LA CONFIANZA LIBERA Y EL MIEDO PARALIZA: ÁNGELUS DEL 19/11/2023

El Evangelio de Mateo en este XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario nos presenta a un señor que se va de viaje y confía a sus siervos sus talentos, es decir, sus bienes y los distribuye con base en las capacidades de cada uno. Al regreso les pide cuentas sobre lo que han hecho. Dos de ellos han redoblado lo que habían recibido y el señor les alaba, mientras que el tercero, por miedo, ha enterrado su talento y puede sólo devolverlo, razón por la que recibe un severo reproche. El Papa Francisco aseguró durante el Ángelus de este 19 de noviembre que, mirando a esta parábola, “podemos aprender dos formas distintas de acercarnos a Dios”. Compartimos a continuación, el texto de su reflexión, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio hoy nos presenta la parábola de los talentos (cf. Mt 25, 14-30). Un señor se va de viaje y confía a sus siervos sus talentos, es decir, sus bienes, un “capital”: los talentos eran una unidad monetaria. Los distribuye con base en las capacidades de cada uno. Al regreso les pide cuentas sobre lo que han hecho. Dos de ellos han redoblado lo que habían recibido y el señor les alaba, mientras que el tercero, por miedo, ha enterrado su talento y puede sólo restituirlo, razón por la que recibe un severo regaño. Mirando a esta parábola, podemos aprender dos maneras distintas de acercarnos a Dios.

La primera manera es la de aquel que entierra el talento recibido, que no sabe ver las riquezas que Dios le ha dado: él no confía, ni en el señor ni en sí mismo. De hecho, dice a su señor: «Sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no has sembrado y recoges donde no esparciste» (v. 24). Frente a él siente miedo. No ve el aprecio, no ve la confianza que el señor deposita en él, sino que ve solamente el modo de actuar de un patrón que pretende más de lo que da, de un juez. Esta es su imagen de Dios: no es capaz de creer en su bondad, no es capaz de creer en la bondad del Señor hacia nosotros. Por eso se bloquea y no se deja implicar en la misión recibida.

Veamos entonces la segunda forma, en los otros dos protagonistas, que corresponden la confianza de su señor confiando a su vez en él. Estos dos invierten todo lo que han recibido, incluso si no saben al principio si todo irá bien: estudian, ven las posibilidades y con prudencia buscan lo mejor; aceptan el riesgo de jugársela. Confían, estudian y se arriesgan. Así tienen la valentía de actuar con libertad, de manera creativa, generando nueva riqueza (cf. vv. 20-23).

Hermanos y hermanas, esta es la disyuntiva que tenemos delante de Dios: miedo o confianza. O tienes miedo delante de Dios o tienes confianza en el Señor. Y nosotros, como los protagonistas de la parábola, – todos nosotros – hemos recibido talentos, todos, más valiosos que el dinero. Pero mucho de cómo los invertimos depende de la confianza en el Señor, que nos libera el corazón, nos hace ser activos y creativos en el bien. No olviden esto: la confianza libera, siempre, el miedo paraliza. Recordemos: el miedo paraliza, la confianza libera. Esto vale también en la educación de los hijos. Y preguntémonos: ¿creo que Dios es Padre y me confía dones porque confía en mí? Y yo, ¿confío en Él hasta el punto de jugármela sin desanimarme, incluso cuando los resultados no son seguros ni se dan por descontado? ¿Sé decir cada día en la oración: “Señor, yo confío en ti, dame la fuerza de seguir adelante; confío en ti, en las cosas que me has dado; hazme saber cómo llevarlas adelante”? Por último, también como Iglesia: ¿cultivamos en nuestros ambientes un clima de confianza, de aprecio recíproco, que nos ayude a avanzar juntos, que desbloquee a las personas y estimule en todos la creatividad del amor? Pensémoslo.

Y que la Virgen María nos ayude a vencer el miedo – ¡nunca tengan miedo de Dios! Temor sí, miedo no – y a confiar en el Señor.

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