ALIMENTEMOS LA ALEGRÍA DE LA RESURRECCIÓN CON EL PERDÓN, DANDO TESTIMONIO: REGINA COELI DEL 01/04/2024

En su reflexión previa a la oración del Regina Coeli de este 1º de abril, Lunes del Ángel, el Papa Francisco señaló que, desde nuestro bautismo, podemos celebrar la alegría de la Resurrección, podemos encontrar al Resucitado. Él, como a las mujeres que fueron al sepulcro y lo encontraron resucitado, nos dice: “¡No teman!”, y si Jesús, vencedor del pecado, del miedo y de la muerte, nos dice que no temamos, entonces no debemos renunciar a la alegría de la Pascua. Compartimos a continuación, el texto de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y Feliz Pascua!

Hoy, lunes de la Octava de Pascua, el Evangelio (cf. Mt 28, 8-15) nos muestra la alegría de las mujeres por la resurrección de Jesús: ellas, dice el texto, abandonaron el sepulcro con «gran alegría» y «corrieron a dar el anuncio a sus discípulos» (v. 8). Esta alegría, que nace precisamente del encuentro vivo con el Resucitado, es una emoción desbordante, que las impulsa a difundir y contar lo que han visto.

Compartir la alegría es una experiencia maravillosa, que aprendemos desde pequeños: pensemos en un niño que saca una buena nota en la escuela y no ve la hora de enseñársela a sus padres, o en un joven que logra su primer éxito deportivo, o en una familia en la que nace un niño. Intentemos recordar, cada uno de nosotros, un momento tan feliz que incluso era difícil expresarlo con palabras, ¡pero que deseamos contar enseguida a todos!

Aquí, las mujeres, en la mañana de Pascua, viven esta experiencia, pero de una manera mucho más grande. ¿Por qué? Porque la resurrección de Jesús no es sólo una noticia estupenda o el final feliz de una historia, sino algo que cambia nuestras vidas y la cambia por completo y la cambia para siempre. Es la victoria de la vida sobre la muerte, esta es la Resurrección de Jesús. Es la victoria de la esperanza sobre el desconsuelo. Jesús ha atravesado la oscuridad del sepulcro y vive para siempre: su presencia puede llenarlo de luz cualquier cosa. Con Él cada día se convierte en la etapa de un viaje eterno, cada “hoy” puede esperar un “mañana”, cada final un nuevo comienzo, cada instante se proyecta más allá de los límites del tiempo, hacia la eternidad.

Hermanos, hermanas, la alegría de la Resurrección no es algo lejano. Está muy cerca, es nuestra, porque nos fue dada el día del Bautismo. Desde entonces, también nosotros, como las mujeres, podemos encontrar al Resucitado y Él, como ellas, nos dice: «¡No teman!» (v. 10). Hermanos y hermanas no renunciemos a la alegría de la Pascua. Pero ¿cómo alimentar esta alegría? Como hicieron las mujeres: encontrando al Resucitado, porque Él es la fuente de una alegría que nunca se agota. Apresurémonos a buscarlo en la Eucaristía, en su perdón, en la oración y en la caridad vivida. La alegría, cuando se comparte, aumenta. Compartamos la alegría del Resucitado.

Y que la Virgen María, que en Pascua se alegró por su Hijo resucitado, nos ayude a ser sus testigos gozosos.

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