tierno. Así es el Señor. Consolar equivale a hacer tangible la misericordia de Dios; por eso el servicio de la consolación no puede faltar en nuestros Santuarios. Quienes tienen a su cuidado el Santuario deben hacer propias las palabras del Apóstol: «Él nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a quienes se encuentran en todo tipo de aflicciones con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios» (2 Cor 1, 4). Una, dos, tres, cuatro veces en dos renglones la palabra consuelo o consolar: es denso este texto de Pablo. Puedo ser signo eficaz de consuelo en la medida en que he experimentado en primera persona el ser consolado por el sufrimiento salvífico de Jesús y en Él he encontrado refugio. No lo olviden. En nuestra historia, cada uno de nosotros, tiene momentos duros, terribles, en que el Señor nos ha consolado. No olviden esto. Recordar la propia experiencia de consolación nos ayudará a consolar a los demás. Y esta experiencia pasa a través de la maternidad de María, la “Consolata” por excelencia. ¡Que en nuestros Santuarios haya sobreabundancia de consuelo y misericordia!

Finalmente, se va al Santuario para mirar al futuro con mayor confianza. El peregrino necesita esperanza. La busca en el gesto mismo de peregrinar: se pone en camino en búsqueda de una meta segura que alcanzar. Pide esperanza con su oración, porque sabe que sólo una fe sencilla y humilde puede obtener la gracia que necesita. Entonces es importante que, al volver a casa, se sienta lleno y cargado de serenidad porque ha puesto en Dios su confianza. En nuestros Santuarios se pone mucha atención a la acogida – por favor, no olviden eso: acoger bien a los peregrinos –, y es justo que sea así. Al mismo tiempo es necesario prestar el mismo cuidado pastoral en el momento en que los peregrinos dejan el Santuario para volver a su vida ordinaria: que reciban palabras y signos de esperanza, de manera que la peregrinación realizada alcance su pleno significado.

He querido que el próximo año, en preparación al Jubileo del 2025, esté enteramente dedicado a la oración. En breve serán publicados Subsidios, que pueden ayudar a redescubrir la centralidad de la oración. Los recomiendo: serán una buena lectura, que estimula a orar con sencillez y según el corazón de Cristo. Renovemos cada día la alegría y el compromiso de ser hombres y mujeres de oración. Oración desde el corazón, no como los pericos. No. Desde el corazón. Que las palabras dichas vengan del corazón. Ustedes, en los Santuarios, lo harán a través de la espiritualidad típica que los caracteriza.

Que desde todos los santuarios se eleve un canto de acción de gracias al Señor por las maravillas que realiza incluso en nuestros días. Y que se implore la intercesión de la Madre de Dios para que, en este tiempo tan atormentado, muchos de nuestros hermanos y hermanas que sufren puedan reencontrar la paz y la esperanza.

Los acompaño con mi Bendición. Y les pido por favor, en sus Santuarios, acordarse de orar por mí. Gracias.

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