LA IGLESIA ES MUJER, HAY QUE “DESMASCULINIZARLA”: PALABRAS DEL PAPA A LA COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL (30/11/2023)

En la audiencia a los miembros de la Comisión Teológica Internacional este 30 de noviembre, el Pontífice entregó su discurso mientras reafirmó la importancia de la contribución femenina a la reflexión teológica: “Si no sabemos comprender qué es la teología de una mujer, nunca entenderemos qué es la Iglesia”. En el texto preparado, que reproducimos a continuación traducido del italiano, exhorta a “una teología evangelizadora en diálogo con la cultura y con el pueblo”. Transcribimos también, las palabras improvisadas por el Santo Padre, previamente a entregar su discurso por escrito:

Palabras improvisadas del Santo Padre

Gracias por esta visita. Y gracias por su trabajo. Hay un lindo discurso aquí con cosas teológicas, pero por cómo estoy, es mejor no leerlo. Se los entrego.

Agradezco por lo que hacen. La teología, la reflexión teológica, es muy importante. Pero hay algo que no me gusta de ustedes, perdónenme la sinceridad. Una, dos, tres, cuatro mujeres: ¡pobrecitas! ¡Están solas! Ah, perdóname, cinco. ¡Debemos avanzar en esto! La mujer tiene una capacidad de reflexión teológica distinta de la que tenemos los hombres. Será porque yo estudié mucho la teología con una mujer. Me ayudó una alemana muy buena, Hanna-Barbara Gerl, sobre Guardini. Ella había estudiado esa historia y la teología de esa mujer no es muy profunda, pero es hermosa, es creativa. Y ahora, en la próxima reunión de los nueve Cardenales, tendremos una reflexión sobre la dimensión femenina de la Iglesia.

La Iglesia es mujer. Y si no sabemos entender qué es una mujer, qué es la teología de una mujer, nunca entenderemos qué es la Iglesia. Uno de los grandes pecados que hemos cometido es “masculinizar” a la Iglesia. Y eso no se resuelve por la vía ministerial, eso es otra cosa. Se resuelve por la vía mística, por la vía real. A mí me ha dado mucha luz el pensamiento balthasariano: principio petrino y principio mariano. Se puede discutir esto, pero los dos principios existen. Es más importante el mariano que el petrino, porque existe la Iglesia esposa, la Iglesia mujer, sin masculinizarse.

Y se preguntarán: ¿a dónde lleva este discurso? No solamente para decirles que tengan más mujeres aquí – esa es una cosa –, sino para ayudar a reflexionar. La Iglesia mujer, la Iglesia esposa. Y esa es una tarea que les pido, por favor. Desmasculinizar a la Iglesia.

Y gracias por lo que hacen. Perdónenme, hablé demasiado y me ha hecho daño, pero ahora sentados como estamos, podemos rezar un Padre Nuestro juntos, cada uno en su propia lengua y después daré la bendición.

[Rezo del Padre Nuestro]

[Bendición]

Y oren por mí. Oren a favor, no en contra, porque este trabajo no es fácil. Gracias.

Discurso entregado

Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

Saludo al Cardenal Fernández y le doy la bienvenida a todos ustedes, expresándoles gratitud por su valioso trabajo.

Hoy estamos llamados a dedicarnos con toda la energía del corazón y la mente a una «conversión misionera de la Iglesia» (Evangelii gaudium, 30). Ésta responde a la llamada de Jesús a evangelizar, Hecha precisamente desde el Concilio Vaticano II, que hasta ahora guía nuestro camino eclesial: allí el Espíritu Santo hizo escuchar su voz para nuestros tiempos. El Concilio anunció su propósito precisamente afirmando que «desea ardientemente, anunciando el Evangelio a toda criatura, iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo» (Lumen gentium, 1). Y, como ha observado su Comisión, «la puesta en acción de una Iglesia sinodal es presupuesto indispensable para un nuevo impulso misionero que involucre a todo el Pueblo de Dios» (La sinodalidad en la vida y la misión de la Iglesia, 9): un impulso misionero que sepa comunicar la belleza de la fe.

