LA IGLESIA NECESITA SU GENIALIDAD: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN UN CONGRESO ORGANIZADO POR “LA CIVILTÀ CATTOLICA” (27/05/2023)

Poetas, escritores, guionistas: a ellos y a otros artistas de la palabra, entre otros el director estadounidense Martin Scorsese, se refirió el Papa Francisco durante su encuentro este 27 de mayo en el Vaticano con los participantes en el Congreso sobre “La estética global de la imaginación católica”, organizado por “La Civiltà Cattolica” y la Universidad de Georgetown. El Pontífice recordó haber amado a muchos poetas y escritores y, entre ellos, mencionó a Dante y Dostoievski. El Santo Padre también volvió con su pensamiento a la época en la que enseñaba literatura a los alumnos del Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe y subrayó cómo el valor de la literatura y la poesía no es marginal en su vida. Compartimos a continuación, el texto completo de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos hermanos y queridas hermanas, bienvenidos:

Saludo y agradezco al P. Antonio Spadaro, director de La Civiltà Cattolica, y al Prof. John DeGioia, presidente de las Georgetown University. Me alegra encontrarlos mientras se desarrolla el Congreso que reúne a poetas, escritores, guionistas y directores de distintas partes del mundo en torno al tema de la imaginación poética y la inspiración católica. Sé que en estos días reflexionaron sobre cuáles son los modos a través de los cuales la fe interroga a la vida contemporánea, buscando así responder al hambre de significado. Este “significado” no puede reducirse a un concepto, no. Es un significado total que toma poesía, símbolo, sentimientos. El verdadero significado no es el del diccionario: ese es el significado de la palabra y la palabra es un instrumento de todo lo que está dentro de nosotros.

He amado a muchos poetas y escritores en mi vida, entre los cuales recuerdo sobre todo a Dante, Dostoievski y otros más. Debo también agradecer a mis estudiantes del Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe, con quienes compartí mis lecturas cuando era joven y enseñaba literatura. Las palabras de los escritores me ayudaron a entenderme a mí mismo, al mundo, a mi pueblo; pero también a profundizar en el corazón humano, en mi personal vida de fe y finalmente en mi tarea pastoral, incluso ahora en este ministerio. Entonces, la palabra literaria es como una espina en el corazón que mueve a la contemplación y te pone en camino. La poesía es abierta, te lanza hacia otra parte. A partir de esta experiencia personal, hoy quisiera compartir con ustedes algunas consideraciones sobre la importancia de su servicio.

La primera quisiera expresarla así: ustedes son ojos que miran y que sueñan. No solamente mirar, sino también soñar. Nosotros los seres humanos anhelamos un mundo nuevo que probablemente no veremos plenamente con nuestros ojos, sin embargo lo deseamos, lo buscamos, lo soñamos. Un escritor latinoamericano decía que tenemos dos ojos: uno de carne y otro de vidrio. Con el de carne miramos lo que vemos, con el de vidrio miramos lo que soñamos. ¡Pobres de nosotros si dejamos de soñar, pobres de nosotros!

El artista es el hombre que con sus ojos mira y al mismo tiempo sueña, ve más en profundidad, profetiza, anuncia una forma distinta de ver y entender las cosas que están ante nuestros ojos. De hecho, la poesía no habla de la realidad a partir de principios abstractos, sino poniéndose a la escucha de la realidad misma: el trabajo, el amor, la muerte y todas las pequeñas grandes cosas que llenan la vida. Y, en este sentido, nos ayuda a «robar la voz de Dios incluso de la voz del tiempo» [1]. El suyo es – para citar a Paul Claudel – un “ojo que escucha”. El arte es un antídoto contra la mentalidad del cálculo y la uniformidad, es un desafío a nuestra imaginación, a nuestra forma de ver y entender las cosas. Y en este sentido el mismo Evangelio es un desafío artístico, con una carga “revolucionaria” que ustedes están llamados a expresar gracias a su genio con una palabra que protesta, llama, grita. Hoy la Iglesia necesita de su genialidad, porque necesita protestar, llamar y gritar.

Pero quisiera decir una segunda cosa: ustedes son también la voz de las inquietudes humanas. Muchas veces las inquietudes son sepultadas en el fondo del corazón. Ustedes saben bien que la inspiración artística no sólo consuela, sino que también es inquietante, porque presenta tanto las realidades hermosas de la vida como las trágicas. El arte es el terreno fértil en el que se expresan las «oposiciones polares» de la realidad [2], las cuales requieren siempre un lenguaje creativo y no rígido, capaz de ser vehículo de mensajes y visiones poderosas. Por ejemplo, pensemos en cuando Dostoievski en los Hermanos Karamazov habla acerca de un niño, pequeño, hijo de una sierva, que lanza una piedra y golpea la pata de uno de los perros del patrón. Entonces el patrón lanza a todos los perros contra el niño. El escapa y logra salvarse de la furia de la manada, pero termina por ser destrozado ante los ojos satisfechos del general y los ojos desesperados de la madre. Esta escena tiene una potencia artística y política tremenda: habla de la realidad de ayer y de hoy, de las guerras, de los conflictos sociales, de nuestros egoísmos personales. Por citar solamente un fragmento poético que nos interpela.

