LLAMADOS A LA PAZ SUELEN QUEDAR DESOÍDOS, NECESARIOS DEFENSORES DEL DIÁLOGO: PALABRAS DEL PAPA A NUEVOS EMBAJADORES ANTE LA SANTA SEDE (13/05/2023)

Que la paz “no sea un sueño irrealizable”: es la esperanza que el Papa Francisco expresó a los embajadores de Islandia, Bangladesh, Siria, Gambia y Kazajistán que le presentaron este 13 de mayo sus cartas credenciales. Las guerras no fueron el único punto abordado por el Pontífice: su mirada se posó también en las migraciones forzosas, en los efectos del cambio climático y en los hermanos y hermanas “que siguen viviendo en la pobreza por falta de acceso a agua potable, alimentos, servicios de salud básicos, educación y trabajo digno”. Transcribimos a continuación el texto pronunciado por el Santo Padre, traducido del italiano:

Excelencias:

Les extiendo una calurosa bienvenida y me alegra recibir las cartas que les acreditan como Embajadores Extraordinarios y Plenipotenciarios de sus países ante la Santa Sede: Islandia, Bangladesh, Siria, Gambia y Kazajistán. Al transmitir mis saludos a sus respectivos jefes de Estado, les pido gentilmente asegurarles mi recuerdo en la oración por el cumplimiento de su servicio. Mi pensamiento va en particular al amado pueblo sirio, que aún está recuperándose del reciente y violento terremoto, entre los continuos sufrimientos causados por el conflicto armado.

Si miramos atentamente a la situación actual del mundo, incluso una mirada superficial podría dejarnos perturbados y desanimados. Pensemos en muchos lugares como Sudán, la República Democrática del Congo, Myanmar, el Líbano y Jerusalén, que están enfrentando desencuentros y desórdenes. Haití sigue viviendo una grave crisis social, económica y humanitaria. Está, además, naturalmente, la guerra en curso en Ucrania, que ha traído sufrimiento y muerte indecibles. Además, vemos a aumentar el flujo de migraciones forzadas, los efectos del cambio climático y un gran número de nuestros hermanos y hermanas en todo el mundo que viven aún en pobreza debido a la falta de acceso al agua potable, al alimento, a los servicios de salud básicos, a la educación y a un trabajo digno. Existe, sin duda, un creciente desequilibrio en el sistema económico global.

¿Cuándo aprenderemos de la historia que los caminos de la violencia, de la opresión y la ambición desenfrenada por conquistar tierras no benefician al bien común? ¿Cuándo aprenderemos que invertir en el bienestar de las personas es siempre mejor que gastar recursos en la construcción de armas letales? ¿Cuándo aprenderemos que las cuestiones sociales, económicas y de seguridad están todas ligadas una con la otra? ¿Cuándo aprenderemos que somos una sola familia humana, que puede prosperar verdaderamente sólo cuando todos sus miembros son respetados, cuidados y son capaces de ofrecer su propia contribución de manera original? Hasta que no lleguemos a esta conciencia, seguiremos viviendo lo que he definido como una tercera guerra mundial combatida a pedazos. Quizá esta descripción parece perturbar nuestra sensibilidad, sobre todo la satisfacción por los extraordinarios progresos tecnológicos y científicos logrados o por los pasos ya realizados para enfrentar las cuestiones sociales y desarrollar aún más el derecho internacional. Si bien todos estos resultados son ciertamente encomiables, nunca debemos sentirnos apagados o peor aún indiferentes con respecto a la actual situación del mundo, ni debe faltar la capacidad de garantizar que todos nuestros hermanos y todas nuestras hermanas puedan beneficiarse de estas conquistas y estos desarrollos.

Al mismo tiempo, debemos también permanecer optimistas y determinados en creer que la familia humana es capaz de enfrentar con éxito los desafíos de nuestro tiempo. A este respecto, miramos al servicio que ustedes, queridos Embajadores, están llamados a desempeñar. Como bien saben, la función de Embajador es antigua y noble. Fue incluso inserta en las escrituras cristianas del Apóstol Pablo, cuando usó este término para describir a los anunciadores de Jesucristo (cf. 2 Cor 5, 20). En efecto, el papel positivo del Embajador ha sido atestiguado en todo tiempo y en distintos tipos de situaciones. Si me lo permiten, quisiera compartir algunas breves reflexiones sobre esto. Como hombre o mujer de diálogo, constructor de puentes, el Embajador puede ser una figura de esperanza. Esperanza en la bondad última de la humanidad. Esperanza de que un terreno común es posible porque todos somos parte de la familia humana. Esperanza de que nunca se diga la última palabra para evitar un conflicto o resolverlo pacíficamente. Esperanza de que la paz no sea un sueño irrealizable. Incluso continuando en el servicio fiel a su propio país de origen, el Embajador busca hacer a un lado las emociones superfluas y superar las posiciones radicales para encontrar soluciones aceptables. Es verdad que no es una tarea fácil. La voz de la razón y los llamados a la paz a menudo caen en el vacío. La actual situación mundial, sin embargo, no hace más que subrayar aún más la necesidad de que los Embajadores y sus colegas sean autores del diálogo, paladines de la esperanza. La Santa Sede aprecia el importante papel que realizan, como demuestra con su compromiso diplomático a nivel bilateral y multilateral.

Por su parte, la Santa Sede, en conformidad con su propia naturaleza y su particular misión, se esfuerza por proteger la inviolable dignidad de toda persona, por promover el bien común y favorecer la fraternidad humana entre todos los pueblos. Estos esfuerzos, que no implican la persecución de objetivos políticos, comerciales o militares, son realizados a través del ejercicio de una neutralidad positiva. Lejos de ser una “neutralidad ética”, sobre todo ante los sufrimientos humanos, esto confiere a la Santa Sede una posición bien definida en la comunidad internacional que le permite contribuir mejor a la resolución de conflictos y otras cuestiones.

A la luz de estas observaciones, tengo confianza de que habrá muchas oportunidades para ustedes de colaborar con la Santa Sede en temas de interés común. A este respecto, puedo asegurarles que la Secretaría de Estado, junto con los Dicasterios y Oficinas de la Santa Sede, están más que dispuestos a comprometerse con ustedes en un diálogo abierto y honesto, colaborando para el mejoramiento de la familia humana. Mientras dan inicio a este nuevo servicio, queridos Embajadores, invoco con gusto sobre ustedes, sobre sus familias, sus colaboradores diplomáticos y su personal abundantes bendiciones divinas.

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Queridas embajadoras, queridos embajadores, les ofrezco una disculpa porque leí el discurso pensando que tenían la traducción al inglés, desafortunadamente la Secretaría no la preparó, asumo la responsabilidad y les ofrezco una disculpa. Después les llegará. Gracias.

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