Llegando entonces a su tarea más específica, en la Carta dirigida al nuevo Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe subrayé que hoy «necesitamos un pensamiento que sepa presentar de manera convincente a un Dios que ama, que perdona, que salva, que libera, que promueve a las personas y las convoca al servicio fraterno» (1 julio 2023). De tal necesidad ustedes están llamados a hacerse cargo de manera calificada, a través de la propuesta de una teología evangelizadora, que promueva el diálogo con el mundo de la cultura. Y es esencial que ustedes los teólogos lo hagan en sintonía con el Pueblo de Dios, diría “desde abajo”, o con una mirada privilegiada por los pobres y los sencillos, y al mismo tiempo estando “de rodillas”, porque la teología nace de rodillas, en la adoración a Dios.

Sé que están profundizando sobre dos desafíos actuales: la cuestión antropológica y el tema ecológico. Pero su trabajo los encuentra también comprometidos en proponer una reflexión actualizada e incisiva sobre la permanente actualidad de la fe trinitaria y cristológica confesada por el Concilio de Nicea, que nos preparamos a conmemorar 1700 años después de su celebración, en coincidencia con el Jubileo proclamado para el año 2025. Quisiera entonces compartir con ustedes tres motivos que hacen muy prometedor el redescubrimiento de Nicea.

El primero es un motivo espiritual. En Nicea se profesó la fe en Jesús Hijo unigénito del Padre: Aquel que se hizo hombre por nosotros y por nuestra salvación es «Dios de Dios, luz de luz». No es sólo la luz de un conocimiento impensable, sino que es luz que aclara la existencia con el amor del Padre. Sí, hay una luz que nos guía en el camino y despeja la oscuridad, y esta luz, que habita en nuestras vidas, es una fuente y es eterna: ¿cómo dar testimonio de ella, si no es con una vida luminosa, con una alegría que se irradia? También para su ministerio de teólogos es válida la invitación de Jesús a “no encender una lámpara para ponerla bajo la cama, sino en el candelabro, para que ilumine a todos los que están en la casa” (cf. Mt 5, 15). Corresponde a los teólogos difundir resplandores nuevos y sorprendentes de la luz eterna de Cristo en la casa de la Iglesia y la oscuridad del mundo.

Un segundo motivo es el sinodal. En Nicea se celebró el primer Concilio ecuménico, en el que la Iglesia pudo expresar su naturaleza, su fe, su misión, para ser, como afirma el último Concilio, «el signo e instrumento de la íntima Unión con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Lumen gentium, 1). La sinodalidad es el camino, el camino para traducir en actitudes de comunión y en procesos de participación la dinámica trinitaria con la que Dios, por medio de Cristo y en el soplo del Espíritu Santo, viene al encuentro de la humanidad. A los teólogos se les confía la gran responsabilidad de liberar la riqueza de esta maravillosa “energía que humaniza”. Ustedes mismos participan en los trabajos de la Comisión viniendo desde distintas partes del mundo, trayendo con ustedes los dones y riquezas, las interrogantes y sufrimientos de sus Iglesias y sus pueblos. Sean testimonio, en su trabajo colegial y en el compartir sus peculiaridades eclesiales y culturales, de una Iglesia que camina según la armonía del Espíritu, arraigada en la Palabra de Dios y en la Tradición viva, y que acompaña con amor y con discernimiento los procesos culturales y sociales de la humanidad en la compleja transición que estamos viviendo. No se conformen con lo que ya se ha adquirido: tengan abierto el corazón y la mente al semper magis de Dios.

Y finalmente un tercer motivo, ecuménico. ¿Cómo no recordar la extraordinaria relevancia de este aniversario para el camino hacia la plena unidad de los cristianos? No solamente, de hecho, el Símbolo de Nicea une a los discípulos de Jesús, sino que precisamente en 2025, providencialmente, la fecha de la celebración de la Pascua coincidirá para todas las denominaciones cristianas. ¡Qué hermoso sería si marcará el inicio concreto de una celebración siempre común de la Pascua!

Hermanos y hermanas, llevemos este sueño en el corazón e invoquemos la creatividad del Espíritu, para que la luz del Evangelio y de la comunión resplandezcan más. Les renuevo mi agradecimiento por su servicio y los bendigo, pidiéndoles orar por mí.

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