DEVOLVAMOS LA SONRISA A LOS NIÑOS VÍCTIMAS DE LA GUERRA: PALABRAS DEL PAPA A LOS HERMANOS DE LA INSTRUCCIÓN CRISTIANA (22/04/2024)

El Papa Francisco recibió la mañana de este 22 de abril, en la Sala del Consistorio, a los participantes en el Capítulo General de los Hermanos de la Instrucción Cristiana de Ploërmel. El Santo Padre los invitó a ser fuente de esperanza en un mundo desfigurado por la guerra, la indiferencia y el descarte de los débiles, adoptando una mirada paternal capaz de servir a un mundo en el que “la pobreza, el desempleo juvenil y las crisis sociales de todo tipo hacen estragos”. Compartimos a continuación el texto pronunciado por el Papa, traducido del italiano:

Queridos hermanos:

Les doy la bienvenida en ocasión de su Capítulo General. Saludo al Superior y a cada uno de ustedes y expreso mi cercanía a todos sus hermanos dispersos en el mundo. Doy gracias al Señor por la obra de su Espíritu que se manifiesta en su carisma, es decir la evangelización de los niños y jóvenes a través de la educación. Este Capítulo suyo se coloca en el surco de las celebraciones del bicentenario del Instituto, y les ofrece la ocasión para volver a las intuiciones fundamentales que guiaron al Venerable Jean-Marie de La Mennais y al Padre Gabriel Dashayes. Hoy su obra está presente en distintos países del mundo, porque creyeron que todo es posible para quien se confía totalmente al Señor y se pone al servicio del desarrollo humano integral de toda persona. Nunca debemos olvidar de dónde venimos y conservar siempre la memoria de las motivaciones de nuestro actuar.

Queridos hermanos, ustedes trabajan en regiones del mundo donde se manifiestan fuertemente la pobreza, el desempleo de los jóvenes, crisis sociales de todo tipo. Los exhorto, por tanto, hacer padres para aquellos a quienes han sido enviados, padres que reflejan el rostro amoroso y compasivo de Dios. En un mundo en continuo cambio, pónganse generosamente al servicio de los jóvenes, atentos a sus aspiraciones y al mismo tiempo siempre dirigidos hacia Cristo, regla suprema de su vida. Su vocación los impulsa a ir a donde otros no van, a la periferia, hacia las personas que forman la categoría de los rechazados, de los heridos por la vida y de las víctimas. Que su presencia sea fuente de esperanza para muchos. Que en su espíritu de fraternidad y acogida reconozcan otro rostro de la humanidad desfigurada por la guerra, la indiferencia y el descarte de los más débiles. Esos niños, y sus jóvenes, esas personas también tienen sueños, pero hoy, por muchos motivos, son sueños destrozados. Que puedan ayudarlos a revivir sus sueños, a creer en ellos y a realizarlos.

Los niños juegan, incluso bajo las bombas, en los países en guerra. Cuando vemos las fotografías de estos países, hay niños que juegan. Pero algo que me impacta, cuando vienen a Roma niños de Ucrania que son transferidos y viven aquí, estos niños no sonríen: han perdido la sonrisa. La guerra hace esto: hace perder la sonrisa de los niños. ¡Trabajen para que recuperen la capacidad de sonreír!

Queridos hermanos, la Iglesia es una familia y todos nosotros, en la variedad de los carismas y vocaciones, cooperamos para la salvación del hombre. En este estupendo misterio de comunión, puedo contar en su confianza filial y su unión al ministerio del Sucesor de Pedro. Los animo a trabajar en estrecha colaboración con las diócesis donde están en misión y con el Pueblo fiel de Dios; a mantener lejos de su vida cualquier espíritu de orgullo, de cerrazón, de división y de chisme. El chisme hace mucho mal a las comunidades religiosas. Un hermoso propósito para un religioso y una religiosa sería morderse la lengua cada vez que viene el deseo de hablar mal del otro. Sería un lindo propósito, ¿no? De hecho, «ser Iglesia significa ser Pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de amor del Padre. Esto implica ser el fermento de Dios en medio de la humanidad» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 114).

Al final de su Capítulo, renovarán la consagración del Instituto al Corazón Inmaculado de María. Que su pedagogía esté siempre inspirada en aquella que, con su “sí” total, permitió que se cumpliera en su persona el proyecto salvífico de Dios para la humanidad. Que ella les ayude a cultivar el celo de ponerse en camino para servir, de cultivar la humildad, la confianza en Dios y la alegría de ser servidores de su ternura y su misericordia. Por favor, ¡no pierdan la alegría, por favor!

De corazón los bendigo a ustedes y a todos sus hermanos en todas partes del mundo, como también a los jóvenes a los que acompañan. Por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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