Y no me refiero solamente a la crítica social que existe en ese pasaje. Hablo de las tensiones del alma, de la complejidad de las decisiones, de lo contradictorio de la existencia. Hay cosas en la vida que, a veces, ni siquiera logramos comprender o para las cuales no encontramos las palabras adecuadas: ese es su terreno fértil, su campo de acción. Y ese es también el lugar donde a menudo se experimenta a Dios. Una experiencia que siempre es “desbordante”: no puedes aferrarla, la sientes y va más allá; siempre es desbordante, la experiencia de Dios, como una Tina donde cae el agua continuamente y, después de un poco, se llena y el agua se derrama, se desborda. Es eso lo que quisiera pedirles hoy también a ustedes: vayan más allá de los bordes cerrados y definidos, sean creativos, sin domesticar sus inquietudes y las de la humanidad. Tengo miedo de este proceso de domesticación, porque quita la creatividad, quita la poesía. Con la palabra de la poesía, capten los inquietos deseos que habita en el corazón del hombre, para que no se enfríen y no se apaguen. Esta obra permite al Espíritu actuar, crear armonía en las tensiones y las contradicciones de la vida humana, tener encendido el fuego de las pasiones buenas y contribuir al crecimiento de la belleza en todas sus formas, esa belleza que se expresa precisamente a través de la riqueza de las artes.

Ese es su trabajo de poetas, narradores, directores, artistas: dar vida, dar cuerpo, dar palabra a todo lo que el ser humano vive, siente, sueña, sufre, creando armonía y belleza. Es un trabajo evangélico que nos ayuda a comprender mejor también a Dios, como gran poeta de la humanidad. ¿Los criticarán? Está bien, carguen el peso de la crítica, buscando también aprender de la crítica. Pero de todas formas no dejen de ser originales, creativos. No pierdan el asombro de estar vivos.

Entonces, ojos que sueñan, voz de las inquietudes humanas; y por ello ustedes tienen también una gran responsabilidad. ¿Y cuál es? Es la tercera cosa que quisiera decirles: están entre aquellos que moldean nuestra imaginación. Eso es importante. Su trabajo, de hecho, tiene una consecuencia sobre la imaginación espiritual de las personas de nuestro tiempo, especialmente con respecto a la figura de Cristo. En este nuestro tiempo – como ya he dicho otras veces – «necesitamos la genialidad de un lenguaje nuevo, de historias e imágenes poderosas, de escritores, poetas, artistas capaces de gritar al mundo el mensaje evangélico, de hacernos ver a Jesús» [3].

Su obra nos ayuda a ver a Jesús, a sanar nuestra imaginación de todo lo que en ella oscurece su rostro o, aún peor, de todo lo que quiere domesticarlo. Domesticar el rostro de Cristo, casi para intentar definirlo y encerrarlo en nuestros esquemas, significa destruir su imagen. El Señor nos sorprende siempre, Cristo es siempre más grande, es siempre un misterio que de alguna manera nos rehúye. Nos cuesta trabajo ponerlo dentro de un marco y colgarlo en la pared. Él siempre nos sorprende y cuando nosotros no sentimos que el Señor nos sorprende, algo no funciona: nuestro corazón está acabado y cerrado.

Ese es el desafío para la imaginación católica de nuestro tiempo, el desafío que se les entrega a ustedes: no “explicar” el misterio de Cristo, que en realidad es inagotable; si no hacérnoslo tocar, hacérnoslo sentir inmediatamente cercano, entregarnos lo como realidad viva y hacernos captar la belleza de su promesa. Porque su promesa ayuda a nuestra imaginación: ¡nos ayuda a imaginar de una nueva forma nuestra vida, nuestra historia y el futuro de la humanidad! Y aquí vuelvo a otra obra maestra de Dostoievski, pequeña pero que en su interior tiene todas estas cosas: las “Historias desde el subsuelo”. Ahí dentro está toda la grandeza de la humanidad y todos los dolores de la humanidad, todas las miserias, juntas. Este es el camino.

Queridos amigos, gracias por su servicio. Sigan soñando, inquietándose, imaginando palabras y visiones que nos ayuden a leer el misterio de la vida humana y orienten a nuestras sociedades hacia la belleza y la fraternidad universal. Ayúdenos nuevamente a abrir nuestra imaginación para que supere los angostos confines del yo y se abra al misterio santo de Dios. ¡Sigan adelante, sin cansarse, con creatividad y valentía! Los bendigo y pido por ustedes; y también ustedes, por favor, oren por mí. Gracias.

[1] K. Rahner, La libertad de la palabra en la iglesia. Las propuestas del cristianismo, Torino, Borla, 1964, 37.

[2] cf. R. Guardini, La oposición polar. Ensayo para una filosofía de la vivencia concreta, Brescia, Morcelliana, 1977.

[3] «Prefacio», en A. Spadaro, Una trama divina. Jesús en contrastes, Venecia, Marsilio, 2023, p. 10.